William Anseume: Servicios públicos: más que deficiencia

William Anseume: Servicios públicos: más que deficiencia

Como la comida se ha vuelto en las zonas más populares un mecanismo de control, los servicios públicos pueden leerse en su falla permanente más que como una calamidad social. Mucho más. Son parte sustancial, en su carencia permanente, de este ataque a la ciudadanía desde el poder.

La electricidad sube en su costo, como la telefonía. Pero el “servicio” no sirve en realidad. No es confiable, seguro. No hablemos de las inocultables faltas de agua en donde más debía haberla: en los chorros, que pasaron a ser especies de adornos de las viviendas. Si usted paga la electricidad y esta falta con frecuencia o es una intermitencia, estamos ante una estafa.

Pagan algunos. Otros, verdaderamente enchufados, siguen adosados a los cables sin cancelar nada por el uso intermitente de la luz eléctrica. Ante eso no hay respuesta. Seguimos financiando a una buena parte de la población que consume a ratos, solo a ratos, es verdad, el “producto”. Lugares hay en donde al mismo tiempo la carretera o el transporte son ilusiones, mientras carecen de agua y la luz evoca los arbolitos de navidad.





Familias enteras se ven a diario con sus tobos al hombro. Mujeres y niños con pesos por encima de lo que pueden naturalmente cargar. Mientras, en la casa se queman los electrodomésticos sin nadie que se haga responsable de su reposición. Se dejan de hacer las tareas, se paraliza a ratos la vida “normal”. Cuando finalmente vuelve la corriente es consuetudinario escuchar gritos de agradecimiento al cielo, solo al cielo, lo otro son imprecaciones al régimen y sus hacedores. También solemos escuchar aplausos de felicidad por la reposición de la continuidad de la vida.

Pero, ¿que implica esto? Que seguimos sometidos hasta por los servicios desde el poder. ¿Ante quién se reclama con algún efecto? Ante nadie. Es una calamidad impuesta que incide en esta doblegación de la ciudadanía. Es hacer sentir a los individuos la impotencia de acudir a otra empresa, a otra salvación del mal. Con los servicios, sumados al control social y político, buscan hacernos sentir ínfimos, nos reducen, nos humillan, nos vulneran. No es un proyecto ingenuo este de atacar con lo que deberían ser servicios para la vida a la ciudadanía. No lo olvidemos en los momentos en que debamos pasar la “factura”.