William Anseume: Alcahuetes electorales

Acabado el torneo, pretendidamente electoral, corresponde a los venezolanos analizar a profundidad, en conciencia, lo ocurrido. ¿Fueron elecciones? No lo fueron. ¿Sirvieron en algo a los más altos intereses del país? Para nada. ¿Se modifica una pizca la situación establecida antes del 21 de noviembre, o hay perspectiva alguna de un cambio fundamental? De ningún modo. ¿Sirve a los propósitos de alguien el resultado, el hecho de la realización simulada de los comicios? Al régimen criminal y sus alcahuetes.

El evento carecía de condiciones. No obstante, siguieron adelante, con apoyo vergonzoso de algunos organismos internacionales, cuestionados antes tanto como ahora, por ejemplo la Unión Europea. Allí siguieron los presos políticos, cambiados en sus mazmorras a cárceles comunes, siguieron los exiliados políticos, impedidos de venir; así como los inhabilitados -partidos y líderes políticos, posibles, factibles y deseables candidatos en cualquiera elección. La persecución y los límites a la prensa y los medios audiovisuales, la censura, la autocensura, y el miedo prevalecieron. La diáspora tan deseosa del restablecimiento de las libertades fue impedida de participar. Sin contar con el ventajismo, la utilización de recursos públicos, el uso de comida, bonos, la extorsión y la presión en cada sector del país. ¿Eran elecciones? No lo eran. No lo fueron.

El evento señero de este pasado 21 de noviembre tenía para el régimen del terror unos claros propósitos: legítimarse ante el mundo, alargar su estabilidad en la permanencia en el poder. Para ello contó con factores e individuos que se abocaron con fortaleza y crudeza dineraria a alentar los intereses del poder establecido en manos de Nicolás Maduro. Cumplieron como perros fieles los propósitos de fragmentar más la fragmentada oposición dentro de la Asamblea Nacional legítima y posteriormente en su firme acto permanente de apurar el traicionero evento electoral. Para ello les importó poco la rarificación causada, en pos de la victoria del otro, como ocurrió en Miranda al atizar la teatral pelea entre Carlos Ocariz, el sigüí de Henrique Capriles, y de Daniel Uzcátegui. Todo un montaje. La idea: dividir más, hacer vencer al otro al que en el fondo representan, buscar engañar al transeúnte normal, desprevenido, creído.





Los organismos internacionales comienzan a disimular también, a reiterar lo que todos sabíamos dentro y fuera: era una imposición tiránica el simulacro electoral. Solo les interesó su realización, del modo que fuera, para lavar caras y manos ensangrentadas de quienes nos oprimen. Por otro lado, no importa para nada si alguien obtuvo una alcaldía. Si fueron muchas o menos, si alguien se hizo de una gobernación. El régimen los neutralizará e impedirá su funcionamiento. Como lo hizo con la Asamblea Nacional. Como se lo agenció con anteriores gobernadores.

Los alcahuetes son varios dentro y fuera del país. Capriles, Ramos Allup, Enrique Mendoza, Eduardo Fernández, Stalin González, Rosales, Falcoón y sus partidos moribundos: Primero Justicia, Acción Democrática, los fragmentos de Copei, y de Voluntad Popular. El supuestamente ganancioso con la tragedia: Un Nuevo Tiempo. Y unos cuantos españoles también: Borrel, Monedero, Rodríguez Zapatero, en algunos casos comprometiendo a sus organizaciones con el crimen.

Ahora los ayayai se prolongan. Se hacen los dolidos. Se convierten en adalides de los sesudos análisis. Tienen una amplia gama de acciones que los reflotan políticamente. Retomarán el diálogo, con toda seguridad. Seguirán en su motivación de alargamiento del régimen del terror. Hablan, carajo, de unidad. Los alcahuetes también tienen sus formas de mantenerse estables. Nuestra ruta sigue intacta: la liberación en del país. Primer y fundamental propósito, sin perturbaciones momentáneas, sin oxígeno para el régimen terrorífico. Los alcahuetes seguirán flotando. Nos tocará hundirlos tambien.