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RAYNER PEÑA R. (EFE)
Con el triunfo electoral obtenido en los nuevos comicios convocados en el estado Barinas, la oposición venezolana se anota un inesperado logro cargado de enormes simbolismos, que remoraliza sus filas y le permite arreglar parcialmente las resquebrajaduras internas producto de una desastrosa gestión.
Por: El País
El panorama de las fuerzas que compiten frente a Nicolás Maduro sigue siendo confuso y poblado de graves dilemas frente a un Gobierno que, con todos sus problemas, ocupa con comodidad el poder, mantiene aceitada la disciplina militante y está organizado en las regiones con el apoyo del estado revolucionario. Pero la holgura de la ventaja obtenida por el opositor Sergio Garrido sobre el excanciller Jorge Arreaza ofrece a la militancia democrática, al menos, motivos inspiradores para levantarse y elementos de juicio para transitar un nuevo comienzo.
La victoria opositora ha puesto fin a una larga dinastía en el mando regional de la familia del finado comandante –gobernada desde 1999 por Hugo de los Reyes Chávez, padre del expresidente; y luego por sus hermanos, Adán y Argenis-, y ha sido labrada con el concurso de la mayoría de los partidos que le hacen frente a Maduro. Con esta derrota, el chavismo pierde uno de sus feudos emblemáticos a pesar de haber movilizado masivamente a efectivos militares, ministros y dirigentes nacionales bajo el inocultable amparo del Palacio de Miraflores en Caracas. Por lo demás, la magnitud de la ventaja dificultó enormemente el desconocimiento del oficialismo frente a sus rivales.
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