Gehard Cartay Ramírez: Edmundo y María Corina, la llave del triunfo

Gehard Cartay Ramírez: Edmundo y María Corina, la llave del triunfo

Está sumamente claro que pronto se producirá el desenlace que esperamos los venezolanos para salir de esta pesadilla de 25 años.

Las grandes mayorías ya han tomado esa decisión y creo que resulta muy difícil –para no decir imposible– que esta sea cambiada, escamoteada o frustrada. Por supuesto que un régimen como el actual, aferrado al poder por su voracidad corrupta y por su carácter hegemónico, no se ahorrará trampas, truculencias y abusos de poder para permanecer en él.

Sólo que ahora las cosas no le resultarán tan fáciles, como en los procesos electorales anteriores. Su capacidad de maniobra en tal sentido está muy reducida, dicho sea sin incurrir en ingenuidades o desconocimientos de la naturaleza intrínseca del chavomadurismo en el poder.





Pero no cabe duda que hoy se encuentra reducido a su mínima expresión en materia de apoyo popular y enfrenta a un país que quiere sacarlos del poder con el voto, a fin de darse un gobierno democrático, respetuoso de los derechos humanos, capaz de ejecutar planes económicos y sociales para mejorar sus niveles de calidad de vida y un manejo honesto y pulcro del patrimonio público.

Resulta una verdad incontrovertible que la desangelada y latosa candidatura de Maduro no podrá ya levantar vuelo de ninguna manera, y de esa realidad son contestes su comando de campaña y, por cierto, las ahora reducidas y descontentas bases del PSUV. Maduro dirige el peor gobierno de nuestra historia y no trasmite un mensaje creíble, ni despierta una emoción popular que lo pudiera poner en condiciones de disputarle el triunfo a la fórmula victoriosa que integran Edmundo y María Corina, cada uno con su estilo y manera de llegarle a la gran mayoría de nuestra gente.

La llave que conforman Edmundo González Urrutia y María Corina Machado será la que abrirá las puertas de Venezuela al siglo 21, una vez que sea desplazado del poder el chavomadurismo que nos ha hecho retroceder como país al menos cien años. Está pendiente una gran tarea histórica para recuperar todo este tiempo perdido y acoplarnos a las exigencias del futuro. Este extraordinario esfuerzo debe ser secundado por excelentes equipos humanos interdisciplinarios, comprometidos con el ineludible deber de sacar a Venezuela del precipicio en que ahora se encuentra y elevarla al sitial que le corresponde, al cual debió continuar escalando en todo este tiempo perdido desde 1999.

La selección de Edmundo González Urrutia como candidato presidencial de la oposición ha sido todo un acierto por cuanto reúne condiciones inmejorables para encabezar la próxima e inminente transición. Se trata de un diplomático de carrera, experimentado y capaz, cuyos conocimientos y habilidades van a ser muy necesarios especialmente entre el 28 de julio y el 10 de enero de 2025, cuando como presidente electo deberá encabezar un complejo proceso de negociaciones con la cúpula saliente y los altos mandos militares.

Justamente por ser González Urrutia un hombre de Estado, dotado de serenidad y espíritu conciliador, su intervención en esta difícil etapa de la necesaria suscripción de acuerdos entre el gobierno saliente y el entrante garantizará, sin duda, que la misma pueda concluirse satisfactoriamente si quienes abandonarán el poder también están dispuestos a colaborar en tal proceso. Esperemos que así sea.

Por supuesto que el carisma, la simpatía y su condición de líder popular indiscutible de la gran mayoría de los venezolanos le dan a María Corina el puesto de primera importancia para conducirnos al triunfo este 28 de julio. Porque ella encarna un auténtico fenómeno electoral sin precedentes, cuyo extraordinario capital político y masivo apoyo no han decrecido porque el régimen le haya impedido –violando la Constitución– participar como candidata presidencial, sino porque ahora más que nunca María Corina constituye un indetenible sentimiento nacional, jamás visto, insisto, en nuestra historia electoral.

Y es que el respaldo que ella viene aglutinando en todos los sectores del país y a lo largo y ancho de nuestra geografía, son la garantía indubitable de que la candidatura presidencial de Edmundo González Urrutia obtendrá una victoria electoral también sin precedentes.

Ya han comenzado los voceros de la guerra sucia del régimen a inventar acusaciones de todo género contra Edmundo y María Corina, todas ellas sin la fuerza del convencimiento y de la verdad, por lo cual muy poco efecto y consecuencias tendrán. Ambos encabezan una tendencia de triunfo irreversible, como decía aquella presidente del CNE de tan ingrata recordación. Hasta ahora no han podido rasguñar siquiera el inmenso apoyo que la gente le está brindando a María Corina y muy poco podrán hacerle al prestigio bien ganado de González Urrutia, cuya condición de outsider lo hace también en cierto modo invulnerable a las marramuncias oficialistas que se inventen contra él.

Por supuesto que no hay que olvidar jamás que en cualquier batalla el triunfalismo siempre es inconveniente y peligroso, sobre todo si conlleva la inconveniencia estúpida de “dormirse en los laureles” y dejar de hacer todo lo que hay que hacer para asegurar en este caso la victoria opositora del 28 de julio.

Creo, sin embargo, que ese morbo del triunfalismo no va afectar a las fuerzas opositoras, por cuanto cada día los cuadros dirigentes y las bases populares trabajan y trabajarán sin descanso, desde ahora y hasta que se cuente –como debe ser– el último voto y se proclame la victoria de Edmundo González Romero.

Recordemos, a este respecto, la repetida y siempre vigente frase de Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.