Brian Fincheltub: El miedo y la libertad

Brian Fincheltub: El miedo y la libertad

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En estos momentos que vive el país, vi pertinente reproducir una fabula que leí hace tiempo sobre el miedo y la libertad. Se trata de una historia sobre un emperador muy temido, no por su poder, sino por su capacidad para generar terror. Recuerden, no es lo mismo temor a respeto, cualquiera que tiene bajo su control las armas puede ser temido, no cualquiera es respetado. Al final son los más débiles quienes se tienen que imponer por la fuerza.

Lo cierto es que su mando se extendía sobre una tierra que siempre permanecía en conflicto, por lo que era muy común que tomara muchos prisioneros de guerra que, en lugar de matar, llevaba hasta un lugar lejano en sus dominios para realizar experimentos. En el fuerte militar donde eran enviados la mayoría de los custodios había una sala donde de un lado se encontraban varios arqueros y del otro había una enorme e impresionante puerta de hierro, sobre la cual sobresalían figuras grabadas con calaveras llenas de sangre y otras imágenes atemorizantes.





El emperador, en la sala, hacía que todos los prisioneros formaran un círculo y entonces les decía: “A todos ustedes les hablo, les daré solo dos posibilidades para irse: Elegir entre intentar salir esquivando las certeras flechas de mis arqueros o abrir la puerta que se encuentra hacia el costado derecho”. 

Ante el planteamiento del emperador, el temor a lo desconocido hizo que la elección de todos los prisioneros fuera morir traspasados por las flechas de los arqueros antes que cruzar la puerta que tanto les asustaba.

Terminada la guerra un soldado se acercó al soberano para preguntarle: “Mi emperador, con su permiso, ¿puedo realizarle una consulta?”. A lo que este le respondió afirmativamente. “He tenido siempre la curiosidad de saber que había del otro lado de esa puerta tan aterradora. ¿Podría usted decirme?”. 

El soberano le dijo: “Acércate a la puerta, ábrela y mira tú mismo”. Sigilosamente y con mucho miedo el soldado llegó hasta la misteriosa puerta, tomó de la manija, comenzó a abrirla y a medida que iba empujándola empezó a iluminarse todo el recinto con los rayos del sol, quedando totalmente sorprendido, pues aquella puerta conducía hacia un enorme camino que le permitiría la libertad a todo aquél que se animara a cruzarla. 

Ante la admiración del soldado el emperador argumentó: “Ellos solos debían elegir; esa era la oportunidad que yo les brindaba, pero ante el temor de abrir la puerta misteriosa, preferían ser traspasados por las flechas de mis arqueros”.

 

Brian Fincheltub

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