Eduardo Semtei: Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King

Eduardo Semtei: Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King

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Gandhi nació el Porbandar, en una India gobernada por los británicos, el 2 de octubre de 1869. Es el más viejo de estos tres personajes que marcaron la historia de la humanidad por su lucha pacífica y libertaria, con la condena a la violencia. Los tres fueron exitosos. Gandhi murió en Nueva Delhi el 30 de enero de 1948. Fue asesinado por un fanático integracionista. La violencia contra la cual tanto luchó terminó por quitarle la vida.

Nelson Mandela, nació el 18 de julio de 1918, en Mvezo, Unión Surafricana.  Activista contra el apartheid, fue un gran político y filántropo. Pasó 27 años preso sin que tal encierro le llenara el alma de odios o venganzas. Convirtió Suráfrica en una de las nuevas potencias del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica). Murió en Gauteng, Suráfrica, el 5 de diciembre de 2013. Fue el segundo gran apóstol de la paz.





Martin Luther King, el tercero de estas inmortales figuras, sinónimos del éxito político, de la transformación de la sociedad y la no violencia, nació en Atlanta, Estados Unidos, el 15 de enero de 1929. Ayudó a transformar la realidad estadounidense de tal forma que, si bien fue apenas en el año 1965  cuando se aprobaron las leyes antidiscriminatorias contra la raza negra, una de ellas garantizando el derecho al voto, hoy Estados Unidos tiene un presidente afrodescendiente. Murió asesinado, como Gandhi, por un fanático el 4 de abril de 1968. En esos años el radicalismo y el odio acabaron con la vida de Luther King (1958), John F. Kennedy (1963) y Robert Kennedy (1968). La conquista de la paz a veces cobra la vida de valiosos dirigentes.

La lucha de estos tres titanes demostró con una fuerza irrebatible, con una contundencia social y política aplastante, con la historia a su favor, que la no violencia adquiere dimensiones ciclópeas cuando se trata de la lucha por los derechos de las mayorías y contra gobiernos tiránicos, antidemocráticos o dictatoriales. Contra toda forma de injusticia. No hay argumentación alguna a favor de la violencia que se sostenga frente a la prédica y al ejemplo de estos tres grandes ciudadanos del mundo.

Las tragedias vividas por los españoles en su cruenta guerra civil, o por los salvadoreños, colombianos y otros países sometidos a distintos grados de violencia interna, siempre, pero siempre, han terminado en mesas de negociaciones, en acuerdos pacíficos, en entendimientos.  Las sociedades argentina y chilena, que sufrieron en carne propia la acérrima bota militar contra la libertad, la vida, la humanidad misma, hoy conjuran decididos contra toda manifestación que pudiera llevar de nuevo a tales países a situaciones de violencia institucional.

La conquista de la democracia que tantas vidas reclamó, tanto esfuerzo, tanto sacrificio, hoy se precia felizmente como el más caro tesoro. La paz entre sus habitantes es garantía de las posibilidades de felicidad y desarrollo. La violencia es hija de la violencia. Una espiral sin principio ni fin.

Gandhi desde 1918 se dedicó al movimiento nacionalista, desarrolló novedosos métodos de lucha, como la huelga de hambre, rechazando toda forma de fanatismo. Es totalmente cierto que jamás llamó a ninguna guarimba y mucho menos a una salida violenta, no constitucional y alejada del sistema electoral. Por el contrario, se dedicó fundamentalmente a conquistar el derecho de los indios al voto. El derecho de elegir a sus gobernantes. Su frase más famosa es “áhimsa” que se traduce como no violencia. En 1942 inició conversaciones, diálogos con el gobierno inglés, representado por Richard Staffor, sin éxitos. Fue detenido junto con su esposa. Fue un ejemplo notable de sabiduría y paciencia. Persistió decididamente en su posición de diálogo y no violencia. De protesta pacífica. Terminó triunfador de su causa. Por cierto, su  ideología se encuadraba más con la centroderecha.

Por su parte, Mandela, primer presidente negro de Suráfrica (1994-1999), fue elegido por sufragio universal directo, una conquista que le costó años de cárcel. Se graduó de abogado, fue arrestado varias veces por defender la participación de los negros en los comicios presidenciales. Siempre fue de centroizquierda. Fue condenado a prisión perpetua en los llamados Juicios de Rivonia en 1962. Estuvo preso 27 años. Fue excarcelado en 1990 y sin rencor ni retaliación alguna entró en un proceso de diálogo con Frederik de Klerk para abolir el apartheid y lograr un proceso general de elecciones en 1994. Jamás abandonó el propósito de la paz, de un gobierno de unidad nacional, del diálogo. Nunca se le conoció llamado alguno a la violencia, a la guarimba, a salidas no electorales. Confió en la sabiduría de su pueblo. Ni Gandhi ni Mandela tuvieron jamás la duda del camino electoral y menos aún la posibilidad de abstenerse, por el contrario, defendieron la vía electoral con pasión. De Klerk fue sorprendentemente vicepresidente en los primeros años de la presidencia de Mandela, una demostración inequívoca de que ambos pensaban en su nación, sin mezquindades. Buscaban un gobierno de unidad nacional y lo lograron.

Nuestro último personaje, Luther King, se sentó a conversar cuantas veces fue necesario con Lyndon Baines Johnson, presidente de Estados Unidos desde 1963 a 1969. King fue un luchador por los derechos civiles de los negros pero sobre todo por el derecho al voto. Nunca mostró tendencias políticas, era totalmente independiente. Se opuso tenazmente a la Guerra de Vietnam. Las dos leyes aprobadas, Ley de los Derechos Civiles y Ley del Voto, en 1965, demuestran su acertada decisión de la lucha no violenta. Luther King jamás promovió la violencia, guarimbas o salidas no electorales. Pensar que después de tantos años de lucha pudiera plantearse la abstención u otras formas distintas al campo electoral está fuera de toda lógica. George Wallace el más encarnizado enemigo político de Luther King, conocido por la frase: “Segregación hoy, segregación siempre”, terminó al final de sus días dándole la razón a King.

Cito estos tres personajes como los ejemplos más genuinos, poderosos y universales de la lucha no violenta y de la defensa de los procesos electorales.  Uno de centroderecha, uno de centroizquierda y un independiente. Todos por la paz, la democracia y el voto. Que los tribunales electorales de India, Suráfrica y Estados Unidos estuvieran integrados por personas no precisamente proclives a la defensa de estos luchadores es una cuestión obvia, pero la realidad, la historia, al final demostró que sin importar cuán sesgado pueda estar el sistema administrativo electoral, el CNE de cada país, es imposible derrotar el movimiento de las grandes mayorías. Ese futuro nos aguarda. Vivan los procesos electorales.