Julio César Arreaza B.: Muertos vivos

Julio César Arreaza B.: Muertos vivos

Nos toca una época de claudicación ante la búsqueda de la verdad y la defensa de la libertad y dignidad. Poderosas élites pretenden diluir la realidad en distintos intereses a lo que realmente sucede. Nos presentan una realidad interesada.

En este contexto meditemos sobre lo que se hizo mal, lo que abrió cauce para que los partidos políticos se disminuyeran tanto con respecto a su fundación. No queremos ser muertos vivos, muertos del alma. Apelamos a la implantación del sistema republicano que reivindica la naturaleza humana, la autonomía de la voluntad, y crea condiciones para una interacción humana que satisfaga el clamor de forjarnos nuestros propios proyectos de vida en medio de instituciones generadas como órganos espontáneos al contrario de los entes impuestos.

El régimen liquidó cualquier presencia en las comunidades ajenas a su predominio, allí solo perviven aquellas organizaciones con arraigo que responden al bien común: diferentes iglesias, escuelas cuando las hay y el abasto. El sujeto político fue expulsado por el burócrata jefe de calle empoderado que, aunque minoría, crea estructura para dominar.





El ecosistema criminal propició la desaparición de una manera de hacer política e impuso la suya. Borró el rasgo histórico de los procedimientos democráticos arrebatando todo significado que amenace su estabilidad forzada. Las comunidades se redujeron a los espacios familiares y a individualidades sin capacidad organizativa.

La reconstrucción del espacio político pasa por replantear la presencia con significado que muchos dejaron de ejercer por la deformación paulatina de sus propósitos. Perdieron la noción de hacer política, que es construir poder, lo cual no es malo sino necesario. Hay que desplegar esfuerzos para recuperar la memoria de lo que es hacer verdadera política. Algunos jóvenes al darle vergüenza hacer política se enmascaran y entran en una relación mentirosa con la comunidad. Sin ser conscientes asumen el discurso del chavismo, a pesar de rechazarlo. Es triste comprobar la conversión en pasado de aquellos que apreciábamos como futuro.

El galáctico proclamaba que el ejercicio político es sucio y por eso fue más allá, a una especie de “transpolítica”, porque la política es mala, y al respecto afirmaba que el “socialismo del siglo XXI” es moralmente superior. Así el totalitarismo se apoderó de ti sin darte cuenta. Te inhaló el mesianismo que rehace todo, y hace algo más puro y más limpio que la “sucia política”, lo purifica. Pura cháchara, mentira podrida, hoy sufrimos el desmadre descomunal de la casi desaparición de la nación.

La ruta para reconectar con la política y no seguir insertos en el laberinto de la perdición es encarar al totalitarismo y volver a las comunidades con un mensaje diferenciado, claro y coherente. Hay que romper el hechizo del pernicioso proceso especular que procura sujetos políticos opositores postrados ante una realidad desvirtuada de que no vale la pena luchar y terminan aceptando las ideas y conceptos del que te niega. El oprimido asume, no su propio y diferenciado discurso, sino el del opresor. Absurdos del laberintico juego de espejos. Siendo mayoría alimentas a la figura equivocada por las distorsiones del espejo que nubla tu visión; las relaciones especulares son las peores. Abandonar la diferenciación no es bueno, debemos enfocarnos en la reflexión y comprensión de la realidad y casarnos con la verdad.

El desafío es insertarse en la comunidad, construir contrapoder y convertirse en alternativa.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!