Michele Vielleville: La nave se ha quedado sin timón

Michele Vielleville: La nave se ha quedado sin timón

michelleLa palabra “Gobernar” tiene su origen etimológico en una noción antigua que describía esta actividad como “llevar el timón”. Y a partir de esta imagen es que ha sido concebida la labor de todos los gobernantes, como aquellos a quienes se les ha conferido la tarea de llevar el curso de la sociedad. Sin dejar de lado esa metáfora, “Gobernar” equivale a la capacidad de intervenir sobre un ambiente, estructurarlo y orientarlo al cumplimiento de un conjunto de objetivos. Una capacidad que ha estado sujeta a condiciones cambiantes, a profundas transformaciones sociales, y nuevos fenómenos políticos, que han traído consigo, como resultado, la necesidad de su replanteamiento conceptual.

En este orden, la “gobernabilidad” es un concepto que se deriva del anterior, el cual define, siguiendo la imagen inicial, qué tanto una sociedad determinada está dispuesta a permitir que su curso sea dirigido por el timonel. Que esta gobernabilidad sea conquistada de manera íntegra, es más una ficción que una realidad, esencialmente porque todo Estado se encontrará con serias dificultades para asegurar su legitimidad, o actitudes positivas hacia su propio sistema político. Es decir, el apoyo no se alcanzará en pleno, lo cual invita a tener presente un aspecto no menos importante que lo anterior: el Estado coexistirá con algún grado de ingobernabilidad en su interior, que le permitirá replantearse algunas de sus formas de responder a demandas sociales, que hayan sido sujetas a cuestionamiento. Lo verdaderamente preocupante resulta cuando no son solo algunas de sus formas de resolver los problemas, sino todas, las que son objeto de rechazo generalizado, pues aquí estamos ante una situación de crisis de gobernabilidad. Y es este caso último, el que mejor describe la actual situación que vive Venezuela, una nave que se ha quedado sin timón.

La crisis política que actualmente vivimos refleja el más alto grado de incompetencia de un gobierno que no gobierna, y la ingobernabilidad que asedia a la sociedad venezolana, es el más claro síntoma de que el diagnóstico sea ese. La falta de producción nacional, la estatalización de las empresas, el diseño de políticas ineficaces que plantean al ciudadano la obligación de consumir lo que el Estado quiere o puede producir, son solo algunos de los rasgos del modelo responsable de la crisis económica que actualmente nos ha tocado vivir, que se manifiesta con las cifras más altas de inflación y de desabastecimiento, y que a diario nos golpea el bolsillo y el estómago de todos venezolanos, y también se refleja en la falta de medicinas. Los altos niveles de inseguridad, de división y confrontación, son un claro indicio de que nos encontramos también en medio de una aguda crisis social, pues estamos ante una sociedad sin Estado, con gobernantes que no gobiernan, que se encuentran atrapados en sus convicciones ideológicas, cuyos terribles resultados la historia ha dejado al descubierto. Sin duda, el modelo que nos ha sido impuesto, ha despertado un rechazo generalizado.





Recuperar el gobierno y la gobernabilidad entonces pasará, primeramente, por contribuir con la promoción del cambio que el país reclama, y la clase política gobernante debe convencerse de que el costo político al postergarlo será mucho mayor. Sin duda, la solución a la crisis de gobernabilidad se encuentra en esa salida democrática que plantea nuestra Constitución. Pues sólo por medio de ella es que será posible avizorar al país la llegada de gobernantes dispuestos a tomar el timón, que no serán sólo hombres, sino también mujeres, que contribuirán con incrementar los niveles de gobernabilidad que la sociedad venezolana requiere.

Es necesario rescatar que en la época contemporánea no sólo se habla de gobernar, porque también se han planteado nuevos conceptos, como por ejemplo el de “gobernanza”, el cual plantea la situación de una sociedad que ha promovido desde su dinámica interna su propia autorganización. Pero el gran problema que enfrenta la sociedad es el desconocimiento acerca de lo que realmente significa gobernar. Lo cual es inquietante, porque quienes son los principales supervisores de esta actividad, la ciudadanía, desconocen lo que esa labor significa, y con ello el rol fundamental que desempeñan para hacerla funcionar eficazmente. El desafío que tenemos se presenta, entonces, no solo en saber gobernar, sino también en contribuir con enseñar a la propia sociedad, a las comunidades, a hacerlo. Gobernar, gobernabilidad y gobernanza, sin duda, acompañaran el cambio que todos debemos construir y estamos esperando.