Carlos Ochoa: La lección del 23 de enero ahora

Con cada zarpazo que el régimen le da a las iniciativas democráticas que intentan superar la crisis política y de todo orden que afecta a la sociedad venezolana, nos queda claro que elecciones libres y democráticas sólo son posibles de realizarse con Maduro fuera del poder y con un  CNE legítimo e institucional.

La opción constitucional del revocatorio tiene apoyo y cobró fuerza con el triunfo en Barinas, eso aceleró el plan de abortarlo cerrando un camino que no era posible transitar porque no se corresponde con el ciclo de Maduro que es distinto al ciclo anterior de Chávez. El ciclo de Maduro ha mutado el proyecto primario diseñado por el argentino Norberto Ceresole de caudillo-ejercito-pueblo, en ese eje la figura mesiánica del caudillo ejerce la democracia plebiscitaria tutelada por el ejército, dejando por fuera la división de poderes y las instituciones democráticas que con mucho esfuerzo, errores y aciertos, construimos durante cuatro décadas a partir del  23 de enero de 1958. Pérez Jiménez había realizado un plebiscito en diciembre de 1957 para asegurarse unos años más en el poder, pero el descontento era mucho y en la ecuación política el ejército dejó de apoyarlo para respaldar a una sociedad civil activa en las calles con protestas y huelgas. El General era un caudillo militar que inspiraba miedo más que admiración y respeto, es cierto que dejó un conjunto de obras de infraestructura que modernizaron al país, pero no creo universidades ni centros de enseñanza, por el contrario los cerró arrojando al exilio y a las cárceles a la élite académica, política y estudiantil. 

La lección de historia que nos deja el 23 de enero es que la unión del pueblo produce en el estamento militar fisuras que ratifican el dicho que los militares son fieles hasta que dejan de serlo. El fraude que está cometiendo Maduro con el revocatorio contrario a la percepción de atornillarse en el poder que quiere vender, puede colocar a parte de la Fuerza Armada en modo reflexión, lo cual crea un escenario posible de quiebre de los  factores de poder que hasta ahora lo sostienen, hay que insistir en aclarar que Maduro no es un caudillo y carece de apoyo popular, se sostiene por intermedio de un generalato que administra recursos que generan grandes ganancias asociados con potencias extranjeras y países que adversan la democracia y en general a todo lo que representan las libertades del mundo occidental. El modelo de Maduro es un mix autoritario en donde el pueblo no cuenta y el populismo chavista  es historia pasada, por eso no puede medirse en un revocatorio legal ya que sería barrido de la faz de la tierra, ha construido una minoría y un CNE bajo sus órdenes que decide cuándo, cómo y con quienes medirse y ha decidido que se medirá en 2024 y gobernará hasta el 2030, por eso repito para quienes piensan que lo único que queda es prepararse para el 2024, que esa no es una opción para salir de Maduro sino para apuntalarlo en su ciclo de poder, como ha declarado con claridad María Corina Machado, no es un problema electoral ni de mayoría, es un asunto político y de libertades enfrentando a un gobierno criminal.





Una frase de Juan Guaidó de este fin de semana define los tiempos políticos y las acciones que tenemos que emprender, dijo Guaidó “No estaremos completos como nación hasta que no estemos unidos” la unión, como la que se logró el 23 de enero de 1958  es  la lección histórica que tenemos que poner en acciones para salir de la calamidad que representa el ciclo de Maduro, pero para eso se requiere el apoyo firme  del mundo libre y la justicia internacional con una nación unida con propósito, que es más importante y trascendente que cualquier líder o partido político por su cuenta.