Ramón Peña: De golpes de estado

Juzgar una fractura del orden constitucional dilucidando simplemente si se trata o no de un golpe de estado, es un reduccionismo que puede soslayar la circunstancia real de los hechos. Tres casos:

El 11 de abril de 2002 se consumó un golpe de estado contra Hugo Chávez. Admitámoslo. Ese golpe se materializó cuando la alta oficialidad de las cuatro fuerzas desobedeció su orden de activar el anti insurreccional Plan Avila, para que los fusiles disparasen contra centenares de miles de ciudadanos inermes que manifestábamos en las calles de Caracas. De no ser por esos “golpistas, hoy esa fecha sería recordada como una escabechina comparable a la masacre de la Plaza Tiananmen en 1989.

El 4 de febrero de 1992, una sedición militar contemplaba asesinar al Presidente Carlos Andrés Perez en su residencia de la Casona, la cual fue atacada con armas de guerra. Los tanques dispararon contra el Palacio de Miraflores, mientras en la sede del Canal 8, baleaban a vigilantes inermes. Toda la acción dirigida por el Napoleón de Sabaneta desde su escondite en el Museo Militar. Decenas de muertos. La historiografía “progre” no registra esta jornada sangrienta como golpe de estado, fracasado pero golpe, sino como rebelión cívico militar…





Este 11 de noviembre, Evo Morales, Presidente de Bolivia durante 14 años, renuncia por sugerencia del jefe de las fuerzas armadas para restablecer el orden público. Tres eran las razones de protestas masivas en todo el país: 1. Morales ignoró el referendum constitucional de febrero de 2016 que le impedía postularse en una nueva elección; 2.En 2017, una teatral sentencia de su controlado Tribunal Supremo de Justicia le atribuyó el “Derecho Humano” a ser presidente vitalicio; 3.En la votación presidencial del 20/10 un grotesco fraude fue comprobado por la Comisión Técnica de la OEA. Si hubo o no golpe de estado ¿Cuándo y quién fractura el orden constitucional?