Alfredo Maldonado: De las arenas corrompidas estos lodos sangrientos

Alfredo Maldonado: De las arenas corrompidas estos lodos sangrientos

Deberiamos fijarnos, chavistas y castromaduristas y el otro gentío, en lo que está sucediendo en uno de los países más financiados del mundo. Cuando Arafat y creo que Shimon Peres firmaron en Washington, ante la sonrisa satisfecha de Bill Clinton, la paz entre palestinos y judíos, no sólo parecía que una pesadilla terminaba, sino que comenzó un rio de dinero como el que envolvió a Chávez, Maduro y sus cómplices, para construir a Palestina.

Y Arafat lo hizo, más o menos. Como buen tirano, construyó carreteras, edificios, infraestructura, hizo explotar la administración pública. Con un par de detalles. El de Arafat fue un gobierno que llegó al poder por la fuerza, sin la legitimidad electoral, y abrió sus arcas a la mitad de la población palestina afecta a él.

La otra mitad siguió desempleada y en la miseria.





Estados Unidos y algunos europeos, que parecen tener dinero para todo cada vez que lo necesitan, dijeron a Arafat “tome y haga” en vez de decirle “vamos a ver qué quiere hacer y lo financiaremos”, que es más o menos lo que algunos en Venezuela están planteando a María Corina Machado, aunque éste sea este caso algo diferente porque los chavistas y castromaduristas primero robaron y ahora claman para que les quiten las sanciones. De esa Palestina con mucho dinero regalado nacen los edificios y las carreteras que los israelíes ahora están destruyendo.

De la otra mitad palestina sin dinero y sin empleo especialmente en la administración pública, nació una organización fundamentalista que se propuso, inicialmente, ayudar a los palestinos abandonados, y poco a poco fueron transformándose en alegados defensores de las víctimas para lo cual necesitaban armas, y en empecinados señaladores de que los gringos, y en consecuencia aquella Israel que florecía en el desierto, eran culpables de la pobreza palestina. Y para asesinar judíos también necesitaban armas y entrenamiento en fanatismo, como hicieron Hitler, Goering y los alemanes en general en la década de los treinta del siglo XX.

Una cosa lleva a la otra y es más emocionante poner una bomba o usar un Kalashnikov que dar de comer a un niño sucio y desnutrido, y hoy tenemos a un Hamas que asustó a los israelíes, en una invasión largamente planificada que ha llevado a miles de muertos de parte y parte, a canalladas como los rehenes y retos interminables como los túneles.

No importa por quién usted apueste –este servidor definitivamente por los israelitas- pero ésta no va a ser otra de las guerras y victorias rápidas de Israel. Los túneles serán limpiados y controlados, los palestinos tendrán menos territorio, los israelíes prevalecerán porque tienen más tecnología y más historia de ser perseguidos y acosados.

Palestina quizás algún día comprenda que es mejor negocio ser parte de Israel que del recuerdo de Arafat, pero antes habrá que matar a todos los fanáticos de Hamás. En eso andan los judíos, aunque con el ojo puesto en Irán que, por ahora, dice que calla mientras los árabes, con mucho qué perder, esperan.

Entretanto, y por ahora, Netanyahu presenta al mundo una nueva y potencialmente muy productiva Ruta de la Seda sin Irán y con Israel.

Y con los árabes petroleros, prooccidentales y sunitas.