Cruzó el Darién para conquistar un sueño: Bryant Ramírez, el venezolano que le cocinó a los Yankees de Nueva York

Cruzó el Darién para conquistar un sueño: Bryant Ramírez, el venezolano que le cocinó a los Yankees de Nueva York

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Bryant Ramírez ha recorrido un camino lleno de fuertes desafíos y sueños. Este joven oriundo de Táchira cruzó la peligrosa selva del Darién y enfrentó adversidades que fortalecieron su determinación. Después de abandonar su país con la ilusión de desarrollar su carrera musical, se estrelló contra una amarga realidad en Nueva York. Desesperado, sin dinero, ni lugar donde dormir, encontró en la cocina un trabajo honrado para salir adelante.

Recientemente, su vida dio un giro sorprendente: se hizo viral por llevar la gastronomía criolla al equipo de béisbol Yankees de Nueva York, bajo la tutela del renombrado chef salvadoreño Ricardo Cardona. Y por si fuera poco, luego de componer tantas melodías, ahora eleva el último grito con “Soy Venezuela”, una nueva y desgarradora canción que insta a los coterráneos a ejercer su derecho al voto en las próximas elecciones presidenciales del 28 de julio. Acompáñanos a conocer su historia.





Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com

Bryant José Ramírez Medina comenzó su ruta cuando emigró a Colombia hace siete años y desde entonces, nunca se ha rendido. Se dedicó a vender arepas boyacenses en puestos callejeros en Bogotá con la intención de emigrar a Estados Unidos. 

Motivado por su sueño de hacer música, Bryant decidió emprender el peligroso trayecto que incluyó cruzar la temida selva del Darién, una experiencia que describió como una de las más aterradoras de su vida. Reveló a La Patilla que aquella travesía fue más ruda de lo que imaginó.

“Lo más difícil no era atravesar la selva, lo más complicado fueron los siguientes países, porque hasta para salir de Panamá nos cobraban 100 dólares. De Panamá pasamos a Costa Rica, que en Costa Rica también era mucho dinero y yo no contaba con tanto dinero y mi mamá me ayudó a llegar. También me ayudó mi amigo, un colombiano. Lo invité a venirnos a buscar el sueño americano. Él se vino conmigo, me ayudó y falleció en un accidente de moto en Nueva York”.

Selva, desierto y dolor

Caminó durante siete días en la selva con escasos recursos y provisiones limitadas y hasta enfrentó la extorsión en varios países de Centroamérica, pero su afán por pisar suelo americano era cada vez mayor. 

“En Honduras me tocó pagar a un coyote y pasar por las trochas ilegales de todos los países, llegar a la capital de cada país y en todos los retenes de las alcabalas me paraban y siempre era el que salía a hablar y les decía que nosotros éramos unas personas que íbamos a viajar hacia los Estados Unidos y que lo que traíamos era sueños, porque literalmente no teníamos mucho dinero”, contó. 

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Agregó que “en todos los países me encontré con ‘ángeles’ porque yo vengo haciendo música desde hace mucho tiempo y muchas personas que me seguían me ayudaron”.

El calvario de Bryant se hacía más fuerte, repleto de momentos en los que la esperanza parecía desvanecerse. En Guatemala, participó en una marcha de 19 horas sin un centavo en el bolsillo. “Me desmayé tres veces. No traía ni para comprarme un agua y pues gracias a Dios aguanté”, narró. Además, en México, sufrió nuevas dificultades, desde la negativa de los autobuses a venderles pasajes que lo llevaran a la frontera norte hasta el sol implacable que casi los obliga a rendirse.

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Un momento crucial en su viaje ocurrió en Ciudad de México, donde un mecánico mexicano lo ayudó a evitar ser arrestado por la policía, y luego, lo llevó en su carro hasta Ciudad Juárez. Sin embargo, el cruce no fue menos peligroso. Enfrentaron a miembros del cartel y una persecución en el desierto antes de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza estadounidense. 

“Empecé a llorar, me desesperé. Pero cuando logré ver bien, eran federales de migración y me tenían ahí (…) de ahí nos metieron a un carro, nos llevaron a lo que era ‘la nevera’, me querían deportar para México (…) Gracias a Dios no nos deportaron, a mí me soltaron, me liberaron”, rememoró.

Recién llegado a la deriva

Una vez en Estados Unidos, su lucha continuó, pero también empezaron a surgir otras iniciativas. Con una maleta llena de sueños y sin dinero se las ingenió para poder salir adelante. “Cuando llegué aquí a este país me soltaron sin un dólar en la iglesia y no tenía nadie que me recibiera aquí en Estados Unidos”, recordó con dolor. 

Su primer trabajo fue improvisado: el criollo se escapaba del albergue provisional para poder comprar cosas a otros inmigrantes. Esto, sin embargo, lo llevó a ser expulsado y pasar por primera vez en su vida una noche en la calle. Sin embargo, a pesar de la situación, no perdió la esperanza y encontró ayuda en la solidaridad de otros venezolanos.

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“Me acuerdo que me arrodillé y le dije a Dios: ‘sácame de aquí’ (…) eran las 6 de la mañana, me levanto y llega un venezolano que se llama Guillermo Villamizar (…) me ofreció quedarme en Dallas, y él me dio 300 dólares para comprar ropa, comida y me compró los pasajes de avión”.

Aquel venezolano le presentó a Juntos por Venezuela, una organización que ayuda a los criollos recién llegados a tierras estadounidenses. Con ellos encontró apoyo y un vuelo hacia Nueva York. Al llegar, las dificultades persistieron ante la imposibilidad de hospedarse con un conocido que había prometido recibirlo, pero su determinación lo llevó a lidiar con la desilusión y aceptar cualquier trabajo disponible y arrancó en una empresa de quesos. 

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“Me mandan a ayudar a un operador de máquina de empaques, a la semana el encargado de la empresa me preguntó que si yo quería aprender a usar la máquina (…) el hambre de salir adelante me hizo decir que yo sabía usar la máquina, y me soltaron. Gracias a Dios, aprendí a usar la mayoría de las máquinas de la empresa”, detalló.

De los Andes al Yankee Stadium

El giro decisivo en la vida de Bryant llegó cuando decidió dedicarse a la cocina. Tras renunciar a su trabajo en la fábrica, comenzó lavando platos en un restaurante. Su rapidez y habilidad en las artes culinarias no pasaron desapercibidas, y pronto el chef de celebridades Ricardo Cardona lo invitó a trabajar en sus restaurantes. 

“Siempre venía así de vez en cuando al restaurante porque él es chef ejecutivo. Lo saludaba: ‘¿Qué más, chef?, ¿cómo está?’, y él veía que yo le echaba ganas a mi trabajo. Un día inesperado, él ya tenía mi número y me llamó: ‘Oye, estoy pensando en ti para unos proyectos que tengo, no sé si tú te animas, lo que pasa es que allá son puros americanos, ellos hablan inglés’. Acepté y me puso en dos restaurantes americanos a trabajar y ahí me desenvolví más”. 

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Aunque el clímax de su aprendizaje con Cardona llegó con una propuesta inimaginable. “Me dijo: ‘Oye, yo le cocino a los Yankees de Nueva York y quiero llevarte’. Cociné arepas, fuimos al estadio, y de repente ya estaba ganando como un chef, cocinándole a él”.

La oportunidad de cocinar para los jugadores de los Yankees marcó un antes y un después en su carrera. “Fue todo como que de la noche a la mañana”, mencionó Bryant. Cocinó varias veces en el estadio, se tomó fotos con los jugadores y recibió obsequios de ellos, una experiencia que describió como un sueño hecho realidad.

 

Pero este joven tachirense no se detuvo ahí. Su espíritu inquieto y su deseo de aprender lo llevaron a marcar distancias con el chef Cardona y empezar a adquirir nuevos conocimientos al trabajar en diversos restaurantes de renombre, como Marea, con dos estrellas Michelin, y Artesano, un restaurante peruano. 

“El chef fue un amor conmigo, él fue uno de mis mejores maestros en la cocina aquí y siempre voy a estar muy agradecido con él (…) No me gusta quedarme en un restaurante porque siento que me estanco. Mi escuela eran los restaurantes porque no tuve la posibilidad de estudiar gastronomía. Entonces los agarré de base para estudiar en los restaurantes, pasar de restaurante en restaurante e ir aprendiendo de diferentes gastronomías de cada país, porque no todo el mundo cocina igual”.

Un músico con delantal

Bryant también ha tenido la suerte de trabajar con el renombrado chef “Papi” Stephen Rodríguez. Con él, el criollo inició un proyecto y se adentró más en el mundo de la gastronomía neoyorquina.

Ramírez se enorgullece de sus raíces y lo demuestra a través de su entusiasmo y dedicación en cada platillo que prepara. “Casi siempre lo que más me gusta hacer para identificarnos, son las arepas, también un pabellón y trato de hacer un sancocho, que para mí es lo que más nos identifica a nosotros los venezolanos”.

A pesar de su éxito en los fogones, el tachirense admitió que su verdadera pasión es la música. “Por el momento siempre he pensado en seguir trabajando en la cocina, que es lo que me ha dado estabilidad en este país y pues con eso invertir en mi música”. Asimismo, reconoció que “la cocina consume demasiado tiempo, tienes que dedicarte 100 %, sería como sacar un tiempo para perseguir mis sueños y un tiempo para vivir en la realidad”.

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Y es que el talento artístico del joven criollo afloró cuando era un niño. “Prácticamente desde que empecé a escribir. Escuchaba las canciones y siempre le cambiaba algo (…) era capaz de crear algo diferente y encajarlo”, recordó. Desde sus primeros días en una banda musical de su escuela, hasta grabar su primera canción en San Cristóbal, el amor por la música ha sido una constante en su vida.

Por esta razón, en su canal de YouTube, el venezolano comparte sus canciones originales. “Yo las escribo, los bits los creamos nosotros mismos. Desde empezar a crear las melodías, a crear las letras, todo es creado por mí y las personas que trabajan produciéndome, que no siempre son los mismos”, explicó.

Hasta la fecha, Bryant ratificó que compuso cerca de 20 canciones y ha realizado más de 30 freestyles en plataformas como Facebook e Instagram. Pese a que se alejó de la música debido a su empleo, su ilusión siempre estuvo latente y se enfocó de nuevo. “Llegó el punto en el que alguien me comentó que se me habían quedado mis sueños de lado, desde ahí reaccioné y dije: ‘tengo que sacar tiempo para hacer lo que amo de verdad porque la cocina no es lo que quiero para mí’”.

Venezuela en el corazón

En su compromiso con su tierra natal, el joven lanzará una nueva canción titulada “Soy Venezuela”, un himno que según afirmó, busca impulsar a los coterráneos a participar en las próximas elecciones presidenciales. “El mensaje principal es invitar a todas las personas a salir a votar por la libertad de Venezuela. Que salgamos a luchar y que nunca perdamos la esperanza de que vamos a ser libres, porque yo sé que la mano de Dios ya está sobre Venezuela”.

Relató cómo la nostalgia lo invadió en cada estrofa y se inspiró en el deseo de cambio que lleva en el corazón. “La escribí con lágrimas en los ojos, con mucha tristeza, pero también con mucha fe”. El músico colaboró con un amigo de Nueva York para dar vida a esta pieza cargada de emociones que estará disponible a partir de este viernes 26 de julio en su canal de YouTube

La trayectoria del talentoso criollo no termina aquí, las aventuras apenas inician. A medida que conquista a los neoyorquinos con los platos típicos de su país, dejó en evidencia sus aspiraciones por tener su propio negocio sin dejar a un lado los proyectos que tiene en mente a través de la música.

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“Mis metas en la cocina siempre han sido seguir trabajando constantemente. En un futuro, me gustaría poner un restaurante que represente a Venezuela aquí en Nueva York. Sé que hay varios, pero sueño con tener el mío. Y de la mano de la música, creo que voy a combinar esas dos cosas y voy a lograr todo lo que me he propuesto”.

La energía de la Gran Manzana contrasta mucho con la calidez de Venezuela, algo que este criollo no puede ignorar. “No es lo mismo estar en este país”. Aunque aprecia las oportunidades que Nueva York le brinda cada día, la ciudad también le ha enseñado una lección dura: “Este país te consume (…) tienes que ser constante, la rutina te agobia.”

Bryant, cuya aventura en Nueva York ha estado marcada por una incansable rutina laboral, se vio obligado a replantearse sus prioridades. La vorágine neoyorquina, a menudo incesante, lo lleva a valorar aún más los momentos simples y significativos que una vez dio por sentados. El calor de su cama, la compañía de su familia, y las charlas con amigos son tesoros que, de momento, se resguardan en su memoria. 

El anhelo por regresar a Venezuela es un sueño que persiste en su mente. Pero por más tentadora que suene la idea, aún sigue latente el temor de encontrar una nación incorregible. “Soñaría con que mi país estuviera estable para algún día volver definitivamente”, puntualizó.