William Anseume: Tácata y Las Tejerías

William Anseume: Tácata y Las Tejerías

El día sábado, aquel de la tragedia, tenía previsto ir de visita familiar a Tácata. Así, acudí de nuevo al pueblo de los tres golpes. Era de tarde. Estaba nublado. Temía que nos lloviera por el camino que me pareció más largo esta vez. La vía entre Paracotos y Tácata destruida, peor que siempre, enmontada, más que siempre, desolada como nunca.

Mi compadre tardó más es llegar. Por suerte no lo esperamos para la cena. La falla del tren fue peor esta vez. Caminó kilómetros entre los rieles. No sólo, desde luego, con personas de la tercera edad, embarazadas, niños, desesperados por llegar a sus hogares, con hambre, con sed. Además, llovía profusamente. Se mojaban. Habilitaron un camión. Solo mujeres y niños, claro. Un adulto mayor los increpó luego, por no encaramarlo, a pesar del bastón, a pesar de sus imposibilidades. Mujeres y niños. Echaron a andar el tren finalmente y arribaron a Cúa. Era tarde. No había transporte alguno ya que condujera a Tácata. Su hermano lo fue a buscar bajo la lluvia permanente. Menos mal que la precaución permite tener disponible un impermeable adecuado. Finalmente a media noche llegó. Menos mal el siguiente día era domingo de descanso. Quedaron bien los canelones, por cierto.

Mientras esperábamos a mi compadre, sucedía y nos informábamos de los sucesos de Las Tejerías. Terroríficas las imágenes que circulaban en el pueblo de la llegada de cuerpos con escombros sobre si, traídos por el río. “Es una mujer”, decía mi comadre. “Mira cómo quedó, pobrecito”. Espeluznante. A todas estas, el hermano que fue a buscar a mi compadre a Cúa debió salir corriendo a su regreso, el río crecía, se metía en las casas de Tácata también. La suya estaba en riesgo. Su mujer preocupada llamaba para sacar las cosas, el niño. No llegó arriba el agua, por casi un metro, angustiante la noche. El domingo transcurrió con las noticias de la tragedia en la población cercana de Aragua.





Plácido y nublado domingo, retorné a mi pueblo. No sin constatar y pensar en Tácata. En su aislamiento referido por mi hace años, en su expulsión de Guaicaipuro. ¿Será porque es la única parroquia tuyera? Mi amable transportista del sábado, primo de mi compadre y buen amigo, me había advertido algo lógico: la vía por Paracotos acerca más fácilmente a Caracas, a Los Teques. Por Cúa, por el Tuy, resulta inmenso vueltón. Pero nada. Paracotos y Tácata separados por la dejadez oficial. Por desidia evidente. ¿Pueden creer que hace años no existe una ruta de transporte entre las dos parroquias hermanas del municipio Guaicaipuro? ¿Pueden creen que entre las dos parroquias solo hay una vía turbia, comida por el monte, los derrumbes, las oquedades inmensas, que dificultan hasta el tránsito de una moto? Tácata está expulsada de Guiacaipuro. La amenaza de joder a los ciudadanos emitida por quien hace que funge de alcalde luce más que innecesaria. Ya los tiene bien rejodidos.

Pronto, cuando tengamos una democracia renovada, habrá que atender esta separación odiosa de Tácata. Desarrollarla implicará turismo, rutas amables, electrificación adecuada, servicios por los que no haya que votar para obtenerlos. Figúrense, tener la opción de votar por tener agua en uno de los municipios más acuíferos del país. En este estado Miranda donde el agua fluye por todos lados. El estado del Tuy. Mientras Guaicaipuro tiene a San Pedro, Los Teques, el pueblo de aguas de Paracotos y también ese maravilloso pueblo de dos ríos que es Tácata. ¿Interés por los ciudadanos? Ninguno. Ya se ve. No son estas excepciones de la inmensa destrucción. Venezuela es el cuarto país en corrupción en el mundo. ¿Esperaban un cuento diferente? Hay que sacarlos del poder que no les corresponde.