Los últimos acontecimientos de violencia merecen la condena unánime, sin rodeos, de todos los colombianos que creen en los valores democráticos. Es evidente que hay grupos que buscan desestabilizar el país.
Los graves acontecimientos que han ocurrido en el país en las últimas horas, y que han llevado al primer toque de queda en Bogotá en 42 años, merecen la condena enérgica y unánime, sin peros de ningún tipo, de todos los colombianos que creen en los valores democráticos.
No hay nada que pueda justificar los estallidos de violencia y la ola de saqueos que se han sucedido desde la noche del jueves, tras el paro nacional en que las centrales de trabajadores y otros colectivos exigieron al Gobierno, en marchas relativamente pacíficas, un cambio de rumbo.
Estamos, sin duda, en un momento crucial de la historia, en el que se ciernen serias amenazas contra la institucionalidad democrática y la convivencia pacífica en buena parte del mundo. Y, a juzgar por los hechos recientes, hay grupos interesados en que Colombia no sea una excepción.
Ello no significa que ignoremos, o que intentemos tapar, los graves problemas que aquejan a nuestra sociedad. Más allá del debate de si hay políticos tratando de capitalizar las protestas, o si las motivaciones de estas tienen en todos los casos justificación, es evidente que existe un malestar real en amplias capas de la sociedad.
Es un error intentar desvirtuar ese sentimiento de malestar con el argumento de que las condiciones de vida en el país han mejorado sustancialmente en los últimos años. Está demostrado que, en muchas ocasiones, la elevación de la calidad de vida acrecienta el nivel de exigencia de los ciudadanos, sobre todo si consideran que dicha mejora es insuficiente o volátil.
La alocución, anoche, del presidente recogió de manera atinada este complejo escenario en que se halla el país. Por una parte, lanzó un firme mensaje contra los violentos y, por la otra, reconoció la trascendencia de las marchas que recorrieron el jueves las principales ciudades colombianas. Es decir, no sucumbió a la tentación de utilizar la alteración del orden público para relegar a un segundo plano la masiva protesta.
El anuncio del mandatario de que convocará a partir de la próxima semana una “Conversación Nacional” es, en ese sentido, de enorme importancia para el país, sobre todo en esta coyuntura tan difícil. Su propuesta es convocar a los sectores sociales y políticos para construir una agenda que permita combatir la desigualdad social y la corrupción y avanzar en el camino de la paz.
Esperamos que este proyecto tenga éxito y no termine, como en tantas ocasiones de nuestra historia, enterrado en el olvido cuando amaine el temporal. Duque ha reiterado varias veces en las últimas horas que su Gobierno “sabe escuchar”. Tiene ante sí una oportunidad histórica para probarlo.
Publicado en el diario El Heraldo (Colombia) el 23 de noviembre de 2019