Maduro, quien frecuentemente choca en las pistas de la realidad de la escasez, la inflación, la inseguridad, la corrupción o el despilfarro, recurre también con frecuencia al recurso de endosarle la responsabilidad de su ineptitud al imperio, la oligarquía, la oposición apátrida o el paramilitarismo colombiano o aún para explicar acciones criminales como la crisis humanitaria generada por el cierre de la frontera con Colombia, cuando justificó la destrucción de un barrio mayoritariamente colombiano en el Táchira diciendo que era un “campamento paramilitar”.
Sin embargo, no es de Pastor sino de su pastor, el Galáctico, de quien Maduro heredó ese feo hábito de pretender embarrar a otros con su propias miasmas. Lo que sino pudo heredar del Eterno fue el teflón que lo cubría ni mucho menos su inmensa suerte como para irse de este mundo antes de que las consecuencias del legado salpicaran sus costosos trajes.
Al sucesor le ha tocado cargar con las consecuencias del legado y las derivadas de su propia ineptitud, por tal razón le espera la paliza del siglo el próximo 6 de diciembre cuando el pueblo, en especial el pueblo rojo rojito, le cobre todo todito.