Luis Alberto Perozo Padua: La bicicleta causa sensación en Barquisimeto a principios de siglo XX

Luis Alberto Perozo Padua: La bicicleta causa sensación en Barquisimeto a principios de siglo XX

Bicicletas en Barquisimeto | Foto F. Bennet 1929

 

Las primeras bicicletas que llegaron a la ciudad de Barquisimeto causaron el natural asombro entre la gente, – y en algunos hasta pánico, argumentando que estos aparatos eran cosas del diablo-, pero no dejaban de ser una especie de juguete caro y aún desconocido por muchos.

Refiere el cronista Silva Uzcátegui en su libro Barquisimeto Historia privada, que la primera bicicleta que circuló en Barquisimeto perteneció a Ramón Anzola Cazorla, quien además realizó el primer viaje «de dicha ciudad a El Tocuyo».

Por su parte, el periodista Oscar Castro Leal, en su trabajo La moda del ciclismo se impuso en Barquisimeto en la década de 1920, para El Impulso, señala Si bien las bicicletas llegaron a Barquisimeto a principios del siglo XX, no fue sino hasta la década de 1920 que se generalizó el uso de ese medio de transporte, que incluso atrajo la atención de algunas señoritas que decidieron usarlas, a pesar de que la sociedad de hace 100 años no veía con buenos ojos ese proceder. Figuraron entre aquellas ciclistas las niñas Octavia Octavio, Lucía Acosta y Tella Barrera. 

Adiciona el periodista que los hermanos Antonio, Manuel y Tella Barrera destacaban entre los primeros aficionados, aunque la niña Tella no era muy bien vista por usar ese medio de transporte. Su hermano Antonio fue desde muy joven un gran entusiasta del pedal.

Desde 1910, luego de popularizarse, había las bicicletas sencillas, algunas llamadas celeríferos, incluso velocípedos y tándem de dos o más asientos, que sin muchos aspavientos utilizaban los comerciantes y personas de todas clases, músicos, médicos, mecánicos, curas, abogados, hacendados, agricultores, farmacéuticos, maestros, para trasladarse al trabajo, sus despachos u otros sitios de la ciudad.

Eran muy costosas

El destacado cronista Omar Garmendia, nos informa que aquellos que podían adquirir tal artefacto para satisfacer opulentos y lujosos gustos, debían desembolsar los 600 bolívares que costaba cada una de ellas, dotadas de luces a dinamo, sillines acolchados, espejos, corneta de pera y hasta banderas en los manubrios.

En los años 20 la bicicleta se puso de moda y se crearon clubes y grupos de ciclismo en la ciudad y muchos dejaron de usar los burros y las mulas para sumarse al modernismo del pedaleo. Cuenta 

Nos cuenta Raúl Azparren, otro versado cronista barquisimetano en su evocativo libro Barquisimetaneidad, personajes y lugares, que hasta el respetadísimo doctor Antonio María Pineda, el sabio del Hospital La Caridad y epónimo del principal centro de salud de la ciudad, llegó a conducir una en ocasión de la celebración de un carnaval.

Accidente mortal

El bachiller Manuel Barrera pereció en un accidente de bicicleta, cuando se precipitó por uno de los barrancos de los predios de El Campamento, hacia los lados de Paya. Desde entonces el sitio fue conocido como los Zanjones de Barrera. Este suceso registrado el 7 de agosto de 1926, conmocionó a toda la ciudad.

Impropio para las damas 

En un principio a las mujeres les estaba vedado el uso de la bicicleta. Es que eso de subirse a horcajadas con las piernas abiertas como los hombres no era bien visto por la mayoría de la sociedad. 

Era impropio de niñas de familia y era inaudito que una señorita o aun señoras con descarada intención atentaran contra el pudor y las buenas costumbres. 

Pasado algún tiempo, al masificarse el uso de las máquinas de dos ruedas, las mujeres se dispusieron a tomar ese pasatiempo y sano ejercicio de montar en bicicleta, eso sí, con un atuendo especial para poder hacerlo, la última manifestación de la moda que fue el invento de la señora feminista norteamericana llamada Amelia Jenks Bloomer, apunta el cronista Garmendia.

«Se trataba una especie de pantalón largo que aquí se llamada bombachas debajo de los faldones, y que cubría las piernas hasta más debajo de las pantorrillas hasta llegar al zapato, que sustituiría a la recargada y opresora vestimenta de las madres y abuelas anticuadas, más adecuada para la realización de las tareas de la mujer activa de hoy».

tal audacia de usar pantalones para conducir bicicletas se fue generalizando en su uso hacia otros deportes, incluso para darse baños en el mar. 

Algunos padres recalcitrantes llegaron incluso a acompañar montados en sus caballos detrás de sus niñas en los paseos en bicicleta. Con el tiempo el término bloomer (blúmer) entrará en la historia para designar esa prenda íntima, que en sus inicios era un calzón holgado y cómodo y que por evolución de la moda pasó a tomar el prosaico nombre de pantaleta.

La primera mujer

El cronista Carlos Guerra Brandt, develó que, en las apacibles y silenciosas calles de Barquisimeto de 1910, un buen día sus habitantes se sorprendieron al observar algo que jamás pensaban ver: una bicicleta y una hermosa dama conduciéndola, sonriente y con gran destreza.

Asienta el cronista que se trataba de la gentil señorita Luisa Duque, hija del reconocido general Duque. De allí que Luisa comenzara su innovador e inaugural recorrido por las empedradas calles de aquella bucólica ciudad, provocando impresionantes aglomeraciones por los lugares donde pasaba encima de su velocípedo francés.

Aunque al principio ciertas protestas por parte de la “Liga de las Buenas Costumbres” se opusieron a que la joven siguiera usando aquel aparato del diablo, obligándola incluso a ocultarse en su casa. 

Pudo Luisa más tarde hacer su recorrido cuando su padre, el malhumorado general con su atuendo militar, marchaba en el caballo delante de la audaz ciclista, y por supuesto blandiendo un machete como símbolo de intimidación para quienes osaran pretender impedir el avance de la aventurera joven.


Fuente: Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Barquisimeto. Historia privada. Alma y Fisionomía del Barquisimeto de Ayer. Caracas 1959

 Raúl Azparren. Barquisimetaneidad, personajes y lugares. Ediciones de CANTV, Caracas, 1974

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