Justo Mendoza: El regreso, la doble tragedia de los migrantes venezolanos

Justo Mendoza: El regreso, la doble tragedia de los migrantes venezolanos

Justo Mendoza

El regreso intempestivo, esta semana, a Venezuela de unos centenares de compatriotas desde países hermanos es un hecho excepcional y lamentable que suma a los sufrimientos crecientes que han tenido -desde su partida- en estos últimos meses. 

La pandemia, aunado a la pérdida de sus trabajos, y la xenofobia creciente  en algunos de nuestros países hermanos, ha sumado para que desesperadamente nuestros compatriotas regresen a Venezuela. Es como la última travesía de los elefantes a su destino final. No se fueron a probar suerte: fueron impelidos. Regresan en extrema pobreza, muchos vendieron lo poco que tenían aquí.

La otra verdad  es que en esta Tierra de Gracia estamos viviendo una etapa desdichada e inmerecida también; no solamente por la pandemia sino porque hace años ya tenemos -de manera general- condiciones  mermadas de alimentación, atención médica y hospitalaria, de seguridad personal, de abastecimiento, vivienda, empleo y poder adquisitivo; en transporte y de todos los servicios básicos como luz, agua, gas, medicinas,  etc, que hacen la vida muy difícil en nuestro propio país. 





Aunado a esto, que no es poco, atravesamos una creciente negación de derechos como ciudadanos, dado un acento autoritario y de imposiciones sociopolíticas que han llevado a la ruina a la república. La “economía socialista”, cuyas consecuencias directas son la destrucción del aparato productivo, como la talidomida, creó engendros y malformaciones que han llevado a la miseria a millones de venezolanos y abatido la producción nacional. Es el escenario desolador que da la bienvenida a este puñado de compatriotas, atrapados por su propio drama, muy poco diferenciado del de la mayoría entre nuestras fronteras. Por estas  razones nuestros compatriotas se vieron obligados a emigrar, en una diáspora al mundo, pero fundamentalmente a países cercanos. Ahora, y principalmente, el virus apocalíptico los obliga a regresar. Es para ellos una doble tragedia. La del fracaso de una ilusión y el encuentro con el génesis, el inicio, de lo que los impulsó a irse.

Es un encuentro frustrante pues el país que dejaron y que tan dolorosas añoranzas les genera, está en peores condiciones, tanto en lo económico como en lo social y lo político. No menos cierto es que el régimen político, que es “la causa eficiente” de la migración de más de cuatro millones de venezolanos, está en las peores condiciones de su desempeño, con sus capacidades de gobernanza disminuidas -convertidas en un revoltillo- y muy alejadas de la institucionalidad constitucional, y -por incómodo que sea decirlo- en nada parecido a dictaduras -documentadas por la historia, lejana o reciente- que aun cuando patean la Constitución, saben a dónde van con la administración de lo público: el régimen del sr Maduro ha devenido a una convergencia corporativa de intereses que han privatizado la gestión pública poniendo en peligro la esencia misma de la república y su razón de ser como expresión jurídica de la nación. Acá llegan como inmigrantes quienes ayer se fueron con la ilusión de algún día regresar llenos de nuevas y útiles experiencias, y de anhelos patrios. 

Esta “vuelta a la patria”, versión cínica y posmoderna del doliente poema de Perez Bonalde, hace imperativo -por encima de la crisis nacional, que suma otro escalón- solicitar de manera clara y terminante al régimen del sr Maduro que tome las previsiones, arbitre con eficacia y guarde las consideraciones necesarias para que esa llegada intempestiva y desesperada sea posible, y se mitiguen los traumas que ya de por si conforman ese regreso. El régimen está en la obligación de crear condiciones y apoyos necesarios de alimentación inmediata, de cuido médico y de asignación de transporte para que lleguen a sus sitios de origen, a sus casas, donde inicialmente residían, los ahora “inmigrantes” de su  propia tierra. Así mismo, preveer las medidas cuarentenarias sobrevenidas que el caso amerita, para proteger a familiares tanto de quienes regresan como de quienes estamos aquí. Se debe evitar que quienes regresan sufran una discriminación endógena a causa del temor -fundado- de posibles casos positivos del virus.

El régimen del sr Maduro debe informar convenientemente la estrategia a seguir en este caso, evitando el secretismo que en muchas otras oportunidades -y como recientemente ocurrió- ha rodeado lo que debe ser del conocimiento de la Asamblea Nacional, de Juan Guidó, como proponente de un plan de emergencia nacional que, sin ser profeta, se adelantó a este evento crítico que apenas comienza. Por la cuarentena que estamos viviendo, de irrefutables razones, el entorno situacional apunta a la emergencia de hechos que, de no abordarse cooperativamente, habremos de lamentar todos. La pandemia nos tomó sin condiciones mínimas de sostenibilidad, y hay escasez de alimentos y dificultades en la compra y adquisición de otros servicios básicos como agua y elementalmente condiciones para la protección de la salud, c?medicinas y antisépticos, entre otros. No hay transporte pues no hay gasolina. Todo esto hay que meterlo en la cesta de exigencias, tanto para Maduro como para Guaidó. Información que debe ser extendida, y consultada en el accionar, a los Colegios de Médicos, las enfermeras y todos los sistemas de apoyo, que deban estar enterados de tal manera que haya cooperación y coordinación para la recepción de más compatriotas que están llegando. 

Como es su costumbre -propio de regímenes filocatristas-  el régimen hará de esta desgracia un proceso de propaganda, de vanagloria con algunos prestanombres tarifados. Aunque la credibilidad de  Maduro está en su peor momento, lo preocupante es que esta circunstancia le sirva para arremeter aún más contra la libertad de expresión y contra periodistas. Contra partidos y sus dirigentes.

Esta nueva situación justifica plenamente el llamado de Guaidó a permitir la llegada de ayuda humanitaria. Es urgente. Los neo inmigrantes ya fueron una vez víctimas del mal gobierno: evitemos que lo sean una segunda vez.