Emilio Nouel: De nuevos ricos a nuevos pobres

Emilio Nouel: De nuevos ricos a nuevos pobres

thumbnailemilionouelNov2014

Los que ya alcanzamos una cierta edad en esta que llamaron “tierra de gracia”, podemos testimoniar ese proceso de varias décadas que va de la Venezuela opulenta, la de las grandes autopistas y carreteras envidiadas por el resto de Latinoamérica, la de los restoranes con chefs europeos afamados y automóviles último modelo surcando calles y avenidas, a la calamitosa situación y de ingentes penurias a que nos han conducido estos años de revolución bolivariana, en la que la economía está al borde del precipicio y los servicios públicos están casi colapsados, entre otros males.

Sin duda, de esa involución degenerativa que ha afectado lo político, la economía y la moral, podemos hoy dar fe amargamente.





Adonde fuéramos, siempre éramos vistos como nuevos ricos, sobre todo, los vecinos de la región latinoamericana que no gozaban del maná petrolero. Recuerdo que cuando asistíamos a reuniones de organismos internacionales en otros países, llegar a un hotel 5 estrellas era normal para un funcionario gubernamental medio y bajo venezolano, cuando los de otras naciones se hospedaban en hoteles más modestos y con viáticos menores a los nuestros. En el fondo, había una cierta animadversión respecto de lo que consideraban era una ostentación de parte nuestra.

En cierta ocasión que me toco coordinar una delegación venezolana, y en vista de que el resto de las delegaciones se alojaban en un sitio distinto, más modesto, me vi obligado a convencer a mis compañeros venezolanos para que nos mudáramos adonde estaban los demás, y así evitar los malos ojos.

De todos modos, nunca dejaron de mirarnos como los presuntuosso nuevos ricos del vecindario, los arrogantes venezolanos, despilfarradores, los del célebre “ta’ barato, dame dos” mayamero. El 4,30 por dólar de la época nos hacía poderosos y con gran capacidad de compra. Y de eso, obviamente, no teníamos culpa, nos habíamos sacado el premio gordo como país.

En el presente, esa opulenta vida de país petrolero, se ha revertido de manera brutal, gracias a un gobierno desastroso como pocos en la historia patria y universal.

Nuestra clase media, la más extendida y acaudalada de la región, en gran parte se ha venido abajo. Muchos aún tienen, como diría mi abuelo, bastimento, para sobrevivir a este ya largo y mortífero vendaval político que ha arrasado al país. Otros han sucumbido y tenido que huir buscándose la vida en nuevos horizontes, dicen que alrededor de 2 millones. Los más viejos que no pueden emigrar, dependen de lo que les envían familiares desde el exterior. Un amigo me decía con sorna hace un tiempo, al comentar la situación que, sin embargo, había que tener FE, es decir, un familiar en el extranjero, que nos pudiera remitir unos dolaritos para aguantar el vendaval.

Sin embargo, en la mayoría, tanto en la clase media como en las otras, las necesidades en general, el hambre y el desamparo reinan.

Los venezolanos hemos pasado de ser la envidia de muchos por varias razones, a ser objeto de lástima y conmiseración.

Quizás esta dura prueba nos haga reflexionar sobre la necesidad de cambiar el rumbo como sociedad y, sobre todo,  de modificar nuestra visión sobre la  economía y sobre la forma de gobernar, sin olvidar los valores que han hecho grandes a los países que hoy lideran el mundo.

Vendrán nuevos tiempos, y estas terribles circunstancias cambiaran para bien, no me cabe la menor duda. Mucho más pronto de lo que a veces creemos.

EMILIO NOUEL V.