“Caracas, ciudad muerta” Reportaje del diario La Repubblica (Italia)

“Caracas, ciudad muerta” Reportaje del diario La Repubblica (Italia)

Un chef en el trabajo durante un apagón (Ansa)
Un chef en el trabajo durante un apagón (Ansa)

 

“La capital de Venezuela se ve gravemente afectada por la crisis. Tiendas con rejas a medio abrir, violencia en las calles, aumento de la pobreza y más y más personas huyendo a los países vecinos”.

Este es el ante título del reportaje de Daniele Mastrogiacomo publicado por el diario italiano La Repubblica, que se lo traemos a ustedes en traducción libre del italiano por lapatilla.com





Las tiendas cierran, los supermercados están vacíos

Los colores también han desaparecido. Las fachadas ahora son grises, compactas, uniformes, divididas solo por rejas y las contraventanas cerradas como si quisieran expresar un gran duelo. No se sabe cuándo volverán a abrir. La crisis golpea fuerte en Caracas. Nicolás Maduro no se da por vencido, pero es obvio que no puede administrar un país. Un día, una librería, otro el peluquero amigo, luego el bar, al que se iba todas las mañanas y el restaurante.

Las calles comerciales, una vez animadas, alegres y ruidosas, son un desierto. Las tiendas sin ropa, con los maniquíes desnudos, pocos clientes que pasan lanzando miradas melancólicas. La depresión no es sólo humana: con la comida que es escasa, las familias ven obligadas a comer sólo una vez al día, con las colas en los supermercados, incluso desabastecidos, esperando por productos que nunca llegan. Es una depresión económica que transforma la propia Caracas. El producto interno bruto de Venezuela cayó otro 14 por ciento en 2017, según el Fondo Monetario Internacional; ya había caído por un 16 el año anterior con la inflación superando el 2.400%.

Incluso los negocios tradicionales donde se venden arepas día y noche, como la famosa Doña Caraotica o la Casa del Llano, que eran visitas obligadas en los amaneceres después de las incursiones en las discotecas el fin de semana, han cerrado sus puertas. Lo mismo ocurre con los restaurantes Punta Grill y La Fonda, hitos en Altamira, La Castellana y Las Mercedes, eventualmente tiraron la toalla. Quien ha visitado Caracas en las últimas semanas habla de una ciudad rodeada de un clima aburrido y sombrío. Una anomalía para una ciudad otrora siempre viva y ruidosa, con el volumen de la música bailable que salía de las casas y los locales. “es una ciudad sin comercio“, dice abatido Victor Maldonado, presidente ejecutivo la Cámara de Comercio de Caracas, “es una ciudad muerta“. “Incluso las areperas“, afirma, “el símbolo de la tradición culinaria de los venezolanos, comienzan a ser una especie en extinción“.

Caracas tiene 40 mil tiendas. Nueve de cada diez son pequeñas tiendas familiares. “Hace 15 años”, recuerda Maldonado, “había 80 mil. Pero la pobreza y el hambre los redujeron a la mitad. Los tarantines de calle son las únicas que han resistido porque los propietarios pueden prescindir de los empleados, siguen adelante, se cierran y abren sabiendo que no pueden comprar los dólares del control de cambio del gobierno que han podido solo 20 mil de más de 200 mil que todavía resisten en toda Venezuela“. El miedo y la violencia contribuyeron a esta desolación. Hay una especie de toque de queda autoimpuesto que se dispara a las 7 p.m. Con la oscuridad, las calles permanecen vacías y es raro ver transeúntes que se aventuran en el silencio de la ciudad. Esto no ocurre solo en el centro o en los barrios populares. Incluso en las zonas frecuentadas por jóvenes y estudiantes, los restaurantes típicos siempre están llenos porque hoy abren solo por la mañana. El restaurante chino Aiqun, en Colinas de Bello Monte, en el sureste de Caracas, cerró en enero. Otras tiendas y tiendas asiáticas, famosas por sus precios de oferta a los que vendían cervezas y sándwiches, ya se dieron por vencidas el año pasado. Discovery Bar, el lugar donde tocaron muchas bandas de rock y raggaetón, cerró sus puertas. El último concierto en vivo fue en septiembre pasado. ya se dieron por vencidos el año pasado. Discovery bar, el lugar donde tocaron muchas bandas de rock y raggaetón, cerró sus puertas. El último concierto en vivo fue en septiembre pasado.

No solo existe la sensación generalizada de inseguridad y los controles obsesivos de los hombres del gobierno detrás de este desastre. Caracas ha aguantado más que otras ciudades del interior de Venezuela. Pero los repetidos apagones de electricidad, las interrupciones en la distribución del agua y la red de internet hacen que todo sea más difícil. En octubre pasado, dos tercios de las tiendas de la capital estaban dispuestas a bajar las santamarías. Mucha gente quiere irse de Venezuela. De mala gana, pero sienten no tienen alternativas. Están obligados a hacerlo. El 70% de los jóvenes de entre 15 y 25 años ya no ve un futuro en el país. Trabajan para reunir el dinero para comprar un boleto de avión. Quien no puede pagarlo, huye por tierra. A bordo de autobuses, de autos completos con artículos para el hogar, en motocicletas y bicicletas, a menudo a pie. El objetivo es la frontera con Colombia, la más cercana. Pero también al sur: Ecuador, Perú, Chile. Para empezar de nuevo. Esperando a que Venezuela vuelva a ser el paraíso de América Latina.