Luis Alberto Buttó: De cómo desgastarse

 

En todo momento, y bajo cualquier circunstancia, el autoritarismo es poderoso. Por esa razón se entroniza con tanta facilidad y, luego de que lo hace, es cuesta arriba derrotarlo. El autoritarismo es fuerte, incluso cuando desde el lado de la libertad que se le opone se le percibe con fortalezas disminuidas y serias limitaciones para maniobrar en su favor. En la dinámica que le es propia, el autoritarismo resiste hasta donde puede y hasta donde se le permite; no tiene de otra en términos de supervivencia. Lo primero depende estrictamente de él y lo segundo de quienes se le oponen. Las ilusiones no caben en la política: el autoritarismo nunca llega para irse pronto y la extensión del lejos la construye a como dé lugar; represión cruel y desaforada, compra de conciencias, desinformación al día, verbigracia. Salidas sin esfuerzo colectivo o por obra y gracia del azar y/o de ángeles protectores no existen. Al vacío conducen por igual el cansancio o la aventura.





La anterior es realidad incuestionable y hay que comprenderla a cabalidad para avanzar con certeza en el desmontaje de la maldad implícita en el reinado del autoritarismo. A fin de cuentas, todo espanto es vencible, sólo que a algunos de ellos, por razones propias de configuración, ejercicio y permanencia, cuesta más desmontarlos que a otros. No hay que olvidar que en cada proceso de rescate de la libertad hay puntos detonantes que activan el carácter irreversible del cambio; la verdadera inteligencia estriba en arrimar lo suficiente para que estos se produzcan. En el análisis de lo ocurrido y de lo que ocurre, comparaciones vis a vis con realidades diferentes, argumentadas con la misma premura con que varían los titulares de prensa, sólo conducen a la simplicidad de mira que confunde, pues no se repara en el hecho de que cada historia, por más que se parezca a otras, tiene su particular desenvolvimiento. Buen tino para aquellos que en otros lares supieron descifrar el asunto. Falta de tino para quienes en otras latitudes no terminan de identificar el derrotero. En todo caso, como siempre corresponde, lo que cabe es hacer la tarea y cesar la plañidera.

Luchas titánicas como las planteadas en contra del autoritarismo no se resuelven de la misma forma como se redondean los capítulos diarios que conforman la trama de una telenovela. Por más farandulera que puede ser una sociedad, y la venezolana lo es bastante, la política no puede ser una copia de “Cosita Rica” ni de “Natalia de 8 a 9”. En menesteres que demandan seriedad, como lo es la actividad política en todo momento y más que nunca en tiempos de acorralamiento, la búsqueda de protagonismo en primer plano es improcedente y el escándalo y la revelación de hoy no pueden servir de aliciente para alimentar la ligereza con que el barrunto de las nuevas horas sustituye al de las pasadas, para así mantener permanentemente alejada la mirada del asunto realmente sustantivo y trascendente. Los distractores no son más que eso y desenfocan la óptica de los sometidos para que estos o se desgasten en zarandajas o se devoren unos con otros, mientras quien tiene la hegemonía comunicacional goza una y parte de la otra al atrincherarse en el poder. No entender que de manipular la opinión y de sembrar cizaña entre sus contrarios el autoritarismo también vive es ser bien pendejo y hacerle la tarea al mal para que éste proyecte su narrativa y mantenga las riendas de la opresión.

¡Bienvenido twitter y todo lo demás! Unos engordan. Otros pierden masa muscular. Los últimos corren el riesgo de perderse el baile.

@luisbutto3