Alfonso Molina: Los retos de la unidad SOBRE FRACASOS Y TRIUNFOS

Alfonso Molina: Los retos de la unidad SOBRE FRACASOS Y TRIUNFOS

La reciente victoria electoral es producto del esfuerzo conjunto desplegado por la Mesa de la Unidad Democrática y no por una de sus fracciones, que existen de manera legítima.
La reciente victoria electoral es producto del esfuerzo conjunto desplegado por la Mesa de la Unidad Democrática y no por una de sus fracciones, que existen de manera legítima.

 

Todos los ciudadanos tienen derecho a elaborar sus opiniones y a expresarlas, como lo acaba de hacer Henrique Capriles en sus recientes y polémicas declaraciones en TalCual, pero un líder debe, además, elegir el momento adecuado para hacerlas públicas. En política no existe el pensamiento lineal, mucho menos aplicado a los conceptos de ‘fracaso’ y de ‘triunfo’, dicotomía utilizada por el gobernador de Miranda en relación con La Salida del año pasado y El Cambio aprobado de forma masiva el 6 de diciembre. En realidad las victorias se hallan teñidas por la derrotas. No son vocablos antagónicos sino complementarios. Disociar sus realidades sería una expresión sectaria: “yo tengo la razón, tú no”. La historia se encuentra llena de ejemplos sobre los vínculos reales entre fracaso y triunfo. Me viene a la memoria sir Winston Churchill, tantas veces humillado por sus propios conciudadanos antes de liderar la resistencia británica y vencer sobre el nazismo. Esos reveses anticiparon y formaron parte de sus laureles. Otro ejemplo, esta vez fuera de la política: el manuscrito de Harry Potter y la piedra filosofal, de la desconocida J. K. Rawling, fue rechazado por doce editoriales antes de que la pequeña firma londinense Bloomsbury decidiera publicar mil copias en 1997. Nadie podía prever entonces los 450 millones de libros vendidos de la serie del joven mago. En el más reciente libro de Andrés Oppenheimer ¡Crear o morir! (Debate, 2014), el periodista argentino afila una idea sustancial: en América Latina nos avergonzamos del fracaso, queremos ocultarlo e incluso olvidarlo, mientras los creadores de Silicon Valley se siente orgullosos de la misma palabra, pues ha pertenecido a su proceso de triunfo.

Pero volvamos a los argumentos del excandidato presidencial: “Yo no quiero llover sobre mojado, pero a La Salida hay que incluirla en los grandes fracasos nacionales, como el paro. Le dio narrativa al gobierno por un año y todavía. De haber asumido ese camino no habríamos tenido el triunfo del 6-D”. Esta afirmación es, por lo menos, inexacta. La reciente victoria electoral es producto del esfuerzo conjunto desplegado por la Mesa de la Unidad Democrática y no por una de sus fracciones, que existen de manera legítima. Primero bajo la conducción de Ramón Guillermo Aveledo y luego con la coordinación de Chúo Torrealba, dos tesoneros venezolanos admirables. En la MUD han participado todas las fuerzas democráticas organizadas, unas más grandes que otras, desde luego, incluyendo a los partidarios de La Salida. A esa misma plataforma política unitaria pertenecen Leopoldo López y Antonio Ledezma, dos de los presos políticos más notables del régimen chavista, y también María Corina Machado y Julio Borges y Henry Ramos Allup y tantos otros luchadores que han sumado esfuerzos para este triunfo unitario. Lo peor de las palabras de Capriles reside en la reacción provocada entre los partidarios de La Salida. Han perdido una excelente oportunidad de mantener la prudencia. Imagino a Diosdado Cabello riéndose y frotándose las manos de satisfacción. Cito a Chúo: “¡Con quien hay que discutir es con el gobierno! ¡A quien hay que vencer es al gobierno!”





También es un planteamiento falaz pues no solo la estrategia electoral fue fundamental. Las movilizaciones de calle de La Salida activaron la protesta ciudadana y motivaron el voto que se materializó el 6 de diciembre. Presos políticos como López y Ledezma atrajeron la atención de la opinión internacional que comenzó a ver al régimen chavista de Maduro como como lo que es: una tiranía. Tanto funcionaron los viajes al exterior de Machado que el gobierno le prohibió salir del país. Sin olvidarnos de los exiliados políticos que siguen alzando su voz y los venezolanos que han ido a buscar futuro en otros países por razones económicas, sociales y de seguridad personal.

Tanto El Cambio como La Salida han demostrado sus valores, sus logros y sus errores. Pero uno necesitaba de la otra, y viceversa, a pesar de no querer reconocerlo. Esto no es una lucha entre Primero Justicia y Voluntad Popular —que parecen detestarse de forma irracional e inoportuna— ni entre Capriles y López, sino un programa de trabajo de la Mesa de la Unidad Democrática, la verdadera heroína de esta historia. Llevar adelante ese programa de trabajo ha sido una labor titánica y ninguna de sus fracciones puede adueñarse de su triunfo.

Además, no hay que voltear la cara con vergüenza ante el recuerdo de más de un millón de venezolanos que valientemente marcharon el 11 de abril de 2002 exigiendo la renuncia de Hugo Chávez (“la cual aceptó”) o de los ciudadanos que ese diciembre participaron del paro, cuando no existía dirección política. O los que organizaron el referendo revocatorio de 2004 y perdieron y organizaron el referendo constitucional de 2007 y ganaron. Esos y otros “grandes fracasos nacionales” forman parte de la victoria electoral del 6 de diciembre de 2015.

El trasfondo de esta polémica adquiere un carácter presidencial, tanto en el plano de la Asamblea Nacional como en las eventuales elecciones de jefe de Estado, lo cual chapotea en las aguas fangosas del oportunismo. Jugar en posición adelantada. Para decirlo en forma clara y transparente, dentro de la MUD rivalizan Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo y en la escena política se hallan, al menos, seis líderes: Henrique Capriles, Leopoldo López, Antonio Ledezma, Henry Ramos Allup, Julio Borges y María Corina Machado. Hoy y mañana la Venezuela democrática los necesita a todos. Primero hay que conquistar la AN el 5 de enero, contra viento y marea, y comenzar a legislar a favor de los ciudadanos. Luego vendrá el debate interno de la MUD con todos los sectores que la integran. El compromiso de las fuerzas democráticas con sus electores es más sencillo de lo que parece: mantener la unidad y actuar coherentemente, más allá de las diferencias.

 

Publicado originalmente en Ideas de Babel