Alfredo Maldonado: ¡Chito!

Alfredo Maldonado: ¡Chito!

Las aguas parecen quietas, las corrientes fuertes vienen por debajo. Por arriba los barcos, veleros, y botes, por debajo corrientes que arrastran, tiburones sorpresivos, las profundidades insondables, un mundo fascinante que no dominamos en el cual hasta el mejor nadador se juega la vida.

El régimen habla de nuevo para que los demás no hablen, insiste en buscar la máscara de legalidad para que los demás crean, pero todo el mundo sabe que es un disfraz, una especie de fascismo tropical que soporta no ser régimen de partido único sino que generosamente permite otros aunque no valgan de nada.

Escribo esto contra la ley contra el fascismo que se discute –es un decir- en el departamento de leyes del PSUV, que alega ser contra el fascismo aunque autoriza a las fuerzas del Gobierno a controlar a quien hable o critique a un régimen que no admite que se hable de él, es decir, una norma que muchos aseguran que es contra el fascismo pero que simplemente viola cada palabra de los artículos 57 y 58 de la Constitución Nacional que el propio régimen escribió para si. O sea, volvemos a los tiempos de Juan Vicente Gómez, y conste, reitero, que escribo esto antes que entre en vigencia, que entrará.





Como estoy ya muy viejo para enfrentarme a militares y policías, desde la próxima semana escribiré sobre flores y pajaritos, previa consulta a mi abogado para estar seguro de que no violo la ley fascista contra el fascismo.

Con esta ley el régimen le dirá al mundo, asumiendo que le van a creer, que todo lo que hace es legal, respaldado por la ley de la República Bolivariana de Venezuela, como en sus propios casos y sus propias normas la Cuba castrista y por unos días rebelde por hambre y miseria ya veteranas, la Nicaragua de los Ortega, la Rusia de Putin, para sólo citar tres ejemplos de todos conocidos.

En otras palabras es la ley de los tres monitos, la de no hablo, no oigo, no veo, mientras los opositores discuten a ver quién se queda con una candidatura presidencial que ya se sabe quién va a ganar.

Sólo con la diferencia de que el castrismo cubano tiene la fama, el putinismo ruso la guerra y el viejo esplendor, diría yo que a estas alturas debe ser muy triste tener sólo lo que tienen los Ortega: el silencio total del pensamiento y la expresión no desaparecidos pero sí amordazados y atados, bien atados. Mas o menos, según aseguran las Corinas, pero no terminan de demostrarlo.