Ramón Peña: Octubre de 1945

Hace 74 años, casi al unísono, se oían gritos de aclamación en Buenos Aires y disparos en Caracas. Con menos de veinticuatro horas de diferencia, emergían al poder dos de los líderes más importantes de Latinoamérica en el SXX: Juan Domingo Perón y Rómulo Betancourt.

En la noche del 17 de octubre, Perón, por presión popular multitudinaria, era liberado de su prisión en la isla Martín García, en el estuario de La Plata, y trasladado a la Casa Rosada desde cuyo balcón exclamó: “¡Trabajadores, ustedes son el pueblo que representa el dolor sufriente de la madre tierra, al que vamos a reivindicar!”. Un mensaje seminal de quien ya era apreciado como redentor de la clase trabajadora, frente al talante clasista de las élites argentinas.

Desde entonces, el Peronismo, como expresión de sindicalismo corporativo, anti imperialismo, liderazgo carismático, nacionalismo, Estado autoritario, catolicismo social, populismos de todo pelaje, sirve de santo y seña para todo aquel que ambicione poder político en la Argentina. Sencillamente, “un sentimiento de los argentinos”.





En la mañana del 18 de octubre, un golpe de estado deponía al gobierno del general Isaías Medina Angarita e instalaba una junta de gobierno presidida por Rómulo Betancourt. Asociándose a una asonada, originalmente militar, Betancourt y su partido Acción Democrática se sirvieron del poder como piedra fundacional de las instituciones democráticas en Venezuela. Se consagró el voto universal, directo y secreto, incluyente para la mujer, la enseñanza pública obligatoria, los derechos sindicales y otras reivindicaciones fundamentales, que liquidaban los porfiados remanentes del Gomecismo.

Betancourt sembró la doctrina que apuntaló 40 años de democracia, basada en independencia de poderes públicos, alternancia en el poder y lucha incansable contra las dictaduras de la región. La solidez de su pensamiento la demostró con su ejemplar vida pública.

La huella de Perón perdura indemne en la Argentina. La de Betancourt ha sido borrada temporalmente por la infamia.