Luis Alberto Buttó: Ginebra en el horizonte

Luis Alberto Buttó: Ginebra en el horizonte

thumbnailLuisAlbertoButtoDIC2016

A 51 años de la firma del Acuerdo de Ginebra, y de cara al infortunado e inexplicable hecho de que la controversia en torno al territorio Esequibo permanece prácticamente inalterable, en tanto y cuanto no se han encontrado …«soluciones satisfactorias para el arreglo práctico»… del litigio, cabe preguntarse: ¿qué puede y/o debe rescatarse de dicho tratado? En primer lugar, lo obvio, que no por obvio se hermana con el sentido común, el menos común de los sentidos: el Acuerdo de Ginebra continúa siendo, con toda propiedad, el principal instrumento del cual dispone Venezuela desde la sexta década del siglo pasado para apalancar su justa e histórica reclamación sobre la soberanía del Esequibo, más allá de las limitaciones y contradicciones que en su contenido tal arreglo jurídico contuvo desde el comienzo. Aquí no hay opción entre inventar o errar. Ni se debe inventar ni se puede errar.

En segunda instancia, y así debe entenderse sin ningún asomo de duda al respecto, pues constituye la base irrefutable en la cual se sustenta el argumento anteriormente sostenido, la firma del Acuerdo de Ginebra representó en la práctica el reconocimiento por parte de sus responsables de que Venezuela fue despojada arbitraria e ilegalmente de más de 150.000 km² de territorio que desde la época colonial le corresponden en derecho y tan brutal agresión tiene que ser resarcida de manera insoslayable. En perspectiva, el Acuerdo se tradujo en ganancia inmensa de terreno pues el país logró poner sobre la palestra y demostrar sin ambages que las arbitrariedades asociadas a un esquema planetario basado abusivamente en la fuerza, y nunca en la normativa internacional, la arrastraron a la condición de nación expoliada. La víctima del arrebato tiene que ser reivindicada.





¿Qué se debe superar del Acuerdo de Ginebra? Aquello que retarda tendenciosamente la justa resolución de la disputa en favor de los derechos venezolanos y que no es otra cosa que mantener al infinito la discusión del asunto …«sucesivamente hasta que la controversia haya sido resuelta, o hasta que todos los medios de solución pacifica contemplados (…) hayan sido agotados». La situación no debe mantenerse en esa especie de stand-by que únicamente perjudica a Venezuela porque en la práctica, al obstaculizar su efectiva ocupación del territorio en cuestión, significa la no utilización de los inmensos recursos allí contenidos, que en el marco del adecuado modelo económico, ajustado como debe ser a los tiempos que corren, contribuiría decisivamente en los esfuerzos por dejar atrás el subdesarrollo, desiderátum anhelado por la población nacional. Venezuela está en la obligación de utilizar todas las ventajas de las cuales dispone para acelerar y llevar a feliz término estas negociaciones.

¿Qué no puede permitirse a partir del Acuerdo de Ginebra? El despliegue de posturas y estrategias falaces e intransigentes por parte de nuestro contendiente en el litigio, todas ellas pensadas y ejecutadas para avanzar en lo cotidiano real; rayanas, sin el más mínimo prurito de por medio, en abuso y descaro. Arbitrariedades y excesos permanentemente solapados en una narrativa que de no ser tan nefasta para los intereses venezolanos, podría despacharse haciendo el recordatorio de que, dígase lo que se diga, es mentira que existe el reino de Lilliput en estos confines del orbe.

El nacionalismo no es acto ramplón al que se recurre cuando las campañas electorales o las crisis de los gobiernos lo aconsejan como carta bajo la manga. Llámelo como le venga en gana: verdad de Perogrullo, lugar común, ritornelo cansón. El Esequibo es venezolano. Punto.

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3