José Alberto Olivar: Desprecio por la juventud

José Alberto Olivar: Desprecio por la juventud

José Alberto Olivar

Vanas y huecas consignas resultan aquellas que el chavismo totalitario esgrime sin cesar para pretender insuflar emoción a sus contados adeptos. Sobre todo cuando la audiencia está formada por muchachos y muchachas que por razones utilitarias o no, acuden obedientes a escuchar bravuconadas oficiales y presenciar los adiposos bailoteos de la tiranía.

¡Viva la juventud! Chillan los moderadores de la satrapía, dicen elogiar los jóvenes recordando las glorias del pasado independentista y surten de dadivas corruptoras a los más vivaces mozalbetes. Los otros, la masa juvenil queda para una chamba ocasional cuya principal actividad es acudir prestos a la marcha, concentración, desfile, adiestramiento “cívico-militar” o peor la fungir de soplones de la tiranía.

Ellos representan la materialización del “Hombre Nuevo” que la militante ideología de género ni siquiera ha sabido cuestionar. Tanta alharaca, no oculta más que el verdadero desprecio por los muchachos y muchachas que hacen las veces de adeptos de un proyecto alienante y curtido de viejas abominaciones.





Mientras la juventud le sea fiel hasta el suplicio y rinda culto a la tiranía patriarcal, todo va bien. Pero cuando se presentan muestras de la impetuosidad propia de la edad primaveral, entonces los capitostes del régimen sacan a relucir su verdadero sesgo castrador y lacerante.

Insistir en descalificar al joven diputado Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional y reconocido mundialmente como Presidente interino de la República, de “muchacho”, “marioneta del imperio” sin raciocinio propio, es prueba reveladora del profundo desprecio por la juventud, por la renovación natural de los mandos, por la alternabilidad republicana, por las nuevas ideas, en fin, por el peligro que representa para los anquilosados mandones la posibilidad cierta de su desplazamiento definitivo.

Es que ni aún en las propias filas del chavismo totalitario hay un verdadero semillero de relevo político, los rostros que hacen las veces de líderes emergentes, son parte de una corrupta nomenclatura que los ha filtrado previamente y envejecido sus ideas y potenciales acciones para convertirlos en dóciles instrumentos, ya sea de propaganda o de la roñosa burocracia.

Frente al mamotreto que vocifera un poder que no es tal, se alza un líder joven, una voz fresca, una promesa verdadera, una voluntad de andar con pie firme hacia la recuperación de Venezuela. Representante de una generación de muchachos que valientemente gritaron ¡No a la dictadura! ¡No al abuso! ¡Sí a la Libertad! ¡Sí a la Democracia!

Es la hora del cambio, tras veinte años de discursos falaces y petrificados en la malevolencia.