De “Estefanía” al “Carro de Drácula”: De cómo un mismo testimonio histórico se mimetiza con el paso de los años

 

Cadillac 75 Fleetwood

 

 





 

En estos días se cumplen 40 años del inicio de la retransmisión de la telenovela “Estefanía”, escrita por Julio César Mármol y transmitida por RCTV en 1979 en horario estelar, a lo largo de 121 capítulos de una hora, entre lunes y viernes.

Por: Julian Afonso Luis para lapatilla.com

Sería interesante que las cátedras de comunicación social y de actuación que aún existen en nuestro país rescaten para las nuevas generaciones de comunicadores y artistas las brillantes actuaciones de un elenco generoso en calidad y cantidad.   Esa producción catapultó al estrellato definitivo al ex bolerista José Luis “El Puma” Rodríguez justo antes que su  internacionalización definitiva motivara su separación de la novela y su reemplazo con el ascendiente Carlos Olivier.

“Estefanía” deleitó a la televidencia venezolana con un reparto brillante en el cual destacaron Pierina España, Gustavo Rodríguez, Tomás Henríquez, Arturo Calderón, Amalia Pérez Díaz, Renato Gutiérrez, María Conchita Alonso, Liliana Durán, Julio Jung, Argenis Chirivela, Henry Zakka, Charles Barry, Luis Rivas, Hazel Leal, Mahuampi Acosta, Agustina Martín, un jovencísimo Javier Vidal y un largo etcétera que valdría la pena consultar en You Tube, donde podemos hallar esta producción.

También “Estefanía” alcanzó importancia histórica por un detalle técnico nada intrascendente en el contexto latinoamericano;  fue la primera producción televisiva grabada y transmitida a color en nuestro país.  Pero más allá, esta novela tiene un interés particular en la historia contemporánea y la del automóvil en Venezuela, por que entre los vehículos usados para ambientar los días finales de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) hubo algunas limosinas Cadillac de 1955.

En “Estefanía”  las elegantes limosinas Cadillac 75 Fleetwood de 1955 pintadas de negro eran los vehículos de la ominosa Seguridad Nacional, el cuerpo de seguridad habilitado por la presidencia de  Marcos Suárez Figueres (versión novelada del Gral. Pérez jiménez brillantemente actuada por Luis Rivas) y eran usadas por Pedro Escobar (personificación de Pedro Estrada, realizada por Gustavo Rodríguez) y Manuel Fulvio Lanz (el esbirro Miguel Silvio Sanz, recreado por Tomás Henríquez).  Una de estas limosinas fue incendiada para dar realismo a la escena en la cual Luis Alberto Seijas “El Guácharo” (líder de la clandestinidad, encarnado por José Luis Rodríguez) y el bohemio luchador social “Chaquetón” (Javier Vidal) son víctimas de un atentado ejecutado por Escobar y Fulvio, creado por los libretistas para sacar a Rodríguez de la trama debido a su internacionalización.  Salvo error nuestro, fue la primera vez que los productores de una telenovela venezolana hicieron explotar un automóvil para consumo de la trama.

En 1955 las limosinas Cadillac 75 Fleetwood formaban un pequeño portafolio  integrado por los modelos Coupé De Ville y Sedán De Ville, y por los descapotables Serie 62, pues Cadillac era representada por GM Venezolana, quien importaba esos modelos y los ofrecía junto a los Chevrolet ensamblados en Antímano.

GM Venezolana importó en 1955 varias decenas de Cadillac. Alguno prestó servicios oficiales en el Gobierno y otros fueron comprados por los más prominentes políticos, militares y empresarios de la época.    Todos tenían motor de ocho cilindros en V y transmisión automática Hydra Matic, vidrios y asientos eléctricos, tapicería de cuero y/o textil, aire acondicionado y otros accesorios.  También eran lujosos por otro detalle;  la calidad de los materiales usados en su hechura.

Todavía en 1979 –a dos décadas escasas de la caída de Pérez Jiménez- no era difícil ver unidades Cadillac 1955 rodando por las rutas venezolanas debido a su gran calidad de diseño y hechura.  En la Avenida Libertador de Caracas, cerca de la estación del Metro de Colegio de Ingenieros, un negocio de compra-venta especializado en vehículos antiguos de lujo solía tener unidades disponibles.   En El Rosal un aficionado tenía varios clásicos americanos de los años ’50 y ’60 entre los cuales destacaba una impecable limosina Cadillac con techo pintado en gris “para que funcione mejor el aire acondicionado”.  La vendía en Bs.55mil (de los que no eran ni fuertes, ni soberanos), lo cual era más o menos lo que costaba un Chevrolet Impala o un Ford Futura de agencia.

Hasta 1979 los aficionados venezolanos se referían a los Cadillac 1955 como “iimosinas” pero a partir de entonces comenzaron a identificarlos como los Cadillac “Estefanía”.   Y es que nuestra afición siempre ha sido muy creativa al dar nombres coloquiales a ciertos carros influyentes como los Mercedes “caja de fósforos”, los Cherokee “John Lennon”, los Ford “llorones”, las Toyota “Samurai” o los Fiesta “balita” llegando esa brillantéz a ser usada a veces por las ensambladoras locales para sus productos, como ocurrió con el Chevrolet “Súper Salvaje”.

Y así, la historia nos lleva en los mullidos asientos del Cadillac hasta nuestros días, en los que de nuevo las limosinas “Estefanía” se hacen relevantes.    Varias de las unidades originalmente importadas por GM Venezolana han sido conservadas para la posteridad y funcionan igual que como cuando eran nuevas.   O como cuando RCTV las usaba en sus novelas.

Entre las varias unidades Cadillac 75 Fleetwood que han llegado a nuestros días está la que perteneció al coleccionista Antonio José Arvelo, quien  la llevó varias veces al Museo del Transporte de Caracas.  Allí fue posible admirar sus lujosos acabados y asombrarse con detalles como la existencia de cinco (sí… cinco) encendedores hasta que su dueño la vendió al Gobernador de Carabobo, Rafael Lacava.

Quienes hemos estado pendientes del agitado acontecer nacional, no hemos sido indiferentes al modo en que el Gobernador de Carabobo optó por desligarse de las opulentas camionetas tan apreciadas por quienes hacen parte de la política nacional y prefirió asociarse a un carro lujoso y señorial, tal como hacían los gobernantes venezolanos desde que en 1907 Cipriano Castro recibió como regalo del gobierno francés una limosina Darracq con chofer y todo, que acabó usando su esposa doña Zoila porque su marcha sobre los adoquines capitalinos “jodía los riñones”.

Tras cambiar de dueño, la limosina Cadillac de Arvelo no tardó en ser trasladada a Valencia y allí se hizo notoria.  El Gobernador la llamó públicamente “el carro de Drácula” (parafraseando el monólogo del humorista Emilio Lovera) y declaró que su intención era usarla para monitorear y fiscalizar personalmente las actividades cotidianas en el Estado Carabobo a fin de evitar ilegalidades.   De inmediato la siempre creativa sabiduría popular venezolana le bautizó como el “dracumóvil”, aludiendo al gusto del funcionario por el personaje del novelista Bram Stoker.

Tal como en sus tiempos de “último modelo” en 1955 o como en 1979, cuando un libretista televisivo la usó para reeditar tiempos históricos, la limosina Cadillac “Estefanía” vuelve a verse asociada a la vida política e histórica venezolana, convirtiendose en uno de esos autos que por haber sido en su día muy bien diseñados para el propósito por el cual fueron creados,   parecen destinados a  enfrentarse con ese destino una vez,  y otra, y otra…   No en balde, el primer carro llegado a nuestro país también fue de marca Cadillac.