Viaje a la zona de exclusión del volcán de La Palma: “¡Quietos! A partir de aquí, es la muerte”

Viaje a la zona de exclusión del volcán de La Palma: “¡Quietos! A partir de aquí, es la muerte”

El Monte Cumbre Vieja entra en erupción en El Paso, arrojando columnas de humo, ceniza y lava como se ve desde Los Llanos de Aridane en la isla canaria de La Palma el 19 de septiembre de 2021. (Foto de DESIREE MARTIN / AFP)

 

 

 





Las tres ‘guaguas’ cargadas de periodistas suben en fila por una carretera que hace días que no toma nadie porque no conduce más que a un control de la Guardia Civil a partir del cual está prohibido el paso. Aun así, un grupo de personas se amontona junto a la barrera policial, quizás tratando de ver la boca del volcán lo más cerca posible.

PABLO RODERO // 20 MINUTOS

A partir de ahí, todo está desierto. Las viviendas, escasas, con todas sus ventanas y puertas cerradas a cal y canto. Algún vehículo que fue dejado atrás durante la evacuación está cubierto ahora por una capa de ceniza. La vida se quedó suspendida en la zona de exclusión desde el domingo por la tarde.

La carretera gira y asoma la boca del volcán escupiendo fuego como un soplete.

El Gobierno de Canarias ha autorizado a un centenar de periodistas a acercarse a apenas 100 metros del nuevo volcán de La Palma durante veinte minutos. Es la primera vez que se puede acceder a un punto tan cercano desde que el volcán entrara en erupción el pasado domingo.

Al descender del bus, el suelo está completamente negro. Desde este punto se observa claramente la cresta que el nuevo volcán ha creado en la ladera de la Cumbre Vieja en tan solo tres días. Si el volcán sigue en erupción, como prevén los expertos, durante semanas o meses, la orografía de la zona cambiará de forma dramática.

El sonido es ensordecedor, como si una enorme ola se avecinara sin llegar a alcanzar nunca la costa. Pero lo más impresionante es el espectáculo visual. Lo que de lejos parece una gigantesca llama, desde esta distancia se aprecia en todo lujo de detalles. Se distinguen los cientos de rocas incandescentes que expulsan los gases y cómo caen humeantes por la ladera.

A pesar de lo que se ha advertido en estos días, no había olor a azufre ni el aire estaba viciado. Ni siquiera es el punto de la isla donde la ceniza resulta más molesta.

Aún se observan, junto a la boca, los troncos quemados de algunos pinos. Los únicos supervivientes de lo que fue un bosque y que ahora es una alargada cresta negruzca de piedra volcánica, cada día un poco más alta.

“La visita había sido posible gracias a que el viento soplaba en dirección opuesta”

Por encima del fuego, se alza una imponente columna de humo que cubre el cielo sobre nuestras cabezas y se extiende por todo el espacio que se abre entre la Cumbre Vieja y el mar. Por debajo, la larga lengua de lava ha devorado ya las poblaciones de El Paraíso y Todoque en su lento camino hacia el mar.

Gustavo de Armas, director general de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias, toma la batuta de mando. Llama al orden a varios fotógrafos que se estaban alejando de la zona delimitada y advierte: “A partir de ahí, es la muerte”.

Según explica de Armas, la visita había sido posible gracias a que el viento soplaba en dirección opuesta a la que ocupamos en ese momento los periodistas en la ladera, junto a una depuradora de agua.

“No es peligroso, pero no debemos tentar al demonio”

La situación, sin embargo, parece totalmente bajo control, hasta el punto de que, pasados unos minutos, se forma un corrillo de preguntas en torno al director del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias -Pevolca- Miguel Ángel Morcuende.

“El volcán continúa con intensidad, aunque estamos en una fase de estabilización, pero de estabilización de una enorme fuerza como pueden ver y escuchar”, declara Morcuende, en una escena un tanto surrealista, con la boca del volcán expulsando fuego detrás de él.

“¿No es peligroso estar aquí?”, pregunta una periodista. “No es peligroso, porque si no no les habríamos traído, pero no debemos tentar al demonio”, responde Morcuende.

Poco después, como si el diablo se hubiera dado por aludido, empieza a caer ceniza de forma perceptible por primera vez. Uno de los técnicos ha llamado a volver a los autobuses. “¡El viento está cambiando de dirección, tenemos que irnos de aquí!”.

Atrás dejábamos, de nuevo en fila las tres guaguas, la boca del volcán explotando y expulsando el interior incandescente de la tierra. Destruyendo y creando un nuevo paisaje que ya nunca volverá a ser como era hace apenas tres días en el oeste de La Palma.