Manuel Barreto Hernaiz: Cuando vuelva la dignidad

Se trata de elevar a un pueblo a la alta dignidad del hombre libre, de consagrarle sus más importantes derechos, combatiendo legalmente por la práctica de sus instituciones, que formuladas en un código, son sin embargo, desconocidas y holladas por los malos mandatarios
Leandro Alem

Estos seres que habitamos ese espacio del globo terráqueo, otrora llamada “La Tierra de Gracia”, ubicada  entre los paralelos 1 y 13 de latitud norte y entre los meridianos 60 y 73 de longitud oeste,  hoy conocida como Venezuela, no merecemos esta miserable situación que este régimen  nos obliga a soportar. Aguantar tanto irrespeto, tanta humillación, tanta manipulación, tanta burla, tanto cinismo, tanta corrupción, tanta maldad, no es resiliencia ni estoicismo….

Cuando una sociedad espera que le digan solo lo que quiere oír, o cuando se niega a mirar de frente lo que está ocurriendo, ha entrado en una  cívica espiral de decadencia, que permite conjeturar un futuro en el que las libertades efectivas vayan reduciéndose progresivamente aun sin que la sociedad se dé cuenta. Esperar la recapacitación de los demás, es de algún modo permanecer en ese aletargado cansancio que nos debilita, nosotros somos “los demás” para los otros, acaso no es válido entonces preguntarnos ¿cuál es nuestra parte en esta ineludible lucha?





Nada hay de respetable en quien, conociendo el problema, rehúye la solución. La desidia en la defensa de un principio es la mejor ayuda en su destrucción. Desidia al fin, porque la consecuencia sería la inacción, el abandono de posiciones, la traición o el abandono a los compañeros de tantas marchas, pitos y banderas. Y así, la desidia de unos reforzaría la ignorancia de otros y la habilidad de quienes impulsan la destrucción por principio.

Participar comprometidamente en la CONSULTA es un paso fundamental  para  que se vuelva a colocar la dignidad del ciudadano en el espacio que le corresponde, dado que no podemos ni debemos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como país, puesto que no podemos guarecernos bajo el manto de inútiles subterfugios a la espera eterna de que un cúmulo de casualidades nos saquen de este marasmo que hemos venido atravesando.