Gehard Cartay Ramírez: “La fuerza es la unión”

Gehard Cartay Ramírez: “La fuerza es la unión”

La frase que le sirve de título a estas notas forma parte de la letra de nuestro Himno Nacional.

Por eso también debería formar parte del ideario venezolano. Y debería constituir el principio básico de la oposición democrática que lucha para sacar al país de la pesadilla chavomadurista que sufrimos desde 1999. Porque -y perdónenme la perogrullada- para derrotar electoralmente al régimen madurista la unión de los opositores es la única premisa. No hay otra.

Por tal razón, cualquier intento de dividir o restar en la oposición atenta contra ese objetivo fundamental. Por eso mismo, resulta una verdad incontrastable que el régimen desde siempre ha alentado la división entre los opositores, así como también ha apelado a todos los mecanismos posibles para estimular la desesperanza y el pesimismo entre quienes luchamos por derrotarlo electoralmente.





Esto debería estar muy claro, pero a veces parece que no lo está porque todavía en ciertos sectores opositores hay resistencias absurdas frente al tema de la unión y de su fuerza táctica y electoral. Tal vez se deba a que todavía pareciera que seguimos siendo aquel país de “las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas”, que describiera el escritor Manuel Vicente Romerogarcía a finales del siglo XIX. Y es que no faltan ambas, así como individualismos exacerbados que siempre se consideran por encima de los intereses colectivos, una vieja tara en el liderazgo venezolano de casi siempre.

La Plataforma Unitaria (PU) realizó eficientemente las elecciones primarias del 22 de octubre pasado en las que María Corina Machado fue escogida como su candidata presidencial. Su victoria fue clamorosa, pues obtuvo una votación cercana al 90 por ciento de los casi tres millones de participantes. Ya se sabe que el régimen, atemorizado por su extraordinaria fuerza electoral y apoyo popular, no le permitió inscribirse como candidata, violando así sus derechos ciudadanos, constitucionales y políticos y también desconociendo el legítimo derecho de sus partidarios a elegirla.

Esa práctica perversa del régimen de seleccionar indirectamente al candidato opositor “inhabilitando” -en contra de la letra de la Constitución que ellos mismos aprobaron en 1999- a quienes considera inconvenientes a sus intereses electorales revela una metodología antidemocrática y abiertamente inconstitucional, copiada de la dictadura de Ortega en Nicaragua, como ya se sabe. Pero, abusando de su poder, el CNE del régimen ni siquiera ha permitido la inscripción de la candidata delegada por María Corina, que ella y la PU escogieron por unanimidad, la doctora Corina Yoris, a quien, sin haber sido “inhabilitada”, también se le han cercenado sus derechos ciudadanos, constitucionales y políticos. Con toda lógica, la PU continúa luchando para lograr la inscripción de la doctora Yoris como candidata y la presión internacional al respecto también ha crecido en estos últimos días.

Lo que sí está claro a estas alturas es que la gran mayoría de los venezolanos quieren votar para cambiar al régimen y abrir la puerta a un país democrático y próspero. Ojalá el liderazgo opositor unifique los esfuerzos de todos los factores de la PU y haga lo que sea necesario para que su opción candidatural enfrente a Maduro, lo derrote abrumadoramente y le evite a Venezuela que esta tragedia continúe.

Pero para lograr tal objetivo hay que desterrar el triunfalismo y no caer en la estupidez de subestimar al adversario, pues ambos elementos son gravísimos peligros para quien pretenda ganar una elección. Por eso mismo, una estrategia acertada, basada en este caso en la unidad de todos quienes adversamos al régimen madurista, un trabajo de contacto con todos los sectores y un mensaje que emocione realmente -como el de María Corina, receptora del gran sentimiento popular que la acompaña- son elementos claves para una victoria segura.

En Venezuela hay una lógica animadversión y un profundo rechazo a Maduro y su régimen. No es para menos. Esa manga de ineptos y corruptos, que acabaron con el país en estos 25 años y lo siguen saqueando para hacerse cada vez más ricos mientras los venezolanos son cada vez más pobres, no merecen sino el rechazo colectivo y la lucha tenaz para sacarlos del poder.

Insisto, sí, en la fuerza de la unión. Distraernos en divisiones absurdas sólo demostraría irresponsabilidad, mediocridad y mezquindad, que en nada coadyuvan al ideario de unidad que nos reclama el momento presente. Por ello hay que dejar de lado las diferencias que puedan poner en peligro el objetivo de derrotar al régimen. Las otras diferencias, las que dictan el pluralismo y la democracia entre las fuerzas opositoras, esas siguen siendo necesarias y sanas, entre otras cosas porque son su mayor mérito a la hora de unirse.

No permitamos que la división del voto opositor y el abstencionismo se conviertan en un aliado del madurismo.