William Anseume: Mucho peor que cuando Pérez Jiménez

William Anseume: Mucho peor que cuando Pérez Jiménez

Antes de Chávez y sus dilectos monstruos, sabemos, hubo una dictadura militar feroz también en Venezuela, especialmente en lo tocante a libertades públicas, a libertad.

Pérez Jiménez, como Chávez y sus secuaces, aborrecía la existencia de partidos políticos y, por ende, de políticos, de debate. La diferencia se constata en que el dictador de Michelena ni siquiera aspiró a la existencia y fortalecimiento de partido único. Creó más bien una mampara aglutinadora con estrictas miras electorales y proscribió o mantuvo proscritos a los dos grupos políticos que actuaban por los años cincuenta del siglo pasado con mayor énfasis: Acción Democrática y el Partido Comunista.

Persiguió a sus líderes en el exilio y la clandestinidad, incluso hasta descaradamente procurarles la muerte, como ocurrió con Ruiz Pineda y con Pinto Salinas, por ejemplo. Ni con los líderes políticos de los partidos no clandestinos se contuvo. La persecución emprendida contra Mario Briceño-Iragorry lo llevó a enviar a darle una golpiza legendaria en Madrid.





Así que no es para nada novedosa esta idea de cerrar el paso a las ideas transformadoras con la violencia de la muerte, de la cárcel, de la tortura, de la persecución y el ensañamiento, como hoy se profundiza en Leopoldo López, Antonio Ledezma, Daniel Ceballos, María Corina Machado y los luchadores estudiantiles o populares que se lanzaron a protestar en la calle contra las arbitrariedades políticas continuas de este gobierno.

La censura es otra de las armas predilectas de la dictadura, ahora dosificada en la adquisición de medios de comunicación y en los diversos impedimentos legales a los dueños, en la distribución de papel o en la creación de panfletos gratuitos de varias páginas que llaman periódicos como el Jorge Rodríguez en Caracas. Antes bastaba con colocar censores en los medios que a la vez se convertían en lo que ahora denominan “compatriotas cooperantes” para sapear a quien crean conveniente.

Pérez Jiménez, indudablemente, tenía sus marcas hondas de racismo y de fascismo, de asesino, de megalómano en su ser retaco. Así que no es esto precisamente una apología. El militarismo de aquel tachirense era genuino, sin embargo; su formación en Chorrillos le permitió vislumbrar un desarrollo profesional muy serio de sus consentidas las Fuerzas Armadas, porque, claro, lo mantenían anclado al poder. De allí su llanto, su quiebre sentimental al percatarse que debía dejar Miraflores, porque lo abandonó su consentida fuerza armada. No se afincó en paramilitares ni grupos ilegales de dentro y fuera del país y persiguió la delincuencia, no se alió con ella.

Se lió sí con los empresarios y, con toda la corrupción que conocemos por medio, contribuyó a desarrollar a sus empresas privadas. Aquí no había escasez, ni problemas económicos serios. La riqueza estuvo muy mal distribuida por conveniencia criticada abiertamente en la Pastoral de Monseñor Arias Blanco. Dice un estudio muy serio que “El crecimiento del país es acompañado por un incremento del circulante, que pasa de 769 millones de bolívares en 1945 a 1558 millones en 1950 y a 3509 millones en 1957” (Cuando Venezuela perdió el rumbo). El mismo estudio señala que “…el promedio de inflación en ese período es de 2,3 por ciento anual, registrándose en varios años aumentos en el costo de la vida inferiores a los de los Estados Unidos”. Entonces el bolívar si era fuerte, no poseía esta debilidad inmensa de ahora, casi inexistencia.

De la construcción y el desarrollo urbano, especialmente en las capitales ni hablemos. Nada tienen que ver los superbloques del 23 de enero de Villanueva con los adefesios enquistados como a juro que trata de “lucir” este gobierno continuado. Fíjese un ratico en la propaganda gubernamental que son esas comiquitas de edificaciones cuando usted entra a Caracas y “aprecia” Las Mayas. El basurero al lado de los bloques endebles y feos, en medio el estadio de softbol, como ahogado en aquello. Todo un dechado de planificación y virtud de historieta cómica o trágica.

No me detengo en los muertos políticos o no. Es inmensa la cantidad; en la delincuencia, en las armas regadas en cuanto resquicio le queda al país y que es obligación constitucional de las Fuerzas Armadas velar por su uso y control. Menos me detendrá en la política exterior. Lo de Guyana es proverbial.

No cabe duda alguna posible. Esta necedad bobalicona del socialismo del siglo XXI; esta aventura de comunismo militarista, dictatorial, aunado con la delincuencia y la brutalidad es en mucho peor que cuando Pérez Jiménez. En mucho.

wanseume@usb.ve