Simón García: La apuesta por Guaidó

Simón García: La apuesta por Guaidó

La gente no ve en el presidente (e ) de la República un mesías. Mira un dirigente nuevo y joven, que irrumpió para asumir una gran responsabilidad. Su luna de miel es tipo cuarto menguante y el halo de endiosamiento que encapsula a los caudillos, delgado y precario. Tal vez por eso, el apoyo que recibe Guaidó contiene la disposición de meter el hombro para ayudarlo en su tarea. No se le contempla como un héroe Marvel.

Paradójicamente su terrenalidad, esta falta de carisma, este ser percibido como un común es una de las fortalezas del presidente. Se le pueden señalar errores; pero, es quien ha llevado la bola más lejos. Y, en el campo opositor,  mantiene la posesión del balón.

Entre las perplejidades de su liderazgo hay que señalar que cuando todos los dirigentes principales de la oposición le brindan su apoyo y se eximen de guindar un tendedero de quejas en público, algunos adictos a la crítica al blanco denuncian a Henrique Capriles, Henry Ramos, Manuel Rosales o Henry Falcón  de ceder a los extremistas. Los acusan de temerle al deslinde, en vez de celebrar que apoyen a Guaidó y a la AN.





No es por fe, virtud teologal de creer sin ver, que el país descontento sigue respaldando a Guaidó y exige a los partidos que amplíen y manejen con inteligencia tanta unidad como lo requiera el triunfo. Oslo evidenció un camino que indica que si es posible un cambio como resultado de un acuerdo, entre partes, para formar un gobierno de unificación nacional y realizar elecciones con un nuevo CNE y las exigencias de comicios libres.

En esta perspectiva, los actos de rebeldía deben ser útiles para alguien y algo, deben vigorizar una ventaja competitiva frente al gobierno, recomponer la capacidad de negociación de la oposición; en vez de escenificar amenazas sin tener con qué, golpes al vacío o el empecinamiento en prolongar la táctica dirigida a excluir la negociación con Maduro y fracturar a la FANB. Eso fracasó. La estrategia real se enfoca en el cese democrático y negociado de la usurpación.

El giro radical de Guaidó, autorizar la negociación,  incendió de furia a los extremistas y lanzan fantasiosas propuestas en dirección contraria a una comunidad internacional que actúa para montar una negociación que asegure un acuerdo de gobernabilidad después de Maduro. El extremismo de la oposición y del gobierno coinciden en dinamitar el puente escandinavo. Para ellos, el acuerdo es kriptonita.      

Uno y otro extremismo intentan rematar la confianza en la vía electoral y alucinan con el 7 de caballería ocupando la escena. Desesperados apelan a una estrategia de hora loca de la cual hay que deslindarse con palabras y hechos. Guaidó debe dar ese paso y generar una alianza entre radicales y moderados. VP, si quiere impulsarlo, debe liberar al presidente (e)l de disciplina partidista.  

Maduro se resiste al camino electoral, democrático, constitucional y pacífico. La hora ya no es suya, sino de entendimientos, entre opositores y chavistas, que desean poner fin a la destrucción del país y moldear juntos una transición que comience por superar la crisis humanitaria y sustituir armas por votos.

El régimen autoritario no continuará mucho tiempo en pie si las fuerzas democráticas de cambio, desde la oposición y el gobierno, deciden convivir. Maduro bloquea la transición, Guaidó quiere ser líder del país. La apuesta es clara, porque es preferible equivocarse con Guaidó que acertar con Maduro.