José Gregorio Contreras: El gran iceberg político de las protestas gremiales

José Gregorio Contreras: El gran iceberg político de las protestas gremiales

Sin duda que en su conjunto constituyen las recientes protestas lideradas por el gremio de maestros, un fenómeno social y político digno de atención y del análisis objetivo y ponderado que su importancia e implicaciones demandan; sobre todo considerándose el hecho que estas han tenido, además de gran impacto mediático y una resonancia que trasciende a lo meramente reivindicativo, un inmenso poder de convocatoria de otros sectores y ciudadanos de la sociedad que han agregado a la causa original acompañamiento solidario e inevitable politización del conflicto..

En el momento político que vive Venezuela, manifestaciones como estas constituyen acciones sociales de singular importancia en el proceso de movilización y desmovilización experimentado por nuestra sociedad en los difíciles momentos que hemos vivido a consecuencias de las ejecutorias del régimen que se ha impuesto en Venezuela. Por lo que me propongo hacer un análisis  politológico desde la lógica de la acción colectiva y de su importancia para la  acción política.

Lo primero que podemos decir es que a pesar de que haya habido un repliegue de nuestra sociedad en estos tiempos, no significa ello indisponibilidad para la acción y la lucha política. La movilización social se da en un proceso de marchas y contra marchas, pero siempre son incrementales, sus oleadas van a depender de sus oportunidades políticas.





Por tal razón hay que tener mucho cuidado cuando se dice que no hay que “politizar” el movimiento, una cosa es politizar y otra es partidizar. Al respecto debe tenerse mucho cuidado y si es posible salirle al paso al pernicioso discurso de la antipolítica, que tanto daño ha hecho, siempre auspiciados y nunca hijos de la inocencia. Si bien es cierto que hay  muchísimos “políticos” que no han cumplido dignamente el rol de ser político, esto no nos debe llevar a satanizar el oficio más digno, honesto y consagrado que debe existir en una sociedad: la Política, pues hay políticos dignos.

La objeción fundamental a esa conseja que echa a volar con aviesas intenciones la antipolítica es que la misma está a años luz de la verdad. Una verdad que por cierto estremece, deja perplejos, molesta y aterroriza a quienes, a pesar de todo lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo en nuestras calles, siguen creyendo que la política terminaba con ellos y, por tanto, se niegan a verla cada vez que está revitalizada, más viva que nunca, emerge con nuevas fuerzas de las realidades profundas y abisales, mostrándose en la potencia de acciones deliberativas y contundentes y denunciando la injusticia, la ineficiencia y decadencia.

De allí que no sepan percibir y menos apreciar en análisis francos las participaciones numerosas que se están produciendo en el país y menos  valorar que son ellas, cual punta de iceberg, el producto de una identidad colectiva: la acción de toda una sociedad que ya no puede ser segmentada o percibirse atomizada, la cual, si bien, en la superficie exige de manera legítima e inmediata justas reivindicaciones económicas, en plano subyacente posee una masa de inestimable volumen conformada por penurias, inconformidad, dolor, rabia, múltiples necesidades y demandas de cambios que en su conjunto pugnan por dar al traste con en el actual estado de cosas; y es, precisamente, en este punto donde lo político sin ningún tipo de complejos ni disimulos debe  asumir un rol fundamental, cuenta tenida de que el problema es de indudable naturaleza política. 

Político el problema, políticos deben ser sus diagnóstico y sus soluciones; fundo entonces en estas, constatación y posterior consideración, mi pretensión de llamar la atención sobre la necesidad de mirar este resurgimiento de manifestaciones sociales desde otro ángulo, pues, aunque son de innegable naturaleza social y gremial, no niega ello el hecho de que, a su vez, sean estas la manifestación superficial de un inmenso problema político que indudablemente requiere de direccionalidad política.

Hay que tener claro que al único que le interesa una despolitización de las movilizaciones sociales es al régimen. La suficiente comprensión e interés por la política nacional es fundamental para motivar la participación  de los ciudadanos venezolanos en el desafío que tenemos por mejorar las paupérrimas condiciones que viven los venezolanos actualmente y el retorno a la democracia.

La dirección política es crucial para definir tres elementos fundamentales de la identidad colectiva, necesaria para el éxito del movimiento. En primer lugar, implica la presencia de aspectos cognitivos necesarios para la definición sobre los fines, los medios y el ámbito de la acción colectiva. En segundo lugar, la red de relaciones entre actores que comunican, influencian, interactúan, negocian entre si y adoptan decisiones. En tercer lugar, se requiere un cierto grado de implicación emocional, posibilitando a los activistas sentirse parte de un  nosotros. La dirección política permite armar el discurso político, que engloba las dimensiones del entorno político, lo que a su vez proporciona incentivos para que se produzca la acción colectiva.

Esto permite que el individuo pueda evaluar los diversos tipos de interés, de elementos positivos y negativos que se puedan desprender de su acción, es decir, responde a un cálculo racional de los medios que pueden utilizarse para alcanzar los objetivos planteados.

Se trata pues de acciones constructivas o pedagógicas en el proceso de extensión del mensaje del movimiento que hoy retumba en las calles de Venezuela. No existe comportamiento colectivo si no es previamente activado mediante relaciones sociales que se producen en la vida cotidiana. De allí que ese esfuerzo colectivo que está resurgiendo en las calles venezolanas con el deseo de transformar los difíciles momento que vive Venezuela, debe ser canalizado políticamente para construir la solidaridad común necesaria para convertirla en la  fuerza para la oportunidad política de impulsar el cambio.