De “El Chacal de Güiria” a “El Pollo” Carvajal, por Vinicio Díaz Áñez

Los funcionarios que se ocupan ahora de cumplir las órdenes que bajan desde el epicentro del poder para perseguir, torturar y extorsionar en nada se diferencian a los que otrora formaban parte del cuerpo élite represor de Pedro Estrada. “El Pollo” Carvajal se acerca en un elemento común con el temible jefe de la Seguridad Nacional, como es haber dirigido la política policial de un organismo de inteligencia del Estado para preservar la estabilidad de un régimen.

Por Vinicio Díaz Áñez / lagranaldea.com





Para evitar que sus conversaciones políticas y estrategias bélicas no llegaran a oídos de los realistas, Simón Bolívar solía hablar en francés con sus interlocutores diplomáticos o militares. En un entorno cargado de intrigas, confabulaciones y desconfianza mutuas, el Libertador apelaba a menudo a tal recurso como parte de su arsenal personal de inteligencia y así conjurar actividades de espionaje.

Ante cualquier silencio o falta de acción prolongados por parte del enemigo, Bolívar ordenaba también contratar espías para conocer lo que se tramaba, y esa labor de inteligencia la recompensaba al costo que fuere. No hay evidencias de que haya ordenado practicar la tortura para extraer información de algún enemigo del bando opositor, lo que sí está registrado en la historia es que por sugerencia suya fue realizado un juicio al general Manuel Piar por sedición, y éste terminó fusilado.

No tuvo por supuesto un cuerpo de inteligencia militar o policial estructuralmente organizado, como tampoco lo tuvieron José Antonio Páez, los hermanos Monagas, Antonio Guzmán Blanco o Cipriano Castro. Quien sí se acercó a la necesidad de disponer de un cuerpo de inteligencia fue el dictador Juan Vicente Gómez a través de sus célebres y temibles “Chácharos”, denominación que recibía una milicia personal asaz rudimentaria y extremadamente cruel que adolecía de formación y con limitados conocimientos del arte del espionaje, la cual fue odiada por propios y extraños; toda vez que se semejaba más a una banda de soplones y matones sin escrúpulos a la que se le atribuyeron la mayoría de las torturas, desapariciones y asesinatos políticos ocurridos durante los 30 años que permaneció en el poder el llamado “Brujo de La Mulera”.

Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y los adecos de la Junta Militar que presidió Rómulo Betancourt, concibieron sus propios organismos de inteligencia para defenderse de las intrigas palaciegas. Fueron cuerpos de actividad eminentemente política que se ocupaban de combatir a sus enemigos y opositores, pero se tomaron la precaución de no incurrir en desmanes extrajudiciales.

Los fantasmas de la tortura y la persecución de la época gomecista recobran vida a partir de 1952, cuando desde Washington llega a Caracas un personaje que se convertiría, hasta 1958, en el hombre que ejercería una de las más despiadadas actividades policiales conocidas en el país. Se trató de Pedro Estrada Albornoz, conocido también como “El Chacal de Güiria” o Don Peter. Sólo mencionar su nombre generaba temor y crispación, según confiesan quienes vivieron los terribles años de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Pedro Estrada se encontraba en 1951 en la capital estadounidense donde había sido enviado tres años antes como agregado especial de la Embajada de Venezuela, por el entonces presidente de la reciente Junta Militar de Gobierno Carlos Delgado Chalbaud, quien, en noviembre de 1948, había encabezado el golpe de Estado que defenestró al presidente electo Rómulo Gallegos.

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