Luis Alberto Buttó: La resurrección de la patria

Luis Alberto Buttó: La resurrección de la patria

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Al final de la Semana Santa, atrapados como estamos la mayoría de nosotros en medio de la conjunción inevitable de la racionalidad producto de la interpretación de los hechos con la emocionalidad causada por el sufrimiento de esos mismos hechos, cabe poner por escrito la angustiante pregunta que retumba en mentes y corazones: ¿renacerá la sociedad venezolana de las cenizas a las que la redujo la impía revolución bolivariana? La respuesta por sencilla no pierde complejidad: depende de los papeles que cada quien represente; roles ya descritos en cierta historia por todos conocida.

Los que se adelantan al amanecer para esconderse entre la multitud, creyendo que al ocultar nombre y rostro la iniquidad del poder no los alcanzará, deberían entender, de una vez por todas, que es inútil el afán por mimetizarse. En los caminos de la satrapía nadie está a salvo. Algunas veces tarde, y en otras lamentablemente muy temprano, la vesania de los déspotas, y las carencias infinitas causadas por el gobierno de estos, tocan a cada puerta. De nada vale negar tres veces lo que es cuesta arriba ocultar. Bien les vendría saber a estos desenmascarados por el canto del gallo que la mácula de la cobardía se lava cuando se entiende que todos podemos mostrar fortaleza en los trabajos requeridos para erigir la iglesia venidera.

Los que van de un lado al otro exigiendo ver heridas para comprobar lo que su falta de fe les impide creer, han de saber que con descreimiento no se construye futuro alguno. Lo que ha de venir vendrá, independientemente de los argumentos en contrario cocinados por quienes abrigan dudas en el camino. Invariablemente, el mañana se edifica con el empeño puesto por aquellos que no titubean en hacerlo realidad, pues desde el principio tienen claros la responsabilidad y el compromiso implícitos. Nadie llega a ser profeta si vacila acerca de la buena nueva.





Los discípulos pródigos no conquistan este sitial mediante trapacerías. Se ganan la honrosa distinción con trabajo constante y firmeza demostrada al mantener inquebrantable la alianza sobre la cual se sustenta el triunfo de la equidad. Ni el ostracismo ni los suplicios les amilanan a la hora de difundir la verdad. Al desplegar la constancia que le es propia, suman a la escritura del triunfante capítulo final del evangelio que hoy toca. En contraste, los practicantes de felonía, los que acumulan denarios arrojados con asco por la maldad reinante, agregan imbecilidad a la deslealtad, pues en modo alguno encuentran solaz para disfrutar lo que por ambición recibieron en contraprestación a la ruindad en que incurrieron. A donde vayan cargarán consigo el oprobio de ser lo opuesto a lo que la dignidad demandaba. En todo lugar habrá quien los reconozca. En todo momento habrá quien los señale. La memoria histórica es implacable.

Mención especial merecen los que hacen las veces de prefectos de la Judea sojuzgada. Desprovistos de cualquier atisbo de moralidad, en el fondo no son más que tristes y oscuros funcionarios que concursan por demostrar brutalidad en la represión que pretende acallar las demandas de redención. Crueldad infructuosa, empeño fútil. Nadie consigue aplastar eternamente el grito de los desposeídos. Como corolario de tan nefasta gestión, algún día la justicia los alcanza. Es recomendable que recuerden que al llegar el tiempo de la probidad, de nada les habrá servido reclamar con desespero la jofaina para intentar enjuagarse la deshonra que los cubrió. Años y años más allá, su nombre permanecerá grabado en el inventario de la ignominia. El desprecio será su marca indeleble.

Necesitaremos más de tres días, pero los venezolanos caminaremos de nuevo por la senda de la libertad y el progreso.
Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3