¡En defensa de nuestra libertad! por @MichVielleville

¡En defensa de nuestra libertad! por @MichVielleville

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El ideal de la libertad conserva plena vigencia en el actual contexto político venezolano, sobre todo como elemento catalizador que sirve de soporte ante las amenazas autocráticas, las cuales a diario minan las bases de nuestra institucionalidad democrática.

Frente a un Estado omnipotente, fuertemente interventor, digamos policial, los ciudadanos venezolanos han sabido enfrentar el peligro, volviendo a descubrir el valor de la libertad; incluso, llegando a superar ese particular personalismo y esa disciplina partidista, tan arraigada en nuestra cultura política. Pero a pesar de los grandes esfuerzos, y el desarrollo del imaginario colectivo, los logros no han sido del todo suficientes, para hablar en un sentido pleno de una sociedad con una madurez política verdaderamente consolidada.





La experiencia histórica señala que las formas de gobierno autocráticas no pueden ser derrotadas en nombre de una personalidad u organización con fines políticos en específico, sino exclusivamente en nombre de valores políticos consolidados; como es, por mencionar un ejemplo, la idea de libertad. Al respecto, conviene precisar, por libertad entendemos aquella noción que supone, no la ausencia de impedimentos al comportamiento de los individuos, sino como la inexistencia de estructuras de dominación y la participación activa en la vida política, esto es, como ideal desde donde se hace posible conquistar la emancipación absoluta de cualquier condición de dependencia, o la manifestación de la arbitrariedad del poder.

Se hace necesario conservar la distinción anteriormente referida, pues, en el caso de la noción de libertad desde el punto de vista de la tradición del pensamiento político liberal, se puede inferir entonces que las leyes son concebidas también como elementos que limitan la propia libertad individual. Pero esto no ocurre en el caso de que partamos de una comprensión desde el modelo político republicano, que concibe la ley y el ordenamiento constitucional más bien como elemento último, fundamento y a la vez complemento de la vida política. Justamente es esta línea de pensamiento la cual suscribimos.

El gran escollo de la cultura política venezolana se halla en la dificultad que tiene el ciudadano promedio de poder ser consciente de la diferencia entre “ser ciudadano” bajo los parámetros de una República, y “creer ser ciudadano” pero bajo los signos de un sistema de gobierno autocrático. Esta es una distinción que se encuentra estrechamente vinculada a una forma particular de concebir la libertad.

Justamente, desde la perspectiva de la tradición del pensamiento político republicano claramente sería posible dilucidar la diferencia entre ser ciudadano en una República, frente a la aporía de tener la pretensión de creer serlo a la sombra de una forma de gobierno no democrático. Ser ciudadano en una República auténtica significa estar sujetos únicamente a las leyes y a la constitución, y bajo gobernantes que también son conscientes de esta obligación. Pero esto es precisamente lo que no ocurre en los gobiernos de naturaleza autocrática.

Allí los gobernantes pueden considerarse a sí mismos en una posición de superioridad por encima de las leyes y cualquier otro ordenamiento jurídico, de modo que el actor político puede hacer uso de un ejercicio arbitrario y desproporcionado del poder, sobre la sociedad, llegando al extremo de intervenir en la esfera privada de los individuos, con el avieso propósito de obtener a cambio una situación de sujeción involuntaria y de renuncia forzada a la libertad.

El pueblo venezolano cada vez ha sido más consciente de su papel protagónico en el proceso de su emancipación progresiva; los ciudadanos han dado muestras de su compromiso a lo largo de estos últimos meses para el restablecimiento de la democracia en el país. Pero esta batalla hoy día pasa también por una ciudadanía que lleva a cabo el ejercicio de su libertad, como participación activa en la vida política; hecho que implica ser conscientes del deber, por mor de lograr conquistar el bienestar colectivo.

Salir a votar es la más grande estrategia que tenemos como venezolanos a disposición para salvaguardar nuestra libertad. Por el contrario, contribuir con un clima de apatía, y desmotivar al electorado como resultado de discusiones estériles, enfocadas en subrayar los errores del pasado, es hacerle el juego al gobierno, fracturar la unidad, y finalmente abonar el terreno de la esclavitud. Es por ello que este 10 de septiembre tenemos que dar ese primer paso, para demostrar el talante democrático del cual estamos hechos, y lo dispuestos que estamos para respetar la voluntad popular. Es el momento de salir en defensa de nuestra libertad.