Juan Pablo García: La desorganización voluntaria de una dictadura

Hay gobernantes que menospreciaron la expansión del coronavirus, creyéndolo algo demasiado circunstancial, quizá un antojo de los países más poderosos que desean arrinconar a China. Mientras que la emergencia planetaria arrancó con el saldo trágico y asombroso de muertos, en Ciudad de México dijo comérsela López Obrador con sus desplantes, sin ni siquiera aparecer con una mascarilla que es lo menos que se esperaba del gobernante que lo es, si es capaz de convertir cualquier gesto en un instrumento pedagógico. Ahora vemos el terrible saldo del descuido con Ecuador, a la vez que prosiguen los miles de muertos en Irán. Alguien podrá argüir que la Europa Occidental, sobre todo Italia, demuestra que la pandemia no distingue entre países organizados y desorganizados. En principio, es verdad, pero sólo en principio. Hay voces que advierten lo ocurrido en la península como parte de un fenómeno del desarrollo de las últimas décadas: más baratas, por ejemplo, las maquilas asiáticas produjeron todas las mascarillas del mundo, mientras que los países occidentales quedaron desprovistos ante la llegada del peligroso huésped.

No debe quedar duda que los países más organizados, han soportado mejor la llegada del coronavirus. Para los pelos de punta lo que ocurre en España, por citar un caso, pero allá hay Estado, hay médicos, hay servicios públicos que atenúan las consecuencias del mal originado, no por casualidad, en la China que censuró y le fregó la vida al médico Li Wenliang, descubridor dl COVID19. Pueden tener y tienen los ibéricos un mal gobierno de inspiración chavista (ojo, peligroso como el coronavirus), pero ahí está una sociedad coordinada, tiene instituciones, tiene prensa libre, tiene incentivos para que sus científicos pongan mano a la obra en relación a la enfermedad. U, otro caso, con todos sus problemas, hemos visto cómo en un hospital de Beirut los militares que tienen muy bien definidas sus funciones, le rinden honores al personal médico y paramédico de un hospital por los el testimonio de sacrificio que dan. Todo esto, no ocurre en Venezuela porque el socialismo se encargó de destruir el Estado a favor de las camarillas mafiosas en el poder que emplea a los seguidores más fanáticos para improvisar la atención pública cuando le da la gana de darla, rompió el tejido social básico, generó una enorme desconfianza y sospecha porque no hay reales ni insumos médicos que no se roben. En un 90% de mi país, es recurrente la falta de electricidad y no hay agua potable, en el mundo entero no se entiende que no haya gasolina en un país petrolero, los médicos son perseguidos y censurados, la gente teme por el definitivo desabastecimiento de los alimentos y de las medicinas.

Muy cierto, Maduro Moros decretó la cuarentena como se le antojó, pero no porque estuviese plenamente consciente del coronavirus y sus consecuencias, sino – aprovechándose de la pandemia – para establecer literalmente el Estado de Sitio, controlar a todos y cada uno de sus habitante, militarizar de largo y ancho a todo el país y motorizar una campaña nacional e internacional para que le quiten (y le quiten a todo su séquito) las sanciones internacionales. No por casualidad, sabiendo muy bien que son sanciones personales por actos delictivos, el asunto aparece en el decreto de Estado de Alarma de la usurpación. Su mejor pretexto es que no actúa porque le retinen la plata a Venezuela, la que fracasó al diligenciar una ayuda con el Fondo Monetario Internacional. Por eso, lo que se ven en las calles son miliares y policías, la Guardia Nacional y los organismos de “seguridad” patrullándolas a toda hora, con o sin uniforme, bien armados hasta los dientes. No se ven médicos ni enfermeras por aquí y por allá atendiendo a los pacientes, por falta de gasolina, de equipos e insumos apropiados. Como dijo mi amiga Lilibeth Sandoval, en Tinaquillo (estado Cojedes), la gente se queja porque piden mucho tapabocas, pero con el estómago bien vacío. Es una desorganización deliberada para sojuzgar, porque lo poco que hay se lo agarran para montar fiestas en Los Roques con los hijos de los enchufados que resultaron contaminados. Y he acá el gran pretexto: las sanciones, pero está consciente Nicolás Maduro Moros que juega con fuego, que pueden morir miles de compatriotas y, si fuera honesta y real su preocupación, aunque sea por un instante de lucidez, es mejor que se vaya del poder para salvarle literalmente la vida a los venezolanos, al que está prisionero en una casa o en apartamento sin nada con qué comer, al indígena arrinconado en el Arco Minero forzado a trabajar en las peores condiciones, al habitante de la barriada marginal que está depende del antojo de los malandros, a quien busca desesperadamente ayuda en Caripito, Chejendé, Las Galdonas, Lagunillas,Rubio, Corozo Pando, El Manteco, El Sombrero, la isla de Coche, Obispos, Bejuma, en todos lospuntos cardinales de mi Venezuela tan querida y sentida.