La boda del emperador de Japón y la joven que lo rechazó dos veces: presión por un heredero y la difícil vida imperial

La boda del emperador de Japón y la joven que lo rechazó dos veces: presión por un heredero y la difícil vida imperial

La foto oficial de la Casa Imperial: el príncipe heredero Naruhito y su esposa, la princesa heredera Masako posaron con el emperador Akihito y la emperatriz Michiko después de su boda en el Palacio Imperial el 9 de junio de 1993 en Tokio (Agencia de la Casa Imperial/Getty Images)

 

En octubre de 1986, Masako Owada fue invitada a un té ofrecido por el emperador japonés Akihito en honor la princesa Elena de España. Lo que parecía una invitación era un o-miaiun encuentro con fines casamenteros. El candidato en este caso era nada más ni nada menos que el heredero al trono japonés. Se elaboró una lista con cuarenta mujeres invitadas y a último momento alguien agregó a mano el nombre de Masako.

Por infobae.com





Apenas se vieron Cupido hizo de las suyas pero de modo unilateral. Naruhito quedó fascinado con esa joven que de niña había vivido en Moscú donde su padre, un diplomático de carrera, había sido destinado. Luego vivió en París, Estados Unidos y Londres. Pergaminos no le faltaban. Se licenció en Economía y con honores en Harvard, para luego matricularse en Derecho en la Universidad de Tokio y terminar estudiando economía internacional en Oxford. Cosmopolita y políglota, además de hablar en japonés se comunicaba con fluidez en inglés, ruso, francés, alemán y se defendía en castellano.

Sí esa joven sería ideal como emperatriz, pensaba él, pero no era lo que pensaba ella.

El Palacio Imperial se percibía más como prisión de lujo que como nido de amor. Los kunaicho, los funcionarios que se encargan de todos los asuntos de la familia imperial japonesa, indicaban continuamente qué se podía hacer o no. Cada movimiento, cada actividad, deseo, amigo o enemigo debía ser aprobado por ellos.

Antes de conocer a Masako, dos jóvenes habían rechazado a Naruhito. Arreciaban las conjeturas acerca si le gustaban las mujeres, si su estilo no era muy anticuado o sus pretensiones demasiadas. Él aseguraba que solo buscaba alguien que compartiera sus valores, que le gustara más llevarse bien con la gente que llevar bolsos de Tiffany y que estuviera dispuesta a expresar sus opiniones “cuando fuera necesario”. Su explicación mostraba que el problema no era él -un hombre inteligente, amable y con un gran sentido del humor- sino sus circunstancias: enamorarse de él implicaba vivir enclaustrada.

Cuando supieron del interés del heredero en la diplomática, los kunaicho mostraron dudas El abuelo de la muchacha había sido presidente de una empresa que terminó en la ruina, pero el príncipe heredero desoyó a sus consejeros y en abril de 1987 se volvieron a ver. Él insinuó una propuesta matrimonial y ella respondió que no estaba interesada. Con una carrera internacional como negociadora de comercio, casarse era un obstáculo y no un futuro.

Naruhito siguió entrevistando candidatas. Masako se mudó a Oxford y se dedicó a trabajar, hacer deportes y divertirse con amigos. Para 1992 la presión sobre el heredero se acrecentó. Aunque habían pasado cinco años de su último encuentro el príncipe volvió a concertar un encuentro con Masako. Se reunieron en la casa de un diplomático y él no insinuó ninguna propuesta pero comenzó a enviarle flores y poesías. Semanas después en un paseo por Tokio él volvió a insistir y ella a negarse porque le dijo temía no soportar la opresión de los kunaichoNaruhito le aseguró que los tiempos habían cambiado y que ella no enfrentaría tanta presión.

Masako accedió a dialogar con la emperatriz y su resistencia comenzó a ceder. Lo que no cedía era la presión externa. La prensa la asediaba y le recordaban que la Casa Imperial era más grande que ella y que por eso debía sacrificarse. Fue su padre el que la convenció con un argumento: el honor de la familia estaba en juego.

El 12 de diciembre de 1992, según una crónica de Newsweek, Masako le dijo a Naruhito: “Haré cuanto pueda por servir a su alteza”. La noticia se difundió y al día siguiente los diarios lanzaron ediciones especiales a modo de souvenir histórico. En la conferencia de prensa para anunciar el compromiso matrimonial, cuando los periodistas le preguntaron a la futura princesa por qué había cambiado el no por un sí contestó que su futuro esposo le había asegurado: “Tal vez te infunda temor e inquietud incorporarte a la familia imperial, pero yo te protegeré mientras viva”.

Desde esa primera aparición, Masako comprobó que perdía su libertad. Luego de la conferencia se le reprochó que entró delante del príncipe como se hacía en Occidente y no un paso detrás como indicaban los kunaicho. Se la criticó porque habló 39 minutos, 37 segundos ¡28 más que el heredero! Y se la censuró por hacer algo tan imperdonable como… emitir opiniones propias. Pero definitivamente ardió en la hoguera de los conservadores cuando trascendio que la candidata no era virgen -había tenido varios romances durante sus años de residencia en EEUU-, ni era menor de 20 años, ni más baja que Naruhito, como los kunaicho señalaban escandalizados.

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