¿La historia los absolverá?, por @MichVielleville

¿La historia los absolverá?, por @MichVielleville

thumbnailMicheleViellevilleAmérica Latina atraviesa una época de profundos cambios. El panorama político en los dos últimos años ha sido objeto de una drástica transformación, que ha puesto fin a gobiernos populistas y ha dado inicio a una nueva etapa para las democracias del continente. La desilusión por los modelos económicos instaurados, los escándalos de corrupción, la pérdida de credibilidad de los liderazgos, las crisis económicas generadas por el despilfarro y las exigencias de la ciudadanía por las responsabilidades políticas de esos daños ocasionados, son algunas de las razones que explican los cambios en Argentina, Brasil, Perú y Venezuela. Y ahora con la muerte de Fidel Castro, en Cuba se da otro paso simbólico hacia ese proceso de transformación latinoamericana, dejando atrás los años oscuros de opresión y abre caminos hacia la era de la consolidación de la verdadera libertad de los pueblos de nuestra región.

Sostener que la muerte de Castro representa los tiempos de cambio que se experimentan en el continente, tiene una doble implicación. Por un lado, para el pueblo cubano tiene un valor de peso, este hecho, simbólicamente cierra el ciclo de una revolución que realmente generó tragedia y podría significar la llegada de un incremento en la aplicación de nuevas reformas de toda índole. Y por otro lado, para el pueblo latinoamericano envía un mensaje de esperanza, y así se convierte en una alerta para los pocos gobiernos que dicen llamarse de izquierda radical, porque se quedan sin su guía ideológica, en un contexto político que coincide con un clima de cambios opuestos a sus intereses políticos.

Los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro por mucho tiempo encontraron refugio en esa figura. Viéndose en una vergonzosa posición de tutelaje y cediendo soberanía, acataron muchas de las ordenes de ese “guía espiritual” para llevar a cabo decisiones, cuyos costos todavía estamos pagando. Porque mucha de esa tragedia que nos ha tocado padecer, se expresa en la más grave crisis económica de nuestra historia, es resultado de aquellas directrices, las cuales trataron de seguirse al pie de la letra.





De hecho, la idea de establecer aparatos ideológicos para la consolidación de un pensamiento único, la reivindicación de la conquista del poder a través de las armas, la persecución a la disidencia política, el control de la economía; la intención de diseñar un régimen que no favorezca la libertad política, pero que sí consagre la obediencia para asegurar su estabilidad; ese ha sido el verdadero legado del castrismo, que a lo largo de los años ha tratado de ser implantado en Venezuela. Pero ese experimento ha venido fracasando, porque la conciencia de los ciudadanos del país se ha transformado, ahora manifestando un mayor interés por exigir la responsabilidad de los actos de nuestros gobernantes.

La verdadera idea de democracia plantea la necesidad de que haya responsabilidad política, es decir, la obligación por parte de las autoridades de responder por sus acciones ante los ciudadanos, asumiendo las consecuencias de sus errores y reivindicando de esta forma su condición de servidores públicos. En los sistemas democráticos la forma cómo se manifiesta la sanción política al incumplimiento de la responsabilidad política, es la remoción del cargo que ocupen sus gobernantes. Hay un tipo de responsabilidad que tradicionalmente se ejerce cada cierto tiempo, y ocurre cuando el ciudadano lleva a cabo una elección, un acto que en sí mismo representa la premiación hacia un candidato (cuando lo elige), o que lo castiga al mostrar preferencia por otra opción. Pero hay otro tipo de responsabilidad política más estricta, que se manifiesta cuando el ciudadano y la ingeniería electoral permite que los gobernantes puedan ser sustituidos antes de que culmine el tiempo para el cual resultaron elegidos. En el caso venezolano, esta segunda modalidad es el tipo de responsabilidad a la cual el gobierno de Maduro teme y que, de manera arbitraria, ha tratado de eludir.

Es por ello que la MUD ha tenido que desempeñar un papel crucial en esta nueva etapa del combate, ahora, plagado de trampas discursivas que el gobierno ha buscado de aprovechar para empantanar el proceso de diálogo, con el fin último de desmotivar: en donde si la MUD pierde, efectivamente la oposición pierde, pero donde si gana, es otro el que cobra. Esa ha sido la estrategia, que nuevamente ha tomado otro nivel, en un enfrentamiento donde los mismos venezolanos combaten por obligar al régimen a que de una vez por todas asuma aquella responsabilidad política estricta de la que se habló, consagrada en nuestra Carta Magna. Pero como se indicó, el adversario político no está dispuesto a ceder, y ha activado toda su artillería pesada para evitar, por todos los medios posibles, un resultado que nos permita dar cumplimiento al principal deseo de todo el pueblo de Venezuela, nuestro país que anhela profundamente un nuevo gobierno y con ello la instauración de un nuevo modelo de país.

Aparentemente, nuestros gobernantes han evadido sus responsabilidades políticas, los compromisos que tienen antes sus electores y que aseguran los controles consagrados por la forma de gobierno democrática; pero, al igual que los demás modelos de regímenes políticos autocráticos y de sus dirigentes, que trajeron tragedia y desgracia a sus pueblos, y no pudieron esquivar las consecuencias de sus actos, la historia no podrá absolverlos de su culpa. Será ella misma la que también juzgue el peso de sus responsabilidades.