Pedro Carmona Estanga: El Perú en manos de Pedro Castillo

Pedro Carmona Estanga: El Perú en manos de Pedro Castillo

Pedro Carmona Estanga

La segunda vuelta electoral en Perú está virtualmente concluida. Con el 100% de las actas computadas, Pedro Castillo aventaja a Keiko Fujimori por 50 mil votos, equivalentes a solo un 0,29%, aunque al momento de escribir estas líneas, el Jurado Nacional de Elecciones no ha proclamado ganador, pues Fujimori impugnó un grupo importante de actas, por vicios en que habrían incurrido representantes del partido Perú Libre.

Imaginando que será difícil que las autoridades electorales admitan la impugnación de las actas, ya que han defendido su gestión, es casi seguro que Castillo sea proclamado presidente electo, para desgracia de un país al que me une un especial afecto, pues allí viví con mi familia por seis inolvidables años al servicio de la integración andina; y si agregara las numerosas y largas misiones que cumplí en Lima, acumularía no menos de ocho años de vínculos con esa nación hermana. Durante esos años y posteriores, conocí a los presidentes Juan Velasco Alvarado, Francisco Morales Bermúdez, Fernando Belaúnde Terry, Alan García, Alberto Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, y a algunos de sus colaboradores, y más adelante a Alejandro Toledo, además de los presidentes interinos Valentín Paniagua en el año 2000 y al actual, Francisco Sagasti, quien fue asesor de la Junta del Acuerdo de Cartagena en mis épocas de miembro y coordinador de dicho organismo. Al único que no conocí fue a Ollanta Humala. No es pues poco lo que he vivido cerca en ese noble país, y por ello no puedo dejar de reflexionar sobre el delicado momento por el cual atraviesa.

Me remonto a la experiencia vivida con el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (1968-1975) encabezado por el General Juan Velasco Alvarado, un militar de izquierda que sacudió a la sociedad peruana, expropió propiedades agrícolas en una reforma agraria profunda y revanchista que acabó con numerosas unidades productivas de azúcar, algodón y otros cultivos, con lo cual el país pasó de ser exportador neto a importador de varios rubros. El resultado fue ruinoso, y debió ser revertido por los gobiernos de Morales Bermúdez y Belaúnde Terry, quien volvió electoralmente al poder en 1980, tras haber sido derrocado por Velasco en 1968. Además, Velasco expulsó a la International Petroleum Company, estableció relaciones estrechas con Cuba, la URSS y países de la órbita comunista, nacionalizó la banca, creó las polémicas comunidades industriales, restringió la libertad de prensa y ocupó medios de comunicación que fueron devueltos posteriormente por Belaúnde a sus dueños, llevando al país a una delicada crisis económica. Entre mis memorias del Perú de esos días, el 29 de agosto de 1975, Velasco fue depuesto en un pronunciamiento militar fulminante, adverso a las orientaciones de izquierda de su gobierno, que se inició en la ciudad de Tacna, estando nosotros reunidos en la sede del Acuerdo de Cartagena en Lima. Al día siguiente, asumió el poder el General Morales Bermúdez. Un grupo castrense inició la corrección del rumbo, y abrió luego las puertas a la democracia, con las elecciones de 1980 que favorecieron a Belaúnde Terry. Viene también a mi memoria el 12 de febrero de 1973, día en que se inauguró una nueva sede de la Embajada de Venezuela en Lima, coincidiendo con la visita oficial del presidente Caldera al Perú. Velasco permaneció en la residencia de la Embajada hasta las 5 a.m. compartiendo copas con la delegación venezolana, cuando todos, incluyendo el presidente Caldera, estábamos exhaustos. Ese mismo día, al mediodía del 13 de febrero, gracias a decisivas gestiones finales de Velasco, se formalizaba el ingreso de Venezuela al proceso de integración andina, del cual Chávez lo retiró en 2006, en un grave error histórico. Pese a la orientación revolucionaria del General Velasco, tuvo entre sus colaboradores algunos militares de valía, entre ellos el General Edgardo Mercado Jarrín, a cargo de la cartera de Relaciones Exteriores, y el General Luis Barandiarán Pagador, Ministro para Asuntos de Integración, con quien compartí muchas jornadas en pro de la causa andina. Durante el gobierno de Morales mantuve una estupenda amistad con los Vicealmirantes Jorge Parodi Galliani y su familia, y Jorge Dubois Gervasi, ambos grandes señores.





En tiempos recientes, el Perú ha vivido etapas políticas particularmente difíciles. Fujimori quiso perpetuarse en el poder, se rodeó de personajes nefastos como Vladimiro Montesinos, cerró el Congreso, y fue luego sentenciado por violación de derechos humanos, razón por la cual se encuentra aún detenido. Pero modernizó la economía peruana, lucho contra Sendero Luminoso, y desde ese entonces los principales lineamientos de política económica se han mantenido como política de Estado. Así, un país con inocultables problemas sociales y de equidad, logró un ritmo de crecimiento económico sostenido, con avances en la reducción de la pobreza. Más adelante se inició un ciclo de inestabilidad política, por acusaciones de corrupción contra los expresidentes Toledo, Humala, García y Kuczynski, principalmente por el caso Odebrecht, a raíz de lo cual, y el episodio del sucesor Kuczynski, Martín Vizcarra, se llega a las elecciones presidenciales de las cuales surge catapultada la figura desconocida del maestro Pedro Castillo, perteneciente a la agrupación Perú Libre, cuyo fundador y líder es Vladimir Cerrón, quien no pudo ser candidato al estar condenado por corrupción. Cerrón es declarado marxista-leninista, revolucionario, y amigo del gobierno de Maduro, al que califica cínicamente de democrático.

Pedro Castillo sostuvo durante la campaña para la segunda vuelta que se trataba de una lucha entre ricos y pobres, prometió la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para cambiar la orientación política y económica del Perú, nacionalizar la minería y el petróleo, fortalecer el papel del Estado en la actividad empresarial, dar ingreso directo a los jóvenes a las universidades, derogar la Ley de Reforma Magisterial, construir universidades estatales regionales, liderar un gobierno de orientación socialista, y expulsar inmigrantes venezolanos. La propuesta de Castillo fue respaldada por sectores populares y campesinos, especialmente de la región andina y de selva, no así en Lima, muchos de ellos con sentimientos de postergación y olvido, en los cuales fue fácil sembrar un mensaje populista y de esperanzas.

Considero con mucho pesar, que el Perú entra en una etapa de grave incertidumbre, que espantará la inversión y afectará el dinamismo de su economía, reflejado en que, de inmediato, la bolsa y la moneda peruana se derrumbaron con la noticia del triunfo de Castillo. El hecho es que los evidentes problemas del Perú no se resuelven en socialismo, pues está demostrado que en ningún país gobernado por la izquierda radical se han solucionado la pobreza, el desempleo o la mala distribución del ingreso. La experiencia venezolana es reveladora de un estruendoso fracaso que ha pauperizado al otrora país de oportunidades. Recientemente vi un revelador video comparativo entre frases pronunciadas por Chávez en sus alocuciones, colocadas frente a los mensajes de Castillo, y casi que no podía dar crédito a la semejanza entre ambos guiones. La precipitación de los regímenes Bolivia, Venezuela, Argentina y Nicaragua en felicitar a Castillo antes de ser proclamado, y el alborozo con que la tiranía venezolana acoge su triunfo, son suficiente evidencia de las afinidades existentes. Nada bueno podemos esperar de este salto al vacío decidido por el pueblo peruano. Inevitablemente me recuerda al caso venezolano. Que Dios salve al Perú, partido en dos, de una tragedia, y que esta nueva realidad, frecuente en los movimientos pendulares de nuestra desveladora América Latina, sirva de espejo adicional a las naciones que deberán elegir presidente en 2022, entre ellas esta segunda patria, Colombia. Amanecerá y veremos.