William Anseume: El rumbo que marca la Asamblea Nacional

William Anseume: El rumbo que marca la Asamblea Nacional

thumbnailWilliamAnseumeSi bien la gesta cívica del 6 de diciembre constituye un hito de raigal importancia para la concreción de la más o menos inmediata transformación política del país, no menos indicadoras del cambio serán las actuaciones allí de los diputados opositores, su impronta actual hacia el futuro. Lo saben ellos, y en función de esa marca indeleble que pueden dejar en la sociedad venezolana futura han venido operando pronto y bien.

El capitolio, se sabe, debe ser el lugar del parlamento, en el sentido amplio, de apertura que tiene el término parlamentar, según el DRAE: “Entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia”. O, como expresa el dicho: “Hablando es como se entiende la gente”. Esto no quiere decir ceder siempre, o dejarse apabullar o arrastrar, desde luego, ni perdonar lo imperdonable. El parlamento es lugar de discusión, obvio, y de negociación, de confluencia de las diversas corrientes socio-políticas para llegar a acuerdos de convivencia nacional.

En los últimos años, el sentido del parlamento se ha perdido, como el de un actor que no se sabe la letra ni puede improvisar. Se ha pretendido y se ha logrado, hasta ahora, hacer del hemiciclo justo lo contrario, no un lugar de divergencias canalizadas sino uno de imposición más o menos camuflada, cada vez menos, por cierto. Sin disimulo alguno, las leyes las planteaba el dictador que era Chávez y se imponían en el congreso con el levantamiento de manos acostumbrado de los aplaudidores de oficio, “políticos” protegidos no en su conciencia, no en su intelecto, su ser pensante, sino en el carné partidista. Esto no debe seguir siendo así nunca más. El congreso debe retomar su dinamismo creador. Craso error si la oposición cae en más o menos lo mismo, aunque luzca medianamente imposible, debido a la confluencia de fuerzas políticas disímiles que caracterizan a la triunfadora MUD.





Se hace evidente que en este primer momento, con la lucidez y el lucimiento del recién electo presidente de la Asamblea, Henry Ramos Allup, la orientación debe ser la que va siendo: adueñarse del poder parlamentario, arrebatárselo a los despojados de ese sitio por decisión general, nacional, ya no sólo en el simbólico voto, sino de facto. Ejercer el poder del cual la oposición es ahora representante. Y sí, desplazar las insignias, las fotos, los cuadritos, los ojitos que daban cuenta de la entrega absoluta de los antiguos parlamentarios a la orden del militar muerto. Eso como símbolo deja traslucir a la sociedad la idea del desplazamiento de la imagen, la des-entronización de lo nefastamente entronizado, tanto simbólica como políticamente. En ese sentido, la apertura a todos los medios comunicacionales de la cobertura de los actos de la Asamblea es también un mensaje que conlleva en sí libertad, cambio, otras maneras de actuar, democráticas y amplias, es un logro, inmediato, llegando, plausible e indeleble.

La Asamblea renovada y su nuevo presidente se han robado el show mediático, han desplazado la atención general de Miraflores al Capitolio. Su incidencia en el desenvolvimiento político nacional posterior puede ser incalculable. Con prontitud deben moverse a atender los gravísimos problemas nacionales, a legislar para la paz, para la democracia, para los logros económicos, sociales, culturales que la población ansía. Esa población defraudada plenamente por el populismo chavista. Pero el tratamiento no puede ser de revancha absoluta, de humillación, de irrespeto. Se debe imponer el decoro, el sostenimiento de la dignidad del otro, del que piensa distinto y actuó y actúa distinto. Sin que ello signifique dejar pasar las ilegalidades cometidas. Al contrario, se deben crear de inmediato, también,   comisiones que estudien a profundidad los casos de corrupción, de irrespeto a los derechos humanos, de narcotráfico, donde al parecer están involucrados familiares de la pareja presidencial. Se deben interpelar a los ministros con alta frecuencia. Esclarecer, denunciar y proceder, por las vías legales, a restablecer un orden extraviado hace años en las penumbras dictatoriales del chavismo que se creyó todopoderoso por siempre.

Hacer lo mismo de ellos sería un yerro que se revertiría como los de aquellos y, más o menos del mismo modo. La gente desea una vuelta a la libertades democráticas, a la plenitud del ser social y estamos muy cercanos, luego del 6 de diciembre, a enrumbar esa plenitud. No desperdiciar la maravillosa oportunidad que el deseo general ha dado es una imposición que nos debemos. El rumbo fue abierto y no parece haber vuelta atrás. El destino nos plantea, lo que hemos venido luchando: un futuro mucho mejor para todos.

wanseume@