¿Dónde está el perjuicio real causado por Google, Amazon, Facebook y Apple?

¿Dónde está el perjuicio real causado por Google, Amazon, Facebook y Apple?

Celular plegable / Foto vía Infobae

 

Ryan Bourne indica que ante la hostilidad hacia empresas gigante de tecnología como Amazon, Facebook, Google y Apple, los políticos y reguladores deben recordar que el predominio de una empresa no necesariamente deriva en perjuicios al consumidor.

Por lapatilla.com





Si usa Facebook, Amazon, Google o un teléfono iPhone de Apple, entonces el congreso y las agencias federales temen que usted podría ser víctima de un comportamiento anticompetitivo por parte de estas empresas. El Comité Judicial del Congreso ha anunciado “una investigación integral del poder de mercado que tienen las gigantescas plataformas tecnológicas”. El Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio de igual forma están dividiéndose estas empresas para realizar sus propias investigaciones.

Estas investigaciones generarán muchas afirmaciones y refutaciones acerca de los supuestos perjuicios económicos causados por estas empresas o del potencial de que estos se den. Pero considerando los debates actuales, los políticos y reguladores podrían cometer dos grandes errores en su análisis: definir mal el mercado en el que operan estas empresas, y reformar políticas basándose en predicciones altamente especulativas acerca del futuro.

Detrás de Microsoft, las cuatro principales empresas tecnológicas son las empresas estadounidenses más grandes según su capitalización de mercado. Operan en varios sectores, y la mayoría de las personas interactúan con al menos una de ellas prácticamente todos los días. Como resultado de esto, ocupan un status de “monopolio psicológico” en nuestro discurso público. Estas empresas son tan sinónimas con sus industrias primarias —redes sociales, comercio en línea, motores de búsqueda y teléfonos— que es difícil para la gente imaginarse una competencia relevante para ellos.

Pero un primer paso para determinar si las empresas realmente están comportándose de manera anti-competitiva es definir los contornos de sus mercados. Esto es sorprendentemente difícil. ¿Está Google compitiendo en el mercado de venta de comerciales (dado que los anunciantes son los clientes que le pagan), de venta de comerciales digitales, o en el mercado de motores de búsqueda?

¿Debería ser Facebook considerado como un vendedor de espacios para comerciales o como una red social? Podríamos, como Nick Clegg de Facebook sugiere, considerarla como una empresa que compite en sub-mercados, tales como mensajes, distribución de fotos, almacenamiento de contactos y más? ¿Es Amazon un comercializador de líneas de productos individuales, un comercializador digital o una plataforma para que otros vendan sus productos? ¿O las tres cosas al mismo tiempo?

Y, ¿es Apple principalmente manejada como una empresa de teléfonos o como una plataforma para productores de aplicaciones?

Como respondemos a estas preguntas determina qué tan “dominante” las empresas parecen. Incluso en ese momento, el tamaño de una empresa nos dice poco acerca del bienestar del consumidor. Los efectos de red (el valor de un servicio creciendo conforme aumenta el número de usuarios), las economías de escala y los abundantes datos de usuarios pueden crear mercados en los que los consumidores de hecho se pueden beneficiar de que una empresa domine el mercado por algún tiempo, todo esto mientras que nuevas tecnologías y empresas compitan con ella a lo largo de periodos más largos.

En ausencia de evidencia contundente de que estas empresas realmente perjudican a los consumidores, los partidarios de dividir o regularlas dicen que estos fenómenos económicos podrían crear barreras de entrada que le dan a estas empresas un dañino poder monopólico en el futuro. En su artículo “La paradoja antimonopolio de Amazon”, la abogada Lina Khan explícitamente argumentó que las autoridades antimonopolio deberían “preguntarse cómo se verá el mercado en el futuro”. Si eso suena familiar podría ser porque es una variación de la película “Minority Report” de Steven Spielberg, cuya trama trata acerca de detectives que utilizan la información que reciben de oráculos proféticos para atrapar a los criminales antes de que realmente cometan un crimen.

Dado que hace un cuarto de siglo Facebook, Google y Amazon ni siquiera existían, este fatalismo acerca de monopolios duraderos parece estar fuera de lugar. De hecho, muchas empresas importantes han dominado mercados que han coincidido con estas características económicas antes, y fueron desplazados por empresas nuevas o productos mejores.

Casi los mismos argumentos acerca de cómo los “efectos de red” podrían hacer que Facebook y Google se vuelvan monopolios arraigados fueron utilizados en contra de Myspace, Internet Explorer de Microsoft e Instant Messenger de AOL. Los analistas se preocupaban de que los administradores de páginas Web estaban optimizando sus sitios para Internet Explorer debido a su uso altamente difundido y que esta práctica osificaría el mercado de navegadores a favor de Microsoft. En el caso de AOL, 40 empresas escribieron a la Comisión Federal de Comunicaciones pidiéndole que haga la red de AOL compatible con todas las demás. Por supuesto, Myspace se volvió obsoleta gracias a Facebook, Internet Explorer debido a Google Chrome, y AIM gracias a, bueno, muchas empresas (hay muchas aplicaciones que permiten recibir y enviar mensajes instantáneos).

Pero no son solamente los efectos de red. En 2007 Forbes estaba publicando artículos acerca de cómo las economías de escala de Nokia podrían constituir una barrera de entrada a los rivales. Las crecientes ganancias estaban generando “más dinero para invertir en investigación y desarrollo”. Se decía que la supuesta superioridad tecnológica de Nokia significaba que “ninguna empresa de telefonía móvil alguna vez sabrá más acerca de cómo la gente usa teléfonos que Nokia”. Ese año se lanzó el primer iPhone.

Hoy, los grupos de consumidores se quejan del supuesto poder monopólico de Apple con su tienda de aplicaciones. Dicen que es injusto incluirla en su teléfono mientras que prohíbe otros medios para descargar aplicaciones. No obstante, argumentos similares se esgrimieron acerca de la incapacidad de los iPods de Apple de tocar canciones que no eran descargadas de iTunes. Por supuesto, los desarrollos en el mercado de compras de música, celulares y tecnología de parlantes completamente separaron la compra de música de los aparatos para escuchar música. El punto aquí no es que los actuales gigantes de la tecnología son incapaces de comportarse de forma anti-competitiva o de perjudicar el bienestar de los consumidores. El punto es ante la cacofonía de hostilidades hacia estas empresas, los políticos y reguladores deben estar conscientes de la necesidad de definir de forma precisa los mercados, reconocer que el predominio de una empresa no necesariamente deriva en perjuicios al consumidor, y notar que las predicciones económicamente deterministas acerca de monopolios duraderos tienen poco respaldo histórico.


Ryan Bourne es catedrático R. Evan Scharf para la Comprensión Pública de la Economía en el Cato Institute

Tomado de El Cato