Descuartizó, violó y fotografió a sus víctimas: Ed Kemper, el gigante decapitador de colegialas

Descuartizó, violó y fotografió a sus víctimas: Ed Kemper, el gigante decapitador de colegialas

Ed Kemper mató a sus abuelos, su madre, una amiga de la familia y a 6 chicas que hacían dedo

 

Era una familia de gigantes. Su padre medìa 1,90 y su madre, 1,80. Sus hermanas eran también altas y robustas. Todos tenían la voz gruesa y cuando discutían, las paredes temblaban. Las peleas a los gritos eran por dos motivos, los conflictos de pareja entre Edmund Kemper II y su esposa Clarnell Elizabeth Stage Strandberg, pues ella le reprochaba que fuese un simple electricista, sin otros estudios y que no ganaba mucho dinero; y el otro cortocircuito era su único hijo, Edmund Emil Kemper o Kemper III o Ed, casi dos metros de altura a los 15 años.

Por: TN

El espíritu apocado y poco comunicativo del joven enfurecía a su madre; que el héroe preferido de Edmund fuera el actor John Wayne, también la encolerizaba; la predilección de su hijo por cazar pajaritos, la irritaba; la buena relación con sus hermanas, Susana, la mayor, y Allyn, la más chica, la sulfuraba. Si fuese por ella, lo tendría atado con una soga, pero era demasiado grande y fuerte para pensar en algo así.

Ed y sus padres

La relación de Ed con su padre era muy buena, lo quería mucho y se quedaba horas escuchando los relatos de sus acciones guerreras en la Unidad de Servicios especiales cuando fue soldado en Europa. Por eso le gustaba tanto John Wayne, porque para él John Wayne y su padre eran los típicos héroes estadounidenses. Se llevaban a las mil maravillas, para desgracia de Clarnell, que ya no se llevaba con su marido. Ella añadió un nuevo reproche contra su esposo: que le daba mejor trato al gigante de Ed que a sus hijas, hasta que un día de 1957 el hombre de cansó de ella y se fue. Ellos vivían en Burbank, California, y Clarnell decidió llevarse a los chicos a Helena, capital de Montana, donde consiguió trabajo en un banco. Comenzó a beber por demás e insistía que su hijo era un “blandito”. Se lo decía en la cara y hasta le advertía que el hijo de un pariente de tan blandito que era había resultado homosexual. Estaba dispuesta a endurecer a Ed y, entonces, lo mandaba a dormir al sótano y lo encerraba en su cuarto con llave.

Ed le echaba la culpa de la separación del matrimonio. Quería ir a vivir con su padre, que se estableció en Los Ángeles, hasta que se fue de la casa y cumplió su deseo.

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