Alienationem, por Guido Sosola

Alienationem, por Guido Sosola

Una cosa es sentir atracción y hasta entusiasmo por determinados regímenes y, muy otra, vivirlos y sufrirlos. La curiosidad y el acercamiento también se convierten en una fuerte alienación que, por lo visto, no es exclusiva de los regímenes capitalistas, por mucho que Marx así lo entendiera y Ludovico Silva lo confirmara, prestigiándose más allá de la poesía, al hurgar en los pergaminos y el idioma en el que originalmente el asunto fue planteado.

No existe experiencia totalitaria alguna, frustrada o consumada, sin una profusa, profunda y sofisticada campaña propagandística que despierte una poderosa, excelsa e inmarcesible ilusión. Y los problemas que pudiera generar, como lo hace, por trágicos que fuesen, como los son, los refieren a unas burdas circunstancias, así ellas se acumulen por décadas.

Nuestra adolescencia fue sorprendida por la caída de Allende y la instauración de una feroz dictadura que pareció reivindicarlo, recordando por siempre la sintonización en el litoral, por mi hermano mayor, del discurso alusivo de Fidel Castro, gracias a un aparato de espléndidas bandas que le dio alcance a Radio Habana, en una noche despejada del litoral central. Y, al igual que toda la prensa nacional, a la que estuvimos expuestos a lo largo de la juventud, el corto experimento socialista supo de una versión extraordinariamente romántica que, a punta de Quilapayún, se convirtió en un lugar común.





Las apariencias suelen engañar y, aunque quebrábamos lanzas contra la dictadura militar, animados por su denuncia en actos propios de una juvenil militancia política, hubo simpatías hacia el médico mártir que pronto pisaron la desconfianza y, luego, la decepción. Todavía conservamos el ejemplar de una revista chilena, “Política y Espíritu”, obsequiado por un dirigente adulto del partido, útil para aquellos viejos y espontáneos debates de ocasión, en el que daba cuenta de la obscena intromisión cubana que dejó en pañales a la estadounidense, los tres años de inflación, carestía, violencia y éxodo que, olvidada la lección, anunciaba lo que hoy se muestra en Venezuela: una colosal tragedia.

Hay países democráticos de una izquierda marxista aturdida y minoritaria, o exitosa y creciente, hábilmente enmascarada, como ocurrió entre nosotros al abrir el presente siglo, que no sólo reivindican al chavismo, sino tratan de imitar su fraudulento tránsito hacia el poder. E, incluso, tratándose de sectores ajenos a la capilla ideológica, hasta lo justifican por un generoso esfuerzo de comprensión y, así, en nuestro primer viaje a Alemania, a principios de los dos mil, fueron numerosas las observaciones que hicimos a los anfitriones ganados por una interpretación catastrófica del país petrolero que los insospechados y nuevos elencos del poder estaban predestinados a redimir.

Días atrás, un amigo envió la emocionada traducción personal de un capítulo al que accedió, del libro “Fear: Trump in the White House” de Bob Woodward, próximo a lanzarse, no sin reconocer que esto sólo sucede en las democracias liberales, recordando la defenestración de Nixon, cuyo origen estuvo en las investigaciones de un periódico, adelantadas años atrás por el autor, junto a Carl Bernstein, para The Washington Post. Cosa parecida no ocurre en la Venezuela que no se sabe y constituye un delito indagar sobre las cifras oficiales y reales de inflación, salubridad, migración o escolaridad, o, al menos, no es posible la filmación y comercialización de algo equivalente a “Citizen Kan” de Orson Welles, o “Deadline – U.S.A.” de Richard Brooks que, por cierto, pudimos ver por recomendación del amigo remitente (https://www.youtube.com/watch?v=SmJtn0sohmE). Sin embargo, el libérrimo debate sobre la administración Trump, genera condenas, pero regímenes como el de Venezuela, Cuba, Corea del Norte y otros, una inaceptable comprensión, ya que, simplemente, no se les padece.

Esta ya larga nota surge de otra noticia, como es la aparición de otra expresión de la izquierda marxista en Alemania, liderada por la atractiva parlamentaria Sahra Wagenknecht, en la búsqueda de un inédito camino hacia el poder (https://www.dw.com/es/presentan-nuevo-movimiento-de-izquierda-alem%C3%A1n-para-desencantados-de-la-pol%C3%ADtica-tradicional/a-45345567). La más elemental minería de datos, arroja una evidente simpatía con la actual dictadura venezolana que no debe asombrar, como tampoco ocurre en la consabida España de Pablo Iglesias, añadido el colaboracionista Pedro Sánchez, pues, refleja algunas facetas de las enajenadas relaciones políticas de la llamada post-modernidad.

Tratamos de movimientos que buscan oxigenarse en el debate político, apelando a las más “novedosas” banderas del momento, solidarizándose con causas que no conocen y hasta les importará un bledo conocer, para atender y aprovechar a un electorado cautivo. En un país en el que el Estado financia las actividades partidistas ciertamente representativas, dudamos que la señora Wagenknecht tenga interés en el financiamiento de su solidaridad, por esta dictadura, o que disponga de emisarios a lo Juan Carlos Monedero para diligenciarlo, pero ella, como muchos otros, tienen al menos el deber de medir sus simpatías, porque la bolivariana es una revolución de las más fraudulentas de la historia.

Según la costumbre, al latinazo cabe un refrán popular: nadie aprende en cabeza ajena. Hay que vivir y sufrir esto, para entender las dimensiones de la tragedia.