Sobrevivientes del Holocausto a los chicos de Ucrania: Temblamos con ustedes, pero un día llegará la paz

Sobrevivientes del Holocausto a los chicos de Ucrania: Temblamos con ustedes, pero un día llegará la paz

Los escritores. (Sentados, desde la izquierda) Lea Zajac Novera, Josette Laznowski, Ruth Jäckel Marshall, Raquel Friede, Julia Hahn. Parados: Luchy Tausher (voluntaria), Elisabeth Kogan, Noelly F. Talgham, Daniela Luber (Fundación Tzedaká), Vera Segal, Graciela Komerovsky (coordinadora del taller), Jorge Kappel, Isaac Behar, Jorge Varga y Roxana Dublisky (voluntaria). Foto Maxi Failla

 

En marzo de 2003 la frase resumía la preocupación de los integrantes del Taller Literario para Sobrevivientes del Holocausto que coordino. El temor a que sus historias produjeran rechazo o indiferencia había sido para muchos la causa de una mudez autoimpuesta. Si de “eso” no se hablaba, a quién se le podía ocurrir la idea de que ellos lo escribiesen…

Por: Clarín





Pero en la segunda clase ninguno había desertado. Estaban todos otra vez, alrededor de la mesa, entre sandwichitos y metáforas, masitas y comparaciones, tomando notas como chicos atentos, empeñados en asumir el desafío de un nuevo aprendizaje, promovido por la Fundación Tzedaká.

—¿En este taller, hay herramientas? —quiso saber alguien.

De a poco, descubrieron que el taller tenía “herramientas” para ayudarlos a construir sus propios textos. Y fueron animándose a contar, utilizando los recursos que iban aprendiendo. Las consignas los ayudaba a tirar del hilo de la memoria, los relatos comenzaron a desmadejar el ovillo, a desatar los nudos. Las historias fluían. La palabra acallada durante tantas décadas resonaba con fuerza expresiva.

En diecinueve años que participan del Taller, los sobrevivientes fueron encontrando su voz, en un inquietante cruce entre la palabra creadora y el ejercicio de la memoria individual y colectiva.

Ni el Covid pudo con ellos. Y se animaron con el Whatsapp y el Zoom, acompañados por Luchy y Roxi, dos voluntarias siempre dispuestas a ayudarlos. Con edades que van de los 82 a los 96 años, todos participaron desde sus casas durante los dos años que duró la pandemia. En noviembre de 2021, presentamos en sociedad en el marco del primer encuentro presencial un nuevo libro de su autoría, el tercer volumen de “Voces con Historia” (para conseguirlo, escribir a info@tzedaka.org.ar).

Cuando todavía resonaban los ecos de ese evento, febrero enfrentó al grupo con noticias de una guerra. Los medios hablaban de muerte en las calles, de madres amamantando en medio de bombardeos, de escuelas donde mujeres, bebés y niños se refugian de las bombas, del éxodo a países cercanos de diez millones de personas que debieron dejar sus hogares. Y ese estruendo ensordecedor de destrucción y orden subvertido de lo cotidiano se coló en los textos del Taller con los ecos de la guerra que ellos mismos vivieron cuando Hitler y sus fanáticos mancharon la memoria del mundo con el Holocausto. Hoy, mis alumnos reviven en sus textos esa época que atravesaron con la incertidumbre de no saber si sobrevivirían y que, respondiendo al mandato bíblico del “¡Recordarás!”, cuentan para que el mundo se entere. Pero también, hay en sus relatos un mensaje esperanzador para los niños de Ucrania. Así les escriben:

“Me llamo Ruza, nací en el Gueto de Varsovia. Vivo en un orfanato con muchos otros niños. La mayoría, nenas porque dicen que a los varones no los pueden cuidar y los llevan al campo. Halina una amiga más grande que yo, dice que llegué aquí cuando era bebé. Un señor muy bueno me sacó, escondida en un bolso, de un lugar rodeado de un muro del que era muy difícil salir. Que tuve mucha suerte, dice, porque había muchos enfermos y no había comida para todos. Pero acá estoy bien, las monjas nos enseñan y nos dan de comer. Les cuento, queridos amiguitos de Ucrania, que con suerte todo pasará y aunque nunca se olvidarán del ruido de las bombas y de lo que está ocurriendo, al final será sólo un mal recuerdo para ustedes. Casi como si fuera un juego. Lástima que no estamos jugando a la guerra. ¡Esta también es de verdad!”. Rosa G. Rotenberg, polaca.

“Las imágenes de lo que pasa en Ucrania me llevaron nuevamente al país donde nací, cuando fue invadido en 1941. Yo, con cuatro años corriendo al lado de mi madre y a veces en sus brazos; me acuerdo como en un sueño, de una foto que quedó en mi memoria: el fuego quemando lo que su lengua alcanzaba. Tengo la esperanza que los chicos ucranianos puedan tener un futuro más feliz que este ingrato presente y así como muchos de nosotros superamos los sufrimientos, ellos también lo logren una vez que la paz vuelva a reinar”. Elisabeth Kogan, lituana.

 

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