El lunes más difícil de los parisinos

El lunes más difícil de los parisinos

A child holds a relative's hand on his way to school early on November 16, 2015 in Paris, three days after the terrorist attacks that left over 130 dead and more than 350 injured. Reassure , explain, hold a minute of silence, schools are mobilized to welcome pupils and students, sometimes shocked or confused by the mass of information or rumors related to the attacks. France prepared to fall silent at noon on November 16 to mourn victims of the Paris attacks after its warplanes pounded the Syrian stronghold of Islamic State, the jihadist group that has claimed responsibility for the slaughter.  AFP PHOTO / KENZO TRIBOUILLARD
A child holds a relative’s hand on his way to school early on November 16, 2015 in Paris, three days after the terrorist attacks that left over 130 dead and more than 350 injured. Reassure , explain, hold a minute of silence, schools are mobilized to welcome pupils and students, sometimes shocked or confused by the mass of information or rumors related to the attacks. France prepared to fall silent at noon on November 16 to mourn victims of the Paris attacks after its warplanes pounded the Syrian stronghold of Islamic State, the jihadist group that has claimed responsibility for the slaughter. AFP PHOTO / KENZO TRIBOUILLARD

En el metro de París, los pasajeros van cabizbajos, como suele pasar los lunes, pero el silencio es abrumador. Con el dolor por los atentados muy presente, los parisinos retoman su rutina.

La angustia es latente, los ojos a veces enrojecidos, los rostros graves. Los que intercambian una frase no pueden evitar el tema. En un vagón del metro, dos actores de unos 60 años se preguntan qué va a decidir su teatro: “¿Vamos a actuar de todos modos? No hay que ceder al miedo”.

En un tren de cercanías de la capital, Yvonne vuelve a trabajar “con un nudo en el estómago”. Dice que va a tratar de organizarse con sus colegas para trabajar de manera más continuada y evitar los trayectos de ida y vuelta lo más posible.

En la estación ferroviaria del Norte, Violette, que espera un tren de alta velocidad apoyada en el estuche de su violoncelo, dice que “hubiera preferido quedar al abrigo en casa y no tener que tomar el tren”. La joven, de 25 años, desearía que “la gente se interese más en la música, en el arte en general” para “seguir viviendo”.

Ciertos parisinos optaron por evitar el transporte público. La multitud plantea el riesgo de estampida sobre todo con la psicosis existente, como el domingo por la tarde, cuando se produjo en el centro de París una ola de pánico tras una falsa alarma, y hubo gente que se tiró al agua en un canal o se encerró en los baños de los bares.

En vez del tren, Cédric, de 37 años, fue en moto a su trabajo, situado en la periferia cerca del Estadio de Francia. Antes de los atentados, planeaba hacer compras el lunes cerca del estadio, pero duda que lo haga.

– Mantenerse en pie –

En las calles de la capital, los peatones circulan numerosos por las aceras, que habían quedado desiertas el fin de semana, sobre todo el sábado, salvo en los lugares de los atentados, a los que los parisinos siguen acudiendo para rendir homenaje a las víctimas o simplemente sentir que están junto a sus conciudadanos en estos momentos.

“Dimos un pequeño rodeo para venir aquí antes del trabajo”, dicen Marie-Ange y Richard, explicando que quieren “acercarse a lo ocurrido el viernes, mostrar a los terroristas que se necesitará más que atentados para impedirnos vivir a nuestra manera, que somos más fuertes que ellos”.

Philippe, músico de 53 años de edad, acompañó a su hijo al instituto secundario, lo que habitualmente no hace, y vino luego a la plaza de la República, símbolo de la resistencia cívica en la capital francesa. “La gente ha evaluado lo ocurrido, les quitaron la tranquilidad al quitarles a los jóvenes. Es para tener miedo”, afirma.

Mathilde, joven de unos 20 años, declara que trata “de no tener miedo”, pese a que “salir esta mañana no fue fácil”. Dice que es pariente de una víctima, sin dar más detalles. Espera a un amigo para ir con él a la célebre plaza. Cuando él llega, se abrazan.

“Hay mucas miradas de apoyo, de solidaridad, más vale salir que quedarse encerrado en casa”, afirma, en cambio, Pierre Raulet, pastelero de 25 años.

Cerca del teatro Bataclan, donde 89 personas fueron masacradas, mucha gente se detiene, sin hablar. Pierre, documentalista de 45 años, afirma que “hay que seguir de pie”.

AFP

Exit mobile version