Guido Sosola: Quid ultra faciam?

Guido Sosola: Quid ultra faciam?

Universidad Central de Venezuela, año 1957 | Foto GS

 

El problema de las universidades sigue agravándose ante la indiferencia generalizada de la llamada clase política, tentada ahora por el juego electoral que antepone al propio cese de la usurpación que tanto perifoneó. Por supuesto, hablamos de un terreno específico y exigente en el que no se puede piratear, necesitado de la indispensable orientación opositora para correr juntos hacia la libertad, salvando la autonomía universitaria y la existencia misma de la universidad en Venezuela.

Corre el plazo literalmente ordenado por la dictadura para realizar los comicios a su manera, en febrero de 2020. Está a la vuelta de la esquina, pero la conducción parlamentaria se limita a pocas cosas, entre ellas, a realizar un debate donde desfilan varios oradores con un trillado mensaje e intervienen, como invitados especiales, dirigentes gremiales que lo repiten y, después, cada quien a su casa, quedando como una suerte de acto cultural de la escuela, donde sólo faltó bailar la burriquita.





Tamaña indiferencia es la que permite que surjan en importantes casas de estudios, maniobras destinadas a congraciarse con el régimen y obtener algunas prebendas inmediatas que por ley debe cumplimentar el tal ministerio de Educación Superior. El caso está en que se articulan aspiraciones muy definidas para “competir” en el venidero febrero, bajo las reglas inconstitucionales que desean imponerse: les da igual a los distintos aspirantes al solio rectoral haberse retratado públicamente en el consabido acto del Aula Magna y, por ahora, privadamente hacerlo con los funcionarios ministeriales para afinar una estrategia que convaliden la famosa sentencia del TSJ. ¿Total, no hay panas en la AN que comprenden bien la movida y, luego, un favor por aquí y, otro, por allá, no arregla todo?

Esta complicidad tácita y expresa, se explica por la cátedra que ha sentado la clase política, pues, compartiendo el CNE con el propio régimen del que dice abjurar, está presta a celebrar las elecciones presidenciales que Diosdado limita sólo a las parlamentarias. Entonces, ¿si la AN entra en combo con sus verdugos, qué más tenemos que hacer de acuerdo al latinazo que nos sirve de título? Sin embargo, algo muy diferente es el carnestolendo propósito de burlar la confianza ciudadana al asociarse con la dictadura para unos comicios de resultados ya cantados, y muy otra celebrar las elecciones de acuerdo a la Constitución y la Ley de Universidades para derrotarla y rechazar la parodia que cuenta con sendas complicidades en varias universidades.

Las generaciones recientes no supieron nunca de las célebres sillas de extensión de décadas anteriores, en las que se estudiaba pasada la medianoche en las seguras plazas públicas de ciudades y pueblos, y menos aún conocen el nombre de Jesús María Bianco (el infame, como lo llama nuestro amigo Nicomedes Febres), quien se convirtió en todo un símbolo de la autonomía universitaria, aunque ésta sirvió de burladero para la insurrección armada que, después de la derrota, vivió simplemente del presupuesto universitario. Parece mentira que por muchísimo más de lo que pasó antes, violentada y empobrecida cada universidad, la autonomía no sea una bandera nacional, al liderazgo opositor le importe un bledo su suerte y se imponga una suerte de cultura de izquierda que le da – al menos – el beneficio de la duda a los herederos de Bianco, hoy en el poder.