Arrocero, conejillo de india y lava-camionetica: La travesía de un venezolano en Ecuador (Parte I)

Arrocero, conejillo de india y lava-camionetica: La travesía de un venezolano en Ecuador (Parte I)

Alejandro Malave, padre venezolano de dos niñas de 2 y 4 años cuenta su travesía en Ecuador. | Foto: Analid Rojas – lapatilla.com y Diseño: Marihan Licona – @logomania_mrhnoficial: Ig

 

En el 2017, Alejandro Malave decidió irse del país por la complicada situación que atravesaba Venezuela. Luego que naciera su primera hija, el bolívar había hecho su tercera reconversión y ya no conseguía cómo vivir en una economía tan deprimida.

Por Analid Rojas – lapatilla.com





Una compañera de trabajo le comunicó su angustia por dejar atrás a su hijo y Alejandro entendió cuál era su destino, Ecuador.

Junto al hijo de su amiga inició su travesía. Partió en autobús desde su casa en Charallave hasta San Cristóbal, de San Cristóbal hasta San Antonio y desde ese punto tuvieron que cruzar por trocha, porque la frontera estaba cerrada en ese momento.

Siendo agente policial corría el riesgo que un grupo irregulares lo identificara. Cruzó hasta Colombia y se hospedó en un hotel hasta lograr encontrar pasajes para Ecuador. Un viaje que duraría 36 horas desde Cúcuta hasta Ipiales, en frontera de Ecuador, después le tocaba aguantar 12 horas más desde Tulcán hasta Duran.

Lo primero que notó es que las casas no son hecha de cemento, ni troncos, ni barro, ni bahareque. Las casas están hechas de simple palos de bambú donde la brisa, la tierra y el calor traspasan como si nada.

Finalmente, llegó a casa de Maribel, su amiga ecuatoriana que había conocido en un trabajo de seguridad en Caracas. Alejando le entregó a su hijo, quien había dejado en Venezuela por la crítica situación que atravesaban.

Paso mes y medio sin conseguir trabajo. Tras llegar a San Borondon, Alejando comenzó a trabajar en los campos de arroz, en arduas o largas jornadas que iniciaban a las 6 de la mañana, dos horas antes que el resto de sus compañeros, para rendir más el tiempo porque le pagaban un dólar por quintal (25 kilos). En un mal día, Alejandro hacía entre 8 y 10 quintales, mientras que en un buen día podía hacer hasta 30 quintales.

Después de cubrir su cuota de quintales de arroz diarios, tenía la oportunidad de trabajar en el proceso de secar y tostar el arroz, labor que pagan 50 centavos de dólar la hora y puede tomar entre 10 y 12 horas diarias. Durante tres meses, Alejandro sintió que el trabajo era duro pero estaba comenzando a ver algo de dinero.

 

Alejandro Malave, padre venezolano de dos niñas de 2 y 4 años cuenta su travesia en Ecuador. Foto: Analid Rojas – lapatilla.com

 

Sin embargo, la fortuna no le sonrió, después de tres meses de trabajo, Alejando comenzó a padecer del hongo del arroz, una afección que los ecuatorianos de la zona sufren de niños y de adultos tienen anticuerpos suficientemente fuertes para trabajar sin enfermarse.

Pero Alejandro no creció en San Borrondon, ni cerca de una arrocera, el hongo comenzó a apoderarse de su cuerpo.

Como no existe tratamiento para adultos, estaba recibiendo tratamiento de niño. Pasaron seis meses y Alejandro no lograba curarse. Las llagas abiertas que excretan pus comenzaron a inmovilizarlo.

Los vecinos llamaron a un doctor especial de Duran, quien decidió inyectarle un tratamiento experimental que solo se lo daba a personas que han sufrido quemaduras de alto grado o personas que han sufrido sarma crónica. A partir de ese momento, Alejandro comenzó a mejorar luego de dos inyecciones.

Por recomendación del médico, se mudó de San Borondon a Duran a la casa de la mamá de su amiga, pero eso también significaba que debía dejar el trabajo en la arrocera y aventurarse nuevamente a buscar trabajo en un país extranjero.

En medio de una conversación con la mamá de su amiga, le pide ayuda para levantar su negocio con trabajos espirituales y así inició su segundo trabajo.

La voz se empezó a correr: el brujo venezonalano atiende al que sea y ayuda con cualquier problema. Alejando aclara que no es santero, ni palero, simplemente tiene conocimientos sobre el ocultismo y el espiritismo. Lo que más le pedían los ecuatorianos son trabajos relacionados con el amor, como amarres y enamoramientos.

La anécdota que más le marcó fue un enfrentamiento espiritual con un chamán ecuatoriano que bajó de la montaña para conocer quien le estaba tumbando el trabajo que llegaba contra una mujer. A partir de ese momento comenzó a levantarse económicamente, incluso llegó a ganar más que en la arrocera.

 

Alejandro Malave, padre venezolano de dos niñas cuenta su travesia en Ecuador. Foto: Analid Rojas – lapatilla.com

 

Sin embargo, la tragedia tocó a su puerta una vez más. Su madre en Venezuela sufrió un infarto y debió viajar de regreso. Una vez que su madre se estabilizó y volvió a Ecuador, en esta oportunidad con su esposa embarazada e hija.

De regreso en Ecuador, su esposa se opuso a los trabajos espirituales y consiguió un trabajo limpiando autobuses de transporte público, limpiaba lo inimaginable desde vomito, excremento, toallas sanitarias y hasta sangre.

Alejandro explica que el ecuatoriano no tiene pudor, si tiene un accidente estomacal o una situación parecida, simplemente lo deja así y no busca limpiarlo porque “es parte de su naturaleza”. Por este trabajo le pagaban 5 dólares por autobús, hasta que descubrió que su jefe no estaba pagando lo justo.

Decidió mudarse a casa de su amigo, Luis, un ecuatoriano dueño de un ciber, quien estaba buscando un tutor de niños. Así Alejando encontró su cuarto trabajo, ayudando a los niños de primaria y secundaria con las tareas de la escuela. Comenzó a ganar 10 dólares por hora, tenía tanto trabajo que le llegaron a deber 300 dólares. Las madres le pagaban con electrodomésticos y comida.

Y llegó la pandemia

Con la pandemia se pararon las clases, no tenía niños que ayudar con sus tareas y comenzó a padecer. Gracias a la asistencia de una organización religiosa consiguieron una ayuda alimenticia de 25 dólares por cada miembro de la familia. Con eso lograron sobrevivir más de una vez, pero no era constante.

Su amigo Luis, le encontró un trabajo como empaquetador y estaba ganando 75 dólares semanales. Pero el personal regular de la empresa regresó y perdió su quinto trabajo. Dios aprieta pero no ahorca, por providencia su esposa encontró trabajo cuidando y asistiendo a una persona mayor.

Alejandro Malave, padre venezolano de dos niñas cuenta su travesia en Ecuador. Foto: Analid Rojas – lapatilla.com

 

Mientras tanto, la pandemia se desbordaba en las calles, la impresión de ver a las personas caer muertas en las aceras jamás se le olvidará. Las colas de personas en las funerarias pidiendo las cenizas de sus familiares fallecidos o las cajas de cartón que entregaban en lugar de urnas. Todos los comercios cerraron, al punto que ni los supermercados abrían, la familia Malave ahora tenía dinero pero la comida no. Sin embargo, su segunda hija nació ecuatoriana y a través del gobierno encontraron una asistencia alimenticia, pero tampoco era un beneficio fijo.

Un día Alejandro abrió la nevera y solo encontró aceite, plátano, huevo y queso. En su mente organizó, “para las niñas huevito, queso y tostón hasta que podamos resolver“. El angustiado padre recuerda “ese día dejamos dormir a las niñas hasta tarde para que se saltaran las comidas”.

En ese momento, Alejandro y su esposa se sentaron en la puerta de la casa a llorar porque ya no dependía de ellos, ¿qué podían hacer?

Sin embargo, él cree que Dios no los abandonó en ningún momento, y la madre de Luis los invitó desde la ventana para que fueran a comer. Al siguiente día la comida llegó a la casa, de tal manera que pudieron ayudar a una vecina con dos niños tan pequeños como sus hijas. A los pocos días los supermercados empezaron a abrir.

Al poco tiempo, la esposa de Alejandro se quedó sin trabajo. Pero la pandemia se había suavizado y Alejandro encontró un trabajo vendiendo electrodoméstico en una tienda física. Gracias a su esfuerzo y ganas de echar para adelante lo ascendieron rápidamente, esto significaba que debía trabajar de 5 de la mañana a 11 de la noche. Con los meses, el desgaste físico comenzó a sentirse.

Alejandro se percata que trabajando en la misma tienda, pero vía online, ganaba más y por menos tiempo.

Alejandro comienza a trabajar online y se da cuenta que puede trabajar para la tienda ecuatoriana desde Venezuela, donde la costo de la vida es más económico.

Ahora, Alejandro trabaja para una empresa ecuatoriana desde Charallave…