¿Democracia con elecciones o elecciones sin democracia? por @MichVielleville

¿Democracia con elecciones o elecciones sin democracia? por @MichVielleville

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Difícilmente pueda encontrarse dentro de los sistemas de gobierno democráticos otra actividad tan habitual como la convocatoria a elecciones. Las elecciones se han convertido en el instrumento esencial de la forma de vida democrática, a través de las cuales es posible que los ciudadanos puedan elegir a sus representantes para desempeñarse en cargos políticos, en el marco de poder asegurar la conducción de la sociedad hacia la búsqueda del bienestar común y alcanzar el orden.

Pero a pesar de que las elecciones representan esa pieza clave de la vida democrática, no han sido pocos quienes todavía se preguntan el por qué también se llevan a cabo elecciones, incluso, hasta en Estados abiertamente declarados como sistemas de gobierno no democráticos. Al respecto, tal parece que una de las principales razones se encuentra en el propio concepto de elecciones, que las define exclusivamente como uno de los mecanismos políticos pensados para transferir autoridad, y diseñar la estructura de cuerpos de poder colegiados de representación en los sistemas políticos.

Una mirada a esta primera definición deja al descubierto dos elementos importantes que nos permiten comprender el trasfondo del problema que es objeto de discusión, a saber: en primer lugar, según ese concepto de elecciones entonces se puede decir que tan solo son “uno” entre “la gama” de mecanismos para designar autoridades políticas, porque también están los casos de transferencia de poder por nombramiento, herencia o designio absoluto; pero, además, sale a relucir que las elecciones no cargan en sí mismas contenido democrático propio; a partir de lo cual es posible concluir que las elecciones no son un elemento definitorio de las democracias.

En este sentido, con estas precisiones se puede detectar entonces que el concepto de elecciones se convierte en un término ecléctico, que cambia en función al tipo de sistema político del cual se discuta, y su importancia estará también siempre determinada por esa primera consideración. Así, tenemos que en los gobiernos verdaderamente democráticos la característica fundamental será la convocatoria regular de elecciones sobre la base de condiciones de libertad y competencia, lo cual se traducirá en la capacidad que tendrán los ciudadanos de poder escoger entre distintas opciones, conforme a sus preferencias por las ideologías o programas que mejor los definan. Todo esto bajo el postulado de la libertad que tiene el individuo en la comunidad política de elegir con el amparo supremo de la ley.

Justamente, cuando se le impide a los ciudadanos el derecho a elegir y la libertad de escoger entre distintas opciones, y existe profundas restricciones en las condiciones del juego electoral, nos referimos a sistemas políticos de corte autoritaria, donde las elecciones efectivamente se llevan a cabo, pero bajo características de un sistema electoral no competitivo.

Hoy en día el debate en Venezuela se desarrolla en función de las próximas elecciones regionales a celebrarse en el mes de octubre, hasta ahora todavía sinuna fecha definida. Algunos sectores no han podido ocultar sus desacuerdos, porque en su opinión consideran que es un error participar; incluso, llegando al extremo de malinterpretar la decisión como un gesto de traición al electorado. Pero la verdad es que esto solo forma parte de otra de las estrategias del Gobierno para dividir a la Unidad; sobre todo en un contexto donde cada vez es menos probable que el oficialismo pueda obtener alguna victoria; por lo cual se han visto en la penosa necesidad de recurrir a la aplicación de viejas tretas, y al posicionamiento de matrices de opinión cuyo objetivo es generar confusión y desmotivación.

Ante esta situación, es importante recordar que la decisión de ir a las elecciones regionales tiene tres razones fundamentales. En primer lugar, el propósito es no ceder espacios desde donde sea posible poder ejercer presión, para conquistar el cambio de régimen que requiere el país. Una mayoría de gobernaciones en manos de la oposición será un gesto de fortaleza, que podrá elevar todavía más las probabilidades de transformación en la dinámica interna del sistema.

En segundo lugar, decidir ir a elecciones en conjunto, a pesar de la amenaza que se cierne sobre la dirigencia, por parte de un régimen cazador, que enjuicia e inhabilita, muestra a un gobierno desesperado, que se desacredita a sí mismo cada día ante la comunidad internacional. Las sanciones económicas impuestas a PDVSA por el gobierno de EE.UU. son justamente la respuesta a los abusos de un gobierno con complejos de omnipotencia, ahora acorralado bajo las rejas de sus propias artimañas.

En tercer lugar, ir a las elecciones se convierte en una magnífica oportunidad para contribuir en la sociedad venezolana con el ejercicio de una de las formas de participación política más importantes, para la construcción de espacios para el entendimiento y la canalización institucional del conflicto político y el descontento social.

Ante esta coyuntura política el pueblo venezolano no debe dudar que nuestra lucha política ha estado concentrada principalmente en forzar el cambio en las condiciones del juego electoral, a fin de que ello se pueda traducir verdaderamente en garantía de la expresión popular fidedigna. En este marco, la dirigencia no demanda entonces exclusivamente elecciones, sino elecciones competitivas, libres, justas, que aseguren a sus ciudadanos su derecho a elegir entre distintas alternativas, sin coacción ni chantaje alguno.

En eso se resume nuestra lucha, y no podemos renunciar a promover la participación política. En efecto, lademocracia no solo se reduce a elecciones, porque la vida democrática es una compleja ecuación entre una cultura política cívica que consagra el hábito del ciudadano ejerciendo sus deberes, respetando la ley, participando en el proceso de toma de decisiones, y contribuyendo con la definición del bienestar general. Pero las elecciones son también parte de esa dinámica; una fuente de legitimación del liderazgo político que se transforma en una herramienta fundamental para asegurar el orden y el equilibrio. De ahí entonces la necesidad de que podamos convertir la rebelión de las calles en la rebelión de los votos.