Economía de supervivencia: con ventas de “garaje” los zulianos resuelven la Navidad

 

Llegó la celebración de la Navidad. Para los venezolanos era una época cargada de alegría, fiestas y compras, pero en este 2021 otra vez está marcada por la crisis humanitaria y económica que azota severamente al país desde 2015, y que ha sido más intensa en el Zulia, el estado con mayor número de habitantes.





Por Corresponsalía

Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que desde este año brinda ayuda en el país, uno de cada tres venezolanos sufre inseguridad alimentaria y necesita asistencia médica por padecer de desnutrición y traumas mentales.

Mientras el régimen chavista anunció el inicio de las fiestas de Fin de Año desde octubre, la realidad de la mayoría de los venezolanos, y en especial de los niños, es muy dura y triste. Seis de cada diez menores sufren retraso en su crecimiento lineal por falta de alimentación adecuado, según revela la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Inflación vs ofertas

 

 

En el Zulia, los padres de familia se las ingenian para poder cumplir las tradiciones decembrinas como el obsequio del Niño Jesús, los estrenos de ropa para los pequeños de la casa y los tradicionales platos de Navidad.

Las opciones de las familias marabinas es acudir a los mercados populares como Las Pulgas, Las Playitas y el Callejón de los Pobres, o mercados de corotos, donde se consiguen ropas, calzados, juguetes, entre otras cosas, a precios accesibles para todas las clases sociales.

Sheyla Ravelo, miembro de la Asociación de Comerciantes de (Asonnminorista), informó que las ventas han caído 80% en comparación con años anteriores. La pandemia y la crisis económica son factores que han incidido en la caída de las ventas, además del auge de los populares bazares que representan una competencia.

En la capital del Zulia, por ser un estado fronterizo, el comercio informal tiene una particularidad: los víveres, verduras y mercancía seca son 15% más económico si se paga con bolívares en efectivo. Según los comerciantes, esto ocurre porque al comprar por mayor en el mercado Los Filuos o La Raya (mercados ubicados en el municipio Mara), frontera con Colombia, bajan los precios de los productos.

Sin embargo, esta temporada decembrina los comerciantes la califican como “mala”, pues las ventas están muy flojas. Señalan que el pago en efectivo desapareció, porque los costos al pagar por punto de venta o bolívares en efectivo se equiparon. De allí que nuevamente volvió el auge del pago con tarjeta de débito para no perder clientes y que no todos los compradores manejan divisas en físico.

Dayana Ávila tiene 20 años dedicada el comercio informal. Dijo que los últimos cinco años han sido de sobrevivencia, que se trabaja para cubrir justo los gastos básicos. “Se trabaja en realidad para medio comer. Los gustos y lujos solo quedan en el recuerdo. Aquí en Las Pulgas entre la crisis, la matraca y la barrida que hizo Omar Prieto, que gracias a Dios ya no gobierna en este estado, muchos comerciantes nos arruinamos. Debemos de buscar buenos productos y ofertas para poder vender al consumidor, y por eso traemos productos de Colombia”, dijo.

¿Estrena o comer?

 

 

En un recorrido que hizo La Patilla por los mercados agrupados en el casco central de Maracaibo, las ofertas abundan: se consiguen desde tres franelas por 5 dólares, mientras que en una tienda en un centro comercial, la blusa más económica se ubica en 10 dólares, al igual que venden monos deportivos de dos piezas por 5 dólares.

Pese a estas ofertas, aún es cuesta arriba para algún padre de familia acceder a estos precios. Es por ello que acuden a los conocidos y famosos bazares, ventas de garaje o “coroterras” como se conocen en el argot maracucho.

Las “corroteras” abundan en los sectores populares, en el centro y hasta en plazas y complejos deportivos. Allí se consiguen desde tornillos hasta vestidos de novias. En su mayoría, los artículos ofertados son usados, pero en buen estado.

Gabriela González dijo que se siente “pobre y mal” al tener que comprarles a sus hijos ropas usadas. “Tanto trabajar y no puedo ni siquiera comprar a mi hija ropa nueva, debo acudir a lo usado”.

González rápidamente sacó la cuenta de cuánto debe tener para comprar un estreno para su pequeña: un par de gomas deportivas 20 dólares, un jean 15 dólares y una blusa 15 dólares, más la ropa interior y algún accesorio que son mínimo 10 dólares. “En total son 60 dólares, solo para uno de mis hijos y nada más para el 24 de diciembre, sin contar lo del 31 de diciembre. Tristemente 60 dólares me dieron de bono decembrino en mi trabajo, si compro todo nuevo con qué alimento y visto a mi otro hijo”, se preguntó.

Con lágrimas en los ojos e impotencia, la madre soltera de dos hijos dijo sentirse mal por no poder comprar lo que desea para sus pequeños. Siente frustración, pero agradece a Dios porque tiene algo que darles a sus hijos.

Bazares por todos lados

María Lozano y su esposo Raúl venden y cambian ropas usadas por alimentos para no perder la venta. Desde 2016, cuando ambos quedaron sin trabajo, se sumergieron en el mundo de los bazares itinerantes en la ciudad.

Con 5 años en este negocio, dicen que los bazares han pasado por varias etapas. En 2016, el auge era la venta de electrodomésticos, aires acondicionados, lavadoras, neveras, muebles y juegos de cuarto. El mercado se llenó de estos enseres por el éxodo masivo que hubo entre 2016 y 2018. “La gente vendía sus cosas para poder irse del país”, dijo Raúl. Comentó que en su cuadra existen 16 casas, y hoy solo 6 están habitadas.

Luego los bazares cambiaron de tónica en 2019. La gente que había vendido los electrodomésticos, empezó a vender su ropa para poder alimentarse. Se cambiaba ropa por alimentos desde kilos de arroz hasta queso, poniendo en práctica el trueque como método de supervivencia.

María y Raúl todos los días abren su bazar en el centro de Maracaibo. Su meta es vender todos los días mínimo 5 piezas para poder solventar y hacer una comida al día, más los pasajes para volver al siguiente día.

“Debemos de vender a diario. Si no vendemos, no comemos. Tenemos piezas hasta de un dólar, la situación está difícil, no alcanza el dinero, la gente no tiene para comprar. Con un 1 dólar compramos yuca, tomate y cebolla, con eso nos conformamos. Preferimos eso a no comer y lidiar con el dolor de estómago y dolor de cabeza”.

No se tiene registro de cuántos bazares funcionan en Maracaibo, pero son centenares en toda la ciudad: en los garajes, en patios y en frentes de las casas. Esta ha sido una de las pocas opciones que han conseguido los ciudadanos para subsistir y no morir de hambre.

Luis Sánchez lamenta la terrible crisis a la que el régimen chavista ha sometido al venezolano. En su casa casi todos sus inmuebles los ha vendido para comer.

“Me da rabia e impotencia. Mi señora y yo trabajábamos, teníamos una casa arreglada y cómoda. Hoy solo queda la cocina, tres sillas, dos juegos de cuarto y un ventilador. Los aires, los muebles, los vehículos, la ropa, todo lo hemos tenido que vender. El apagón nacional de 2019 terminó de acabar con nuestra estabilidad. Tristemente era eso o seguir pasando hambre. Con el mango y la yuca, ya nos aburrimos”.

Estrategias para vender

 

 

Para Vladimir León, miembro de la Federación de Comerciantes del Casco Central, las ventas en relación al año 2020 han mejorado un poco, pero siguen siendo muy bajas. Calcula una caída del 70% en las ventas.

Dijo que la clave para mover un poco más el mercado está en buscar productos accesibles. El sector textil ha tomado un poco de auge en el centro de la ciudad. La ropa ahora se fabrica y los costos han bajado. Se apuesta a vender por volumen.

León acotó que desde inicio de mes, se ven más clientes. Muchos preguntan, pero no todos compran. Se ha vuelto a la modalidad del pago por punto de venta, debido a que no todos los ciudadanos tienen divisas.

“Muchos paisanos están comprando, porque tienen familiares afuera que les regalan dinero para poder comprar. Solicitan mucho el pago por Zelle, que es más fácil para sus familiares en el exterior y pierden menos dinero”, dijo León.

Como comerciantes, se las ingenian. “Tenemos varios factores en contra. El primero son los bazares, coroteras o ventas de garaje, como se les conoce. Se consiguen cosas en muy buen estado por dos o tres dólares, y somos consciente de que la gente ya no apuesta por la calidad, sino por lo económico. El que vende barato, vende un poco más”.

Sandra Cuevas tiene tres años como vendedora ambulante de ropa usada. Contó cómo fue su historia: pasó de archivista a vendedora.

“Al principio vendí mi ropa, lencería, inmuebles, porque la crisis me obligó. No tenía para las medicinas ni comida. Llegado el año 2019, ya ni ropa tenía para ponerme. Allí se me puso la cosa dura, salía a pedir en la calle ropa usada para vender y no conseguía nada. Ya nadie regala nada. Es increíble lo que vivimos”.

Ante la situación, Cuevas aplicó una estrategia: empezó a decirle a sus amigas y familiares que buscarán ropa o lo que tuvieran que ella lo vendía y las ganancias iban por mitad. En la actualidad, en su casa tiene una venta de garaje con artículos de varios dueños. Señaló que a mucha gente le da pena vender ropas o cosas usadas, pero que a ella no la avergüenza, porque pena da robar o acostarse sin comer nada.

Por la celebración de la época navideña, lo más solicitado en los bazares son los juguetes y ropas de niños. Las familias zulianas con sacrificio y “FE” (Familiares en el Extranjero), término muy empleado en Maracaibo ante la galopante migración, apuestan seguir con las tradiciones de Navidad, al menos, para los pequeños del hogar con la ilusión del regalo de San Nicolás.