Lorenzo Bernaldo de Quirós: “La izquierda actual se comporta como una alianza de sectas posmodernas”

Lorenzo Bernaldo de Quirós: “La izquierda actual se comporta como una alianza de sectas posmodernas”

Lorenzo Bernaldo de Quirós | Foto El Mundo

 

Luis Alemany entrevistó a Lorenzo Bernaldo de Quirós para el diario El Mundo (España) acerca de su nuevo libro En defensa del pluralismo liberal (Deusto, 2020). Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.  Su nuevo libro, En defensa del pluralismo liberal denuncia el afán de las izquierdas y las derechas iliberales por imponer un sistema de valores morales universales.

¿Hay una sola manera de ser buena persona o hay muchas formas diferentes?

El humano es una mezcla extrañas de buenos y malos instintos, más que una buena o mala persona. Y cada uno hace uso de sus habilidades, sus instintos y su educación para intentar construir una vida buena.

¿Pero todas las vidas buenas se parecen?

Todas se resumen en vive, deja vivir y no agredas a los demás.

El otro día leí algo sobre los primeros cristianos, que aceptaron un sistema moral restrictivo. ¿Por qué? Porque el mundo pagano, que era muy liberal, también era brutal.

El mundo pagano era tolerante, tenía unas reglas generales de respeto a la idea de moral de cada uno. No se basaba en un concepto único de la virtud. Eso chocó con el cristianismo, que quería imponer su sistema moral. ¿Había crueldad? Sí, pero en el mundo cristiano también. El cristianismo es una verdad revelada que no acepta ser discutida, exige el monopolio moral. Tuvo éxito porque ofrecía la salvación y con un elemento interesante: la salvación estaba en el individuo.

¿Y las religiones seculares que retrata en su libro? ¿No son también formas de protección en un mundo que es áspero y solitario?

Hubo una gran religión secular que fue la iglesia universal marxista con sede en Moscú. Pero cayó el Muro y esa iglesia se disolvió en sectas salvíficas y milenaristas: el feminismo radical, el apocalipsis climático, el animalismo… Son también verdades reveladas que no aceptan el contraste en la realidad y que dan certeza al individuo en su inseguridad. La izquierda actual se comporta como una alianza de sectas posmodernas. No contestan la injusticia económica del sistema sino sus mecanismos de opresión de tipo cultural: la familia patriarcal, la destrucción del medioambiente…

Y eso recibe una respuesta opuesta pero paralela por la derecha. 

Ante el ataque a los valores tradicionales, la derecha iliberal crea sus mandamientos: la nación, los valores tradicionales, la familia… El verdadero debate actual es el que enfrenta a quienes defienden una sociedad pluralista en la que los individuos tienen valores diferentes y conceptos diferentes de lo que es una vida buena, frente a una izquierda y una derecha moralista que quieren imponer sus ideas de cómo vivir. Es una nueva guerra de religiones.

Vamos al tema del sentimentalismo. Si pienso en los chicos gays con los que fui a clase y en el acoso que recibían, siento un poco de vergüenza y pienso que se les debe un desagravio. ¿Eso es políticamente relevante?

Ese deseo de desagravio hacia esas personas concretas es muy normal. El problema es cuando ya no consideramos a esas personas gays sino a los colectivos gays. Hemos disuelto el individuo en el colectivo y la experiencia en una apelación al sentimiento porque nos da sensación de confort moral. El sentimentalismo se impone al racionalismo crítico.

¿Eso qué es, exactamente? 

Es someter nuestras convicciones al riesgo de estar equivocadas y aceptar un debate racional con nuestros adversarios. En un debate sentimental, el adversario es enemigo.

¿Y el caso de Greta? Puede que su discurso sea impositivo, pero si sirve para cambiar nuestra relación con el medio ambiente…

El debate del medio ambiente se solucionaría si volviésemos a vivir como en 1700. Pero resulta que nadie quiere eso, así que hay que buscar un equilibrio. Los ecologistas radicales se niegan a debatir en esos términos.

Al final, lo de la socialdemocracia no estaba mal. 

La vieja socialdemocracia nunca quiso imponer su idea de la vida buena por decreto. El problema es que su programa se ha cumplido: las sociedades europeas son básicamente socialdemócratas y su discurso ya no es atractivo. Y por eso, se vuelve identitaria.


Esta entrevista fue publicada originalmente en El Mundo (España) el 26 de junio de 2020.

 

Exit mobile version